Hanzo Hasashi caminaba por las ruinas de su aldea, el viento frío de la tarde acariciando su rostro como si fuera una advertencia. Las cenizas de lo que alguna vez fue su hogar parecían susurrarle secretos, recuerdos de un tiempo que ya no volvería. Con cada paso, las imágenes del pasado se desplegaban ante sus ojos, más vívidas que nunca. El primer lugar que encontró fue el restaurante donde tuvo su primera cita con Harumi. Recordaba cómo su corazón había latido tan rápido ese día, nervioso pero emocionado. Habían reído, compartido sueños, y todo parecía tan simple, lleno de esperanza.
Luego, al girar una esquina, llegó a la casa donde habían vivido juntos. La puerta estaba caída, las ventanas rotas, pero aún podía ver las sombras de aquellos momentos felices. Había compartido con ella su vida, su amor, su esperanza. Un suspiro escapó de sus labios mientras su mirada recorría el lugar, como si pudiera ver a Harumi una vez más, en cada rincón de ese hogar que nunca podría olvidar.
Finalmente, Hanzo llegó a la carpintería, el lugar donde todo había cambiado. Allí, había pasado muchas horas tallando, creando, y recordando. Recordaba la sonrisa de su hijo Satoshi cuando, siendo un bebé, había terminado de hacerle un pequeño caballo de madera. Había sido un regalo simple, pero lleno de amor. Un objeto que ahora solo era un recuerdo en sus manos vacías.
Mientras se encontraba de pie en el umbral de la carpintería, una presencia conocida lo sorprendió.
—Lograste cerrar tu herida? —preguntó Raiden, con voz suave, pero cargada de una tristeza que compartían ambos.
Hanzo se giró lentamente, sus ojos fijos en Raiden, pero sus palabras, aunque duras, estaban cargadas de una comprensión amarga.
—Mataste accidentalmente a Liu Kang. ¿Recuerdas el dolor de perderlo? —la pregunta no era para culpar, sino para compartir ese peso que ambos llevaban.
Raiden guardó silencio por un momento, como si las palabras le quemaran en la garganta. Finalmente, asintió, su rostro marcado por el arrepentimiento.
—Lamentablemente, sí —respondió, la culpa y el dolor eran evidentes en su mirada.
Hanzo suspiró, su mirada volviendo a las ruinas a su alrededor.
—Imagina que no hubieras sido lo suficientemente fuerte para protegerlo... —dijo en voz baja, con la tristeza de un padre que había perdido a su hijo. Sus ojos se alzaron, ahora con una furia que solo aquellos que han conocido el dolor profundo pueden entender—. Justo como lo que le pasó a Kung Lao... El mismo bando nos quitó a nuestros hijos.
Raiden sintió el peso de esas palabras. Sabía bien lo que Hanzo estaba diciendo. La guerra había cobrado demasiadas vidas, y en su corazón, Raiden sentía la pérdida como suya. Pero había algo más que necesitaba saber.
—¿Cómo puedo hacer las paces? —preguntó, buscando una respuesta que pudiera aliviar su tormento.
Hanzo no respondió de inmediato. Caminó lentamente hasta el rincón donde había tallado el pequeño caballo de madera para su hijo y lo levantó. La nostalgia lo envolvía como una niebla espesa, pero su mirada era clara.
—No hay nada que perdonar. —La voz de Hanzo se quebró ligeramente—. Debí ser yo quien perdonara a Bi-Han para que pudieras actuar. Pero no lo hice. No estaba listo para dejar ir mi odio, para ver más allá de la venganza. Y eso nos ha hecho daño a todos.
Raiden bajó la mirada, sabiendo que las palabras de Hanzo eran verdad. El odio, el rencor, habían cegado a todos en su tiempo, y habían arrastrado a muchos a la oscuridad.
Hanzo volvió su mirada a Raiden, el peso de su dolor aún visible en su rostro, pero también un atisbo de esperanza.
—Aún tienes a alguien por quién luchar —dijo, con una leve sonrisa, pero llena de determinación.
Raiden lo miró, comprendiendo. Hanzo no estaba diciendo esto solo para él, sino también para sí mismo. La guerra había dejado cicatrices profundas, pero aún había algo por lo que seguir adelante.
—Lo sé —respondió Hanzo, mirando hacia el horizonte, donde el sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de un rojo intenso—. Takeda es un muchacho talentoso. Y se lo prometí a Kenshi... protegerlo, enseñarle a ser mejor que nosotros. No puedo seguir aferrado al pasado. No mientras haya esperanza en el futuro.
Raiden asintió lentamente, entendiendo el mensaje. Ambos habían perdido mucho, pero aún quedaba algo por lo que luchar. Quizá no pudieran deshacer lo que ya había sucedido, pero podían construir un futuro, un futuro para aquellos que quedaban, para aquellos que aún merecían una oportunidad.
El silencio cayó entre los dos, pero no era el vacío doloroso de antes. Era un silencio de comprensión, de aceptación.
Hanzo volvió a mirar las ruinas, el lugar donde todo había comenzado y donde, quizás, algún día, todo podría terminar. Pero no hoy. Hoy aún quedaba algo por hacer.
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One Shots random de Mortal Kombat
HumorAcompaña a Liu Kang y Kung Lao cuidando a los iniciados en el Templo Shaolin, ríete con las locuras de Johnny Cage en sus fiestas extravagantes, y llora con los héroes en momentos de pérdida y sacrificio. El contenido va dirigido de fans para fans