VENGANZA DESEADA [#1 MUJERES INFERNALES: SAGA]

ROMANOV HARTMANN PARTE 2

CHRISTOPHER

SUIZA - ZÚRICH

Capítulo siguiente: SUIZA

La siguiente pista nos llevó a Suiza, específicamente a Zúrich. El banco más antiguo de la región tenía registros de movimientos recientes vinculados a uno de los alias de nuestro padre. Suiza era un refugio para la élite criminal: discreción, seguridad, y sobre todo, un lugar donde se escondía el verdadero poder.

Kristian no parecía convencido mientras descendíamos del avión privado.

—¿Qué clase de idiota sigue moviendo dinero aquí? —preguntó, ajustándose el abrigo para protegerse del frío alpino.

—Uno que sabe que el dinero compra silencio —respondí, señalando el auto que nos esperaba—. Si alguien tiene información sobre él, será aquí.

Llegamos a un hotel boutique en el centro de Zúrich, rodeado por calles empedradas y tiendas de lujo. Desde nuestra suite, tenía una vista clara de los Alpes, un recordatorio constante de que estábamos en territorio neutral, pero eso no significaba que estuviéramos a salvo.

Esa noche, revisamos los informes obtenidos por mi equipo. El banco en cuestión tenía registros de una cuenta vinculada a nuestro padre, con transacciones recientes que indicaban que aún estaba activa.

—Entraremos mañana por la tarde —dije, colocando los planos del edificio sobre la mesa—. Este es el plan: tú te quedas en el auto, y yo entro.

—¿Por qué siempre tienes que hacer todo tú? —protestó Kristian, cruzándose de brazos.

—Porque alguien necesita estar listo para cubrirme si algo sale mal.

—Esa es una forma elegante de decir que no confías en mí.

Lo ignoré y seguí revisando los planos. Kristian resopló, pero sabía que al final seguiría el plan.

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El día siguiente fue frío y gris, el tipo de clima que hacía que cada movimiento pareciera más pesado. Llegamos al banco en un auto alquilado, Kristian detrás del volante mientras yo me ajustaba el reloj.

—Recuerda, diez minutos. Si no estoy afuera para entonces, sabrás que algo salió mal.

Kristian me miró con una mezcla de preocupación y fastidio.

—Solo no mueras, ¿de acuerdo? No vine hasta aquí para llevarme un cadáver de vuelta.

Entré al banco con paso firme, mostrando una identificación falsa que me aseguraba acceso a la sala privada de clientes. Una vez dentro, un asesor bancario me atendió, llevándome a una pequeña sala con una caja fuerte en su interior.

—El contenido fue solicitado recientemente por otro apoderado —dijo el hombre, con un tono de disculpa—. Pero si gusta, puedo informarle quién fue.

Mi corazón se aceleró, pero mantuve la calma.

—Por favor, eso sería útil.

El hombre salió, y mientras esperaba, abrí la caja. Dentro había documentos, un pasaporte falso y una llave con un número grabado: 17-ALP. La información estaba codificada, pero sabía que con un poco de tiempo podría descifrarla.

Antes de que el asesor regresara, escuché pasos apresurados fuera de la sala. Una sensación de peligro se apoderó de mí. Guardé todo en mi abrigo y me preparé para lo peor.

La puerta se abrió de golpe, y tres hombres armados entraron.

—Señor Hartmann, qué gusto verlo por aquí —dijo uno de ellos, apuntándome con una pistola.