23 | Del tirón.

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Es un capítulo largo, amores míos! Aun así, espero que os guste. Sé que he tardado. Este capítulo me ha costado mucho, de borrar y reescribir, de borrar y poner punto y a parte. Pero creo que finalmente ha quedado como quería. ¡A ver si consigo escribir más rápido ahora! Espero que os encante y no olvidéis dejar esos comentarios que me encantan <3<3 ¡Os adoro!


Capítulo 23 | Del tirón.

Siempre he creído que la vida está llena de interrogantes, puntos suspensivos, puntos y a parte, al igual que exclamaciones y puntos seguidos. En ocasiones son un salto de página que permiten comenzar de nuevo, en una hoja virgen, en blanco, con un millar de posibilidades frente a tus ojos. Otras veces está llena de tachones, de marcas, de manchas de café que se cayeron y se secaron con el tiempo; esas son las que te planteas dejar atrás, arrancar de la libreta de tu vida y tirarla a la basura. Todo se compone de eso, ¿no? De mantener las páginas de letras preciosas, frases grandilocuentes y conversaciones acogedoras para olvidar aquellas que te removieron por dentro, que te dejaron un sabor amargo en la boca y que no sabías como terminar.

Me aterra decir que Kenai fue todas esas páginas a la vez. Que era esa hoja en blanco llena de posibilidades, que fue esa página llena de flores, de dibujos, de color y de vida. Pero también fue las manchas de lágrimas sobre el papel, las páginas rotas fruto de la amargura y la desesperanza, los trazos desesperados para plasmar el nudo de sentimientos que me desbordaban.

Ahora mismo había una nueva página. Una hoja en blanco que había nacido a raíz de la conversación con mi madre. No paraba de darle vueltas.

¿Podría perderme a mí misma por Kenai?

Estaba en letras enormes y ocupaba todo el papel, al igual que en mi cabeza. Los trazos eran crudos, fuertes y gruesos, como si quisiera demostrar así su permanencia.

Me gustaría decir que no me afectaba. Me habría gustado escribir la respuesta: NO. No me perdería a mí misma por Kenai de nuevo. Pero no estaba segura de ello. No sabía qué me deparaba, cómo actuaría.

Todo el tiempo que llevaba separada de él había descubierto que me había perdido un poco a mí misma. Quizás demasiado, o, como mínimo, más de lo que me gustaría. Compartí sus gustos y los hice también míos. Preferí cumplir sus caprichos a los míos. Nada de eso era culpa de Kenai, pues yo me encargaba de demostrarle que todas esas decisiones eran mías. Kenai siempre me animó a decidir por mí misma, todas y cada una de las veces hizo cosas que yo amaba a pesar de que escogí algo que sabía que solo le gustaba a él.

Si volvía a pasar, sería mi perdición. Si volvía a elegir su restaurante favorito cuando íbamos a cenar para complacerlo. Si elegía su comida favorita, su color favorito, sus sudaderas favoritas solo para hacerlo sonreír. Me había perdido y me costó un año volver a encontrarme, quizás incluso seguía haciéndolo. Pero no olvidaré jamás lo perdida que me sentí cuando todo se rompió, cuando no sabía hacia donde ir, a quien acudir. Porque Kenai había sido todo mi mundo y de repente ya no existía. Era como estar en el espacio, cuando la oscuridad es tan bestial e inmensa que no concibes donde mirar o ir, cuando la ausencia de ruido te obliga a escuchar los latidos de tu corazón. Pum, pum. Pum, pum.

Perderlo había sido como dejar de respirar. Como si mi aire fuese el suyo y mientras se alejaba, yo lo perdía. No podía respirar, no conseguía escuchar. Estaba perdida. Dañada. Desorientada.

Un año. Un año para perderme. Un año para encontrarme. Tres cientos sesenta y cinco días. Ocho mil setecientos sesenta horas. Quinientos veinticinco mil seis cientos segundos. Tanto tiempo desperdiciado. Tanto tiempo malgastado para encontrarme a mí misma.

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⏰ Última actualización: 6 days ago ⏰

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El arte de amar entre cenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora