La caída de los Targaryen resonó en cada rincón del reino. Robert Baratheon, el usurpador, se había coronado rey de los Siete Reinos. Ya habían pasado varias lunas desde aquel día fatídico, cuando Tyla y la princesa Elía arribaron a Roca Dragón con sus hijos. Al llegar, notaron el avanzado y delicado estado de embarazo de la reina Rhaella.
—Si el usurpador mató a Rhaegar, ¿qué será del linaje de esta familia? —preguntó la princesa Elía, mientras las tres mujeres se sentaban en aquel salón de guerra, el mismo donde los Targaryen habían forjado sus estrategias.
—Lo más probable es que no desee perder su trono —exclamó Tyla, con una mezcla de preocupación y determinación.
—Nuestros hijos son la verdadera sangre de la corona —replicó la princesa, con un tono de firmeza.
—Con el usurpador en el trono, nuestros hijos no están a salvo —Tyla miró a la reina Rhaella, acariciando su enorme barriga.
—Niños nacidos en guerra —la voz melancólica de la reina resonó en la sala—, niños nacidos para pelearla. —Tyla entendió que se refería tanto a los bebés que venían en camino como a los ya nacidos.
—Si queremos que nuestros hijos vivan, debemos irnos de aquí —exclamó la rubia, con urgencia en su voz.
—Yo iré a Dorne —dijo la princesa con voz firme—. Estoy segura de que ellos me protegerán.
Tyla asintió a las palabras de la princesa Elía.
—No tenemos a dónde ir —dijo la reina Rhaella, su tono lleno de desesperanza.
—Iremos a las Ciudades Libres. Allí nos aceptarán y podremos sobrevivir junto a nuestros hijos.
Ese pacto se firmó en aquella sala. Esa misma noche, la princesa Elía partió hacia Dorne, mientras Tyla y la reina Rhaella permanecieron en la fortaleza de piedra. El avanzado estado de embarazo de la reina le impedía viajar, y Tyla planeaba esperar hasta que el bebé naciera antes de partir hacia las Ciudades Libres.
La habitación de la rubia contaba con un gran balcón desde el cual se podía divisar el mar, con sus olas rompiendo en la costa. Desde su llegada a Roca Dragón, Tyla no se había separado de sus hijos, temerosa de que alguien pudiera ser enviado a matarla a ella, a sus pequeños y a los de la reina.
Para ella, era costumbre permanecer despierta durante la noche, cuando el mundo dormía. Era el único momento en que podía pensar con tranquilidad, lejos del ruido del exterior. Había visto a su padre hacer tratos con mercaderes de las Ciudades Libres y forjar alianzas con grandes señores en beneficio de su casa. Ahora, necesitaba un hogar lejos de todo.
Sus planes debían cambiar.
A la mañana siguiente, Tyla partió hacia Roca Casterly. Su atuendo era muy diferente al que solía usar: un vestido gris, suelto y con una capucha que cubría su rostro, con el fin de no ser reconocida.
—Quiero hablar con el señor de la roca —exclamó la rubia, con un tono autoritario, a los guardias que custodiaban la fortaleza.
No había guardia ni dama que no conociera a la primogénita de Tywin Lannister, y, por supuesto, la reconocían por su título de reina viuda.
Aquel guardia la guió hasta el despacho de su padre. Cuando iba a anunciar su llegada, ella lo interrumpió.
—Puedes irte. —El guardia la miró preocupado, pero, sintiendo su determinación, se marchó.
Era habitual para Tyla ver a su padre en aquella sala, siempre escribiendo y maquinando su siguiente movimiento, algo que ella siempre había admirado de él. Cuando entró, encontró a su padre sentado frente a un montón de papeles sobre su escritorio.
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The Lion's Promise||Juego de Tronos
Fanfiction||En dónde la jóven Leona se convirtió en la pieza más importante del juego de tronos. Está historia transcurre años antes de la rebelión de Robert y juego de tronos