CAP 14

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UN PROBLEMA MENOS

NADIA

Las luces del motel titilan con un fulgor opaco y cansado, como si supieran la clase de secretos que allí se esconden. Me bajo del auto con calma, el eco de mis tacones resonando sobre el asfalto mojado. La lluvia de hace unas horas ha dejado un olor a tierra y humedad que, combinado con el neón parpadeante, le da al lugar un aire lúgubre. Perfecto para lo que estoy a punto de hacer.

Llevo puesto un vestido negro ceñido al cuerpo, de tela satinada, que abraza cada curva con la precisión de un arma mortal. El escote profundo se detiene justo lo suficiente para dejar lugar a la imaginación, mientras que la abertura en la pierna derecha revela más piel de la que debería. Mi cabello negro cae en cascada, cuidadosamente ondulado, enmarcando mis ojos azules, que hoy parecen más oscuros, casi tan fríos como el plan que llevo en mente.

Cuando Christian llega, lo veo desde la ventana de la habitación que reservé. Su auto, negro y lujoso, se detiene en el estacionamiento. Sale de él con su porte habitual, el de un hombre que cree tener el mundo bajo control. Lleva una chaqueta gris ajustada, camisa negra, y esa sonrisa arrogante que me ha provocado náuseas desde el primer día. Pero esta noche, esa sonrisa desaparecerá.

Cuando toca la puerta, ya estoy lista. Mi rostro muestra una mezcla de dulzura y melancolía; ambas máscaras que he perfeccionado con los años.

—Hola, Christian —digo al abrir, dejando que mis labios se curven apenas en una sonrisa.

Él entra sin esperar invitación, su mirada recorriéndome de pies a cabeza como si fuera suya. Se acerca a mí y me toma del mentón con suavidad, tratando de ejercer ese control que cree que aún tiene.

—¿Esto es una cita, Nadia? —pregunta, con esa voz cargada de cinismo.

—Algo así —respondo, con una dulzura calculada.

Camino hacia la pequeña mesa donde dejé una botella de vino. Sirvo dos copas y le entrego una, asegurándome de mantener el contacto visual. Él no sospecha nada, ni siquiera cuando mis dedos rozan los suyos al pasarle el vaso.

—¿Brindamos? —le digo, levantando mi copa.

—¿Por qué brindamos? —pregunta él, divertido.

—Por los finales.

Bebemos, y yo contengo la sonrisa. Minutos después, su postura cambia. El efecto del sedante comienza a hacerle efecto; sus movimientos se tornan torpes, su mirada, perdida.

—¿Qué demonios…? —balbucea, llevándose una mano a la frente.

—Shh… Tranquilo, Christian. Esto apenas comienza.

Lo tomo del brazo y lo guío hasta la cama. Está tan mareado que no opone resistencia. Una vez que se recuesta, saco las esposas de la gaveta y aseguro primero sus muñecas y luego sus tobillos, con una precisión que casi parece ritual. Su mirada trata de enfocarme, de descifrar mis intenciones, pero la droga ha nublado su mente.

—Nadia… ¿qué estás haciendo?

Me tomo mi tiempo. Camino hacia mi abrigo, que cuelga del respaldo de una silla, y saco mi arma. Es hermosa, una Glock personalizada con una "N" en la cacha, adornada con rubíes que relucen bajo la luz tenue de la habitación. Me acerco a él lentamente, mis tacones resonando en el suelo, y me siento al borde de la cama.

—¿Sabes, Christian? Siempre supe que eras un traidor. Desde el principio. Pero no por eso dejé de jugar tu juego. De hecho, lo disfruté.

—¿De qué estás hablando? —pregunta él, su voz arrastrándose.

VENGANZA DESEADA [#1 MUJERES INFERNALES: SAGA]  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora