El aroma a sangre y a hierro quemado era penetrante, pero el dolor que sentía la Adepta Sororita, Celestine, era aún más intenso. Sus ojos se abrieron lentamente, parpadeando ante la luz tenue que iluminaba la habitación. El aire era pesado, cargado con una energía extraña que no lograba comprender. Una sensación de desconfianza se apoderó de ella mientras intentaba orientarse, su mente aún sumida en los recuerdos de la batalla.
La batalla... Celestine recordaba con claridad el momento en que todo se desmoronó. La misión de purificación, la lucha feroz contra los Marines Traidores, y luego la aparición de los dos guerreros misteriosos. ¿Quiénes eran ellos? No pertenecían al Imperio, eso estaba claro. Sus habilidades eran... ajenas, impías incluso. El uno había desatado unas extrañas formaciones de tentáculos, un poder que no reconocía, y el otro había manipulado una magia que rozaba lo blasfemo, cortando a los enemigos con ondas de relámpagos. Esa magia, ese poder... todo lo que representaba el Caos.
Aún sentía su presencia cerca, no solo en su memoria, sino en el aire mismo. La duda la asfixiaba. ¿Podían realmente ser de confianza?
El guerrero de los tentáculos se encontraba junto a ella, vigilante, sus ojos fijos en la guerrera herida. Su aspecto era inquietante, la forma en que sus ojos destilaban un brillo extraño, y el poder oscuro que emanaba de él... Un hereje. Eso era lo primero que se le venía a la mente. Un mutante.
Pero, ¿qué había sido lo que la había salvado? Sus hermanas caídas, el Caos, la oscuridad que los había rodeado, todo eso había sido contrarrestado por esos guerreros. Su intervención les había dado la oportunidad de respirar, de recuperarse, aunque el precio de la victoria había sido más alto de lo que cualquier Adepta Sororita podría soportar.
Finalmente, con un esfuerzo, Celestine intentó levantarse. Sus heridas le dolían, pero la determinación era más fuerte que cualquier dolor. Al hacerlo, sus ojos se encontraron con los de Kuro, quien la observaba sin expresión alguna, pero con una calma perturbadora.
Celestine: (con voz entrecortada) "¿Por qué? ¿Por qué nos ayudaste? Tú... no eres como nosotros."
Kuro, con su rostro imperturbable, la observó unos momentos antes de responder, sus ojos reflejando un destello de algo oscuro, una conexión con algo más allá de la comprensión humana.
Kuro: "Nosotros no servimos a tu Emperador. Pero no dejamos que el Caos devore a todos, sin importar quién se cruce en nuestro camino."
La voz de Kuro era grave y fría, sin rastro de emoción, pero en sus palabras había una verdad inquietante. Celestine sentía el peso de esas palabras, la duda arraigándose en su corazón. ¿Realmente habían actuado solo por compasión, o había algo más detrás de su intervención?
Celestine intentó moverse, pero la debilidad la dominaba. Era evidente que no podía enfrentarse a esta situación sola, y su única opción era aceptar la ayuda de estos desconocidos, aunque su corazón ardiera en repulsión. Sin embargo, no podía evitar agradecer en su interior, aunque no lo admitiera en voz alta.
Celestine: (en voz baja) "Gracias..."
Las palabras salieron con dificultad, y su mente aún procesaba el hecho de estar agradecida por la ayuda de esos que consideraba enemigos del Imperio. ¿Podría realmente confiar en ellos? ¿O su ayuda tenía algún propósito oculto, algún interés más allá de salvar una vida? El brillo de su espada, colocada cerca de ella, le recordó lo que significaba ser una Adepta Sororita: lealtad al Emperador y a la pureza del alma humana. Y todo lo que Kuro representaba, todo lo que su extraño poder implicaba, era una abominación que desafiaría esa lealtad.
Adamas, quien había estado alejado durante un tiempo, regresó a la sala con un ligero movimiento de su cabeza. Su presencia era una presencia sólida y tranquila, como un faro de calma frente a la tormenta interna que estaba azotando a Celestine.
Adamas: "Hermana, te has recuperado."
Pero Celestine no pudo evitar mirarlo de reojo. Sabía que él, aunque distinto de Kuro, también no era alguien digno de confianza. Al menos, no en el sentido que ella conocía. ¿Cómo podía confiar en ellos, en estos mutantes, estos herejes? El pensamiento seguía retumbando en su mente. Y sin embargo... no podía negar que, en el fondo, una parte de ella comprendía que sin ellos, su misión habría fracasado, y las almas de sus hermanas habrían quedado para siempre en manos del Caos.
Celestine: (desconfiada, pero sin mostrarlo por completo) "Agradezco lo que habéis hecho por mí... por nosotras. Pero no olvidéis que no somos aliados. El Emperador es el único que dirige nuestras acciones. No os hagáis ilusiones."
A pesar de la hostilidad en sus palabras, Kuro no mostró ninguna respuesta violenta. Solo la observó, como si ya hubiera previsto sus reacciones. Para él, la desconfianza de Celestine era natural. El Imperio había creado una fe ciega, y aquellos que caminaban por el borde de la disformidad eran considerados enemigos. Lo entendía.
Kuro: "No espero tu lealtad. Pero mientras el Caos nos aceche a todos, no importa quién sea el enemigo, la lucha será la misma."
Celestine lo miró fijamente, una mezcla de desconfianza y agradecimiento cruzando su rostro. Su corazón se debatía entre las enseñanzas del Emperador y el pragmatismo necesario para sobrevivir en un universo plagado de horrores. La línea entre la pureza y la corrupción nunca había sido tan difusa.
Aun así, sabía que no podía negarse a su ayuda. No ahora.
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Un ghoul en Warhammer 40000
FanficNuestro Kuro sera transportado de manera espontanea al universo de warhammer 40000 lo que no se podía esperar es que el es perfecto para este lugar