1 Capitulo

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Ser un taxista no es algo que quisiera haber hecho en la vida, ni mi profesión soñada, pero me tocó trabajar para conseguir dinero.

Nunca imaginé terminar así, pero los giros que da la vida son abrumadores.

Ahí estaba yo, terminando la secundaria, con un futuro prometedor y con las puertas abiertas a muchas universidades. Tenía un gran porvenir...

Pero todo se derrumbó cuando mi novia de esa época, Moa, me dio la noticia de que estaba embarazada.

No sabía qué hacer en ese entonces, pero de algo estaba segura: no iba a ser una bastarda que la dejara sola con la criatura que nació por nuestra irresponsabilidad.

Así que me puse los pantalones y di la cara por la criatura, por nuestro supuesto amor.

Tuve que casarme con ella, por las apariencias, y también por la presión de su familia y la mía.

Tuvimos una boda espléndida, con casi 1,000 invitados. Y, siendo sincera, no sé de dónde salió tanta gente. Supuse que eran familiares de Moa, ya que su familia sí que era numerosa, y de ahí tanta presión para casarnos a tan temprana edad.

Al principio, sí, todo era felicidad durante los días de recién casados. Pero después del nacimiento de nuestra hija, Kina Nakamoto, nos quedó una gran deuda con el hospital, que amablemente la familia de Moa pagó.

Me sorprendió lo generosos que estaban siendo con nosotros, en especial conmigo, ya que, cuando se enteraron de la noticia de que su única hija, Moa Kikuchi, estaba embarazada, me odiaron al instante y me tacharon de irresponsable y patana.

Tuve que hacer muchas cosas para ganarme la confianza de la familia de Moa. Eso nos facilitó un poquito más la vida: nos regalaron una casa grande de dos pisos con un amplio patio que, con el tiempo y los cuidados de Moa, se volvió algo hermoso de admirar.

En ese entonces éramos las dos contra el mundo, junto a nuestra hijita Kina. Estaba muy feliz con mi pequeña familia, no importaba que yo tuviera solo 25 años y Moa 23. Éramos felices.

Claro, hasta que la vida me vio muy feliz y decidió quitarme lo fundamental, lo necesario, lo esencial: el dinero.

No estoy segura de qué pasó, pero aparentemente unos familiares de Moa sufrieron un accidente o estaban gravemente enfermos. No recuerdo bien. Lo que sí recuerdo es que nos pidieron una gran suma de dinero prestado.

Al principio, me opuse. Era demasiado dinero. Es verdad que con la ganancia que obtenía en la empresa en la que trabajaba nos iba bien, pero habíamos acordado ahorrar para la educación de nuestra hija, para que tuviera un buen futuro. Pero, claro, siendo su prima favorita, la hermana que nunca tuvo, Moa me convenció de hacer ese préstamo. Me dijo que nuestra hija aún era muy pequeña y que teníamos mucho tiempo para ahorrar de nuevo. Me pidió que apoyáramos a su familia.

No pude negarme. En verdad, sentía que aún estaba en deuda con su familia, especialmente con sus padres.

Prestamos el dinero a la prima de Moa, cuyo nombre no me importa porque la desgraciada nos mintió. Aprovechó la ingenuidad de Moa y la gran amistad que tenían. Nos engañó, diciendo puras mentiras para sacar el dinero. Y lo logró. La desgraciada se marchó con su novio fuera del país para darse la gran vida con el dinero que nos robó.

Cuando fui a reclamar a la familia de Moa, me sorprendió la respuesta que me dieron.

—Míralo como la deuda pagada que tenías con nosotros por haberte apoyado con tu hija —esas fueron exactamente sus palabras.

Me dio mucho coraje. Pero lo que más me enojó fue la indiferencia de Moa hacia la situación. Claro, como no sacaron el dinero a su nombre sino al mío, la más perjudicada soy yo. Si no pago a tiempo las cuotas, pueden meterme presa.

Desde ese día no he vuelto a hablarle a la familia de Moa. Si antes Moa se dedicaba solo a ser ama de casa, ahora trabajaba como secretaria en una empresa, mientras nuestra hija iba a la escuela en primer grado, con 6 añitos.

Con el sueldo de Moa contratamos una niñera para Kina, ya que ambas estábamos muy ocupadas en nuestros trabajos.

Todo iba mal, hasta que me despidieron por recorte de personal. Ese fue un golpe duro para mí. Le dediqué seis años de mi vida a esa empresa para que me despidieran así, sin más. Me botaron como si fuera un perro.

Me sentí muy triste. Después de mi despido, Moa tuvo que trabajar más horas.

Despedimos a la niñera, y yo me encargué de cuidar a Kina mientras buscaba un empleo decente.

En todo este tiempo, Moa y yo nos hemos distanciado mucho. Ella llegaba muy tarde del trabajo, y aunque lo entendía, porque estaba cargando con toda la responsabilidad económica de la familia, algo cambió entre nosotras.

Yo me daba ese lujo antes porque mi sueldo era el doble que el de ella y nos mantenía bien. Pero ahora, con mi despido, empezaron a faltarnos cosas materiales. Incluso tuve que vender algunas de mis pertenencias para comprarme un Volkswagen del 68 y dedicarme a trabajar como taxista.

Lo hago a tiempo parcial, para traer algo de dinero a casa y que no le falte nada a Kina. Ella no tiene la culpa de nuestros errores.



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⏰ Última actualización: Nov 18 ⏰

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