LOVE'S LITTLE LIE

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El sol ya se había puesto, y el cielo del infierno… bueno, no era exactamente lo que se podría llamar bonito. Era más bien un desastre de tonos rojizos y morados, como si alguien hubiera tirado pintura y la tormenta no hubiera terminado de arrastrarlo todo, pero de alguna manera, todo eso hacía que se sintiera todavía más raro.

Stolas caminaba por su mansión, sus pasos ligeros, pero al mismo tiempo, se sentía como si estuviera arrastrando los pies. Era un demonio alto, el príncipe del Infierno, uno de los más poderosos… y sin embargo, en ese momento, sentía que su corazón podía salir volando de su pecho. Nunca había estado tan… perdido.

Las semanas habían pasado volando, y su mente no podía dejar de pensar en lo mismo: Blitzø. El fundador y director de I.M.P., su amigo, y a pesar de todo lo que había intentado convencerle de lo contrario, también su ¿enamoramiento? No quería usar esa palabra, pero lo que sentía por él era mucho más que una simple amistad, y él lo sabía. Ya no podía seguir ignorándolo.

Stolas había intentado de todo: se distraía con su trabajo, pasaba tiempo con otras personas, se convencía de que lo suyo era solo un capricho… pero nada funcionaba. Cada vez que veía a Blitzø, cada vez que escuchaba su risa o veía esa forma tan única de mirar las cosas, su corazón se aceleraba. Y lo peor de todo es que Blitzø no tenía idea de lo que estaba pasando.

Era tan complicado, tan jodidamente complicado.

"¿Qué hago ahora?" pensaba Stolas mientras se miraba en el espejo de su mansión. Había algo en su mirada que nunca había visto antes: una mezcla de desesperación y valentía. Estaba completamente atrapado.

Blitzø era como un puzzle de mil piezas. Nunca hablaba de sus sentimientos. Siempre actuaba como si no le importara nada, como si fuera un tipo indestructible, un tipo al que nada le afectaba. Pero Stolas lo conocía lo suficiente como para saber que eso era solo una fachada. Blitzø era más frágil de lo que quería admitir, pero tenía miedo de mostrarlo. Y eso, precisamente eso, lo tenía atrapado.

¿Por qué no puedo dejar de pensar en él?

Se sentó en el sillón, intentando calmar la ansiedad que lo estaba devorando. Decidió que ya no podía seguir así, que si no lo hacía ahora, se iba a arrepentir toda la vida. Necesitaba hablar con Blitzø. Necesitaba ser honesto, aunque eso significara arruinar todo.

Sabía que lo suyo no era fácil. Blitzø era difícil de leer, aún más difícil de entender. Pero no podía seguir viviendo con la duda, con la incertidumbre. Así que, con el corazón en la mano, se armó de valor. Tenía que hacerlo.

Esa noche, se dirigió a la oficina de I.M.P. La luz de la lámpara estaba encendida, como siempre. Y ahí estaba él. Blitzø. Jugando con una pistola. Como siempre. Nada parecía haber cambiado.

—Blitzø… —dijo Stolas, su voz temblorosa, como si le costara articular las palabras.

Blitzø levantó la vista, pero no parecía sorprenderse. Al contrario, tenía esa expresión de "¿qué quieres ahora?" que siempre usaba cuando algo le incomodaba.

—¿Qué? —preguntó con ese tono de voz que no ayudaba para nada. Como si estuviera a punto de hacer un chiste o lanzarse una broma.

Pero Stolas no estaba de humor para bromas.

—Necesito decirte algo —comenzó, respirando profundo. Se sentó en la silla frente a él, intentando calmar los nervios. Pero no servía de nada. Cada segundo que pasaba, el peso de lo que iba a decir lo aplastaba más—. He estado guardando esto durante tanto tiempo… y ya no puedo seguir pretendiendo que no lo siento.

Blitzø frunció el ceño y dejó la pistola sobre la mesa. Se quedó observando a Stolas, algo en su mirada parecía confuso, pero también… preocupado.

—¿Qué pasa, Stolas? —preguntó, ya sin hacer nada más, solo esperando una respuesta.

Stolas bajó la mirada, tratando de encontrar las palabras adecuadas, pero ninguna parecía lo suficientemente buena. Ninguna se sentía lo suficientemente fuerte.

—Blitzø, yo… yo te amo. —La confesión salió sin previo aviso, y, de alguna manera, Stolas deseó poder guardarla. Deseó que esas palabras no hubieran salido de su boca, pero ya era tarde. Lo había dicho.

La habitación quedó en silencio. Blitzø no dijo nada, solo lo miró, pero su expresión pasó de desconcierto a algo más. Algo que Stolas no supo identificar.

Por un momento, pensó que había cometido un error. Que todo se estaba desmoronando a su alrededor.

Finalmente, Blitzø habló, y su voz sonó más fría de lo que Stolas esperaba.

—No, no puedes decir eso. No puedes… —Blitzø dio un paso atrás, como si esas palabras le quemaran.

Stolas intentó no mostrar lo que sentía, pero por dentro todo se le rompió en mil pedazos.

—¿Por qué no? —su voz apenas era un susurro, el dolor en sus palabras evidente. Quería saber, necesitaba saber la razón. ¿Por qué? ¿Qué había hecho mal?

Blitzø se cruzó de brazos, mirando al suelo, claramente incómodo.

—Porque no… no puedo corresponderte, Stolas. No soy el tipo de persona con la que puedas tener algo así, una relación amorosa. —Su voz sonó firme, casi hiriente, pero Stolas podía notar que estaba luchando contra algo dentro de él—. Soy un desastre. No te quiero de esa manera, no puedo ser lo que buscas. Lo siento, pero… no.

Stolas sintió que el mundo se le caía encima. La decepción lo golpeó con toda su fuerza. Pensó que podía soportarlo, pero las palabras de Blitzø eran como un puñal clavado en el pecho. Algo se rompió dentro de él, y no pudo evitar que las lágrimas amenazaran con salir.

—Está bien… —musitó, su voz quebrada, como si tuviera el corazón hecho pedazos. No podía decir nada más. ¿Qué más quedaba por decir?

Se levantó sin decir nada más, y salió de la habitación. Blitzø se quedó allí, parado, mirando al vacío. Sintió una punzada en el pecho, como si se hubiera arrepentido, pero no sabía cómo arreglar lo que acababa de romper. No sabía cómo hacer que Stolas dejara de sentir ese dolor. Y, en realidad, no sabía cómo lidiar con el hecho de que quizás él también sentía lo mismo, pero no podía aceptarlo.

Días pasaron, y todo cambió. Aunque seguían trabajando juntos, las cosas ya no eran las mismas. Stolas se había retirado a su mansión, sumido en la tristeza, con el amor en las manos, mientras Blitzø intentaba mantenerse ocupado, pero la culpa lo estaba devorando. Sabía que le había hecho daño, que lo había perdido, pero no sabía cómo reparar lo que había roto.

Ambos sabían que lo que sentían era más que amistad, pero el miedo, el dolor y las inseguridades se interponían entre ellos. Nadie sabía qué iba a pasar. Quizás nunca lo sabrían. Pero lo que sí sabían era que este amor no era fácil. Y, tal vez, nunca lo sería.

Porque a veces, el amor no llega cuando quieres, ni cuando es el momento adecuado. Simplemente llega. Y todo lo que puedes hacer es esperar y ver qué pasa después.

Love's little lie [STOLITZ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora