Serendipia-Corazones Clandestinos

cap.3

"El Fuego del Cáliz"

La llegada de los colegios invitados a Hogwarts fue un espectáculo que nadie olvidaría. Desde temprano, los estudiantes de Hogwarts esperaron con emoción en los terrenos del castillo, abrigados contra el frío que se filtraba por la brisa otoñal.

La llegada de Beauxbatons y Durmstrang

Primero llegaron los estudiantes de Beauxbatons, descendiendo con gracia de un carruaje enorme tirado por imponentes caballos alados. Madame Maxime, su directora, lideraba al grupo con una presencia majestuosa que inspiraba respeto y admiración. Las estudiantes de Beauxbatons parecían deslumbrantes, con sus túnicas azules claras y un aire de elegancia que cautivaba a todos.

Apenas habían terminado de acomodarse cuando el lago comenzó a agitarse violentamente. Los estudiantes de Hogwarts retrocedieron, murmurando entre ellos. Desde las profundidades del agua emergió un barco negro y amenazante, el cual se detuvo con precisión junto a la orilla. Los estudiantes de Durmstrang desembarcaron con porte marcial, liderados por Igor Karkarov, cuyo porte autoritario era imposible de ignorar.

Phoenix y Casiopeia, de pie junto a sus compañeros de Slytherin, intercambiaron una mirada.

—Vaya entrada —murmuró Phoenix.

Casiopeia se limitó a asentir, con los ojos fijos en los estudiantes de Durmstrang. —Esto será interesante.

El Cáliz de Fuego

Esa noche, en el Gran Comedor, el Cáliz de Fuego fue presentado. Era un cáliz sencillo pero imponente, con llamas azules y doradas danzando en su interior. Dumbledore explicó las reglas con calma, enfatizando que el torneo no era un juego y que solo los estudiantes mayores de 17 años podían presentar sus nombres.

Phoenix y Casiopeia no prestaron demasiada atención, sabiendo que no cumplían con el requisito de edad. Pero no pudieron evitar sentirse intrigadas al ver a tantos estudiantes mayores, emocionados por la posibilidad de participar, lanzar sus nombres al cáliz.

Durante los días siguientes, los rumores llenaron los pasillos. ¿Quién sería elegido? ¿Qué pruebas habría? Las apuestas se hacían en cada rincón del castillo.

Phoenix, sin embargo, se mantuvo extrañamente tranquila. Aunque no había puesto su nombre, sentía un ligero nerviosismo que no podía explicar.

El día de la selección

Finalmente, la noche de la selección llegó. El Gran Comedor estaba decorado con los colores de los tres colegios, y el cáliz ardía en el centro, proyectando sombras danzantes en las paredes. Todos se sentaron con expectación mientras Dumbledore tomaba su lugar en el podio.

El fuego del cáliz se agitó violentamente, y una lengua de llamas escupió el primer pergamino.

—El campeón de Durmstrang es... Viktor Krum.

Un estallido de aplausos resonó en la sala mientras Krum se levantaba y caminaba hacia la mesa principal con su característico aire reservado.

El fuego volvió a arder y arrojó un segundo pergamino.

—La campeona de Beauxbatons es... Fleur Delacour.

Fleur se levantó con gracia, irradiando confianza mientras avanzaba hacia el frente.

El cáliz escupió el tercer nombre, y Dumbledore lo leyó con voz firme:

—El campeón de Hogwarts es... Cedric Diggory.

La mesa de Hufflepuff estalló en vítores, y Cedric se levantó con una sonrisa modesta.

Parecía que todo estaba dicho, pero de repente, el cáliz volvió a encenderse. La sala quedó en silencio mientras una última lengua de fuego lanzaba un pergamino.

Dumbledore lo tomó con cuidado, y sus ojos se estrecharon mientras leía.

—Harry Potter.

La sala estalló en murmullos y gritos de incredulidad. Harry, sentado junto a Ron y Hermione, miró alrededor, atónito.

Pero antes de que alguien pudiera reaccionar por completo, el cáliz se agitó una vez más, algo que no había sucedido nunca.

Una última llama escupió un pergamino.

Dumbledore lo tomó, y su expresión pasó de la sorpresa al desconcierto. Su voz sonó clara, pero tensa, al leer:

—Phoenix Avery.

La sala quedó en un silencio absoluto. Phoenix parpadeó, sin creer lo que acababa de escuchar.

—¿Qué? —susurró, sintiendo las miradas de todos los presentes clavadas en ella.

Casiopeia la miró con los ojos abiertos como platos. —¿Qué hiciste?

Phoenix negó con la cabeza, incapaz de responder. No había puesto su nombre. Ni siquiera se había acercado al cáliz.

Dumbledore levantó la mirada, buscando a Phoenix entre los estudiantes de Slytherin. —Señorita Avery, acérquese, por favor.

Con las piernas temblorosas, Phoenix se levantó y caminó hacia el frente. Podía sentir las miradas inquisitivas de los profesores y los murmullos de los estudiantes.

—Esto no tiene sentido —susurró McGonagall a Dumbledore, mientras los demás profesores intercambiaban miradas de preocupación.

Karkarov, por su parte, estaba indignado. —¡Esto es un complot! ¡Tres campeones de Hogwarts! Esto es una farsa.

Madame Maxime asintió, cruzando los brazos. —¡Es injusto!

Dumbledore levantó una mano, pidiendo silencio. —Esto es inesperado, pero el Cáliz ha hablado. Las reglas son claras: quien sea elegido debe competir.

Phoenix sintió un escalofrío recorrer su espalda. ¿Cómo había sucedido esto?

Las preguntas y acusaciones

Más tarde, en la sala donde los campeones se reunían, Phoenix fue interrogada por los profesores de Hogwarts y los directores de los otros colegios.

—Yo no puse mi nombre en el cáliz, lo juro —dijo, desesperada por explicar algo que ni ella entendía.

—Entonces, ¿quién lo hizo? —preguntó Snape, con su tono frío habitual, pero sus ojos la observaban con una intensidad que indicaba que esperaba algo más de su respuesta.

Phoenix solo negó con la cabeza. —No lo sé.

Mientras tanto, Cedric y los demás campeones la miraban con una mezcla de curiosidad y desconfianza.

Cuando finalmente la dejaron ir, Phoenix encontró a Casiopeia esperándola.

—Esto no tiene sentido —dijo Casiopeia, con el ceño fruncido. —¿Estás segura de que nadie te ayudó?

—Por supuesto que no. No entiendo nada de esto, Casie.

Casiopeia suspiró, colocando una mano en su hombro. —Sea como sea, ahora estás en esto. Solo nos queda descubrir por qué.

Phoenix asintió, sabiendo que este año no sería nada parecido a lo que había imaginado.