Capítulo Diecinueve

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Era ella…

Su actitud la delataba, aunque intentara ocultarlo.

Alfredo se metió a bañar, dejando que el vapor lo envolviera.

Cerró los ojos e imaginó a su amada observándolo, como tantas veces antes.

Una sonrisa se formó en sus labios.

—Te volveré a ver pronto —susurró al vacío.

Sus manos recorrieron su cuerpo lentamente, imitando las caricias de Carla, memorizadas con devoción enfermiza.

¿Ella volvería a hacerlo? Aunque ahora estuviera en el cuerpo de su hermana…

—¿A eso te referías con amar a alguien más? —preguntó en voz baja, fijando la mirada en las baldosas de la pared como si fueran testigos silenciosos.

Para Alfredo, la respuesta estaba clara.

Carla nunca habría querido que él amara a alguien más. ¿Por qué no habría de reencarnar en la persona que siempre había estado cerca de él?

Ese pensamiento se enraizó profundamente en su mente, alimentando su obsesión. Por primera vez en mucho tiempo, se esmeró en arreglarse: peinó su cabello con cuidado, se rasuró con precisión y eligió la ropa con esmero.

Esto era lo que Carla quería.

Volvería a sonreír.

Y esa sonrisa sería causada por ella misma, tal como siempre había sido.

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