Un trato inesperado.

3 0 0
                                    


David esboza una sonrisa que ilumina sus preciosos ojos verdes. Cuando sonríe parece más joven. Esa sonrisa siempre ha tenido el poder de desarmarme, de hacerme olvidar cualquier cosa.

—¿Ahora también lees la mente? No sé si es el mejor momento para hablar de...

—No te preocupes. No es eso. —Suspira— El viernes pasado, cuando coincidimos en el bar, no parecías muy contenta con tu jefa.

—Estoy muy contenta con mi jefa.

—Alba, dijiste que no aguantabas más. Que era insoportable. Que te hacía la vida imposible. —Maldito tequila. —Niégalo lo que quieras, pero sé que no estás bien. Yo puedo cambiar eso.—David, por fin, me mira directamente, como si el muro de la mesa que nos separa no existiese. Es evidente qué es lo que me está proponiendo.

—¡Ni lo sueñes! —Mi voz ha debido alzarse más de lo que pretendía, porque David alza las cejas.

—Alba, estoy metido en un buen lío. —Su tono es tajante, casi suplicante. El silencio se adueña del despacho mientras David apoya la frente sobre sus palmas.—¿Sabes cuántos han renunciado en 6 meses?

—Sorpréndeme.

—16. DIÉ-CI-SEIS. Y unos cuantos más lo han intentado. La dirección lo ha intentado todo. No pueden echarme. Se ve que es por mis resultados, que son demasiado buenos. —Bufo. David me ignora, y sigue con su discurso. —Pero lo de las renuncias está empezando a ser un problema. Quieren que cambie de actitud. Así que me han dado una especie de ultimátum. Me han dicho que solo puedo mantener mi puesto si alguien aguanta tres meses trabajando codo a codo conmigo.

¿Y esa persona soy yo? Este chico está flipado. Después de 17 meses, atreverse a pedir esto. No pienso contestar. Si quiere algo de mí, que suplique.

—Creo que es evidente por qué te pido esto a ti. No sé si hay mucha más gente esté dispuesta a ello. Además, en tu caso, supondría una mejora salarial. He mirado tus últimas nóminas y, sabiendo qué pagas de piso, no te vendría nada mal.—David y su actitud paternalista hacia mí. Como si no supiese cuidarme sola.—Tómatelo como una oportunidad, como una forma de ascenso.

—Eso suena a chantaje. —Inquiero. Aunque, dada mi actitud de los últimos meses, lo lógico es que me echasen, no que me ofreciesen un ascenso. Me pregunto si es David ha movido algunos hilos.

—Suena como lo que es. Además, no sé si tienes muchas más opciones. Todo el mundo sabe que tu jefa y tú no os lleváis bien.

—Mi respuesta sigue siendo la misma. No. Pero gracias por preocuparte por mí.

Me levanto con orgullo y me dirijo a la puerta, esperando que David vea lo que está perdiendo de nuevo. Pero en esta ocasión, parece dispuesto a luchar. Aunque sea por su puesto de trabajo.

—Alba, si no quieres hacerlo, lo entiendo. De verdad. Pero, por favor, no dejes que lo que pasó te detenga. No podemos cambiar el pasado. Si necesitas que te pida perdón, lo haré. Solo dime que lo pensarás. Por favor.—Temo que en cualquier momento se ponga de rodillas. Parece afectado. Medito un momento lo que me está proponiendo.

—¿Qué pasa después de los 3 meses?

—En lo estrictamente laboral, yo mantendría mi puesto de jefatura y a ti te harían una nueva oferta. Con un aumento de sueldo, posiblemente. —La duda parece surcar su rostro, aunque su sonrisa se levanta de medio lado. —Si te preocupa lo que pasará entre nosotros, después de esto desapareceré de tu vida. Seguiré trabajando aquí, pero podríamos llegar a algún tipo de solución. —Asiento. No dejo de pensar la razón por la que él ha pensado en mí. Pero quizá no me vaya tan mal.

—Está bien.—La sonrisa vuelve al rostro de David.—Pero habrá condiciones.—Él asiente.—Desde luego, ten por seguro que es la última vez que me chantajeas o amenazas. Nuestra vida sex...nuestra vida personal queda fuera de esta relación. 

—Será una relación estrictamente laboral. Te lo aseguro.—Su tono no admite réplica.

Una punzada involuntaria recorre mi pecho, pero trato de no darle vueltas. Firmo rápidamente los papeles, antes de que pueda arrepentirme. Doy la conversación por zanjada y me levanto. Pero la voz de David me detiene.

—Alba, hay algo más que quiero decirte.. —Me giro.—A partir de ahora somos compañeros de trabajo. Olvida lo del viernes pasado. No puede repetirse.

No te enamores de tu jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora