Mi sótano

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Mi madre desapareció cuando tenía 15 años.

Llegué a mi casa por la tarde de la escuela y mi padre estaba hablando con un policía sobre algo que no me dejaron escuchar. Me encerré en mi cuarto sin darle importancia al tema y a la hora de cenar fue cuando me lo dijo.

Conteniéndose las lágrimas, me explicó de la mejor manera que pudo, que mi madre se había ido y que probablemente no la volvería a ver jamás. La ira me invadió por completo y culpándolo de la situación, lo eché de mi cuarto para quedarme solo.

Los meses siguientes apenas salí de la habitación. Me negaba a asistir a clases y para comer, mi padre me dejaba el plato junto a la puerta para que lo cogiera cuando quisiera. Fue entonces cuando mi horario cambió y empecé a vivir de noche. Durante un tiempo creí volverme loco escuchando pasos, puertas y golpes durante madrugada.

Una de esas nocehs, decidí armarme de valor y salí de la habitación para investigar el origen de aquellos ruidos. Con la linterna del móvil, bajé directamente a la planta inferior y la recorrí por completo, pero no parecía haber nada. Allí, los ruidos se volvían más fuertes, y a los golpes se sumaba un llanto lejano que parecía provenir del suelo.

Seguí el sonido hasta que me detuve frente a un armario. Tras inspeccionarlo, descubrí un agujero escondido detrás de toda la ropa almacenada. Este conducía a unas escaleras que descendían hacia un sótano que nunca antes había visto.

Con la boca seca y las manos temblorosas, me adentré en aquel oscuro túnel. Llegué a una sala tan grande como el comedor, llena de pequeños charcos y con moho en las paredes, y ahí los sonidos se intensificaron aún más.

Levanté la linterna hacia el fondo de la sala y allí vi a mi madre, atada de pies y manos a una silla de madera, con los ojos y la boca vendados. En su cuerpo se reflejaba el agotamiento, y, tras días de lucha por liberarse, apenas podía emitir un leve llanto.

Ante de que pudiera darme la vuelta para salir corriendo, escuché detrás de mí la voz de mi padre,

"Markus, te juro que tenía pensado contártelo cuando te pusieras mejor"

En ese momento, la incertidumbre y el miedo me dejaron sin palabras, así que mi padre me acompañó de vuelta a la habitación y allí me ató a la silla del escritorio.

Con el tiempo, comprendí sus acciones y por qué las hacía. Él tan solo quería mantener la familia unida, y por un tiempo lo consiguió, hasta el día que la policía irrumpió en casa y se lo llevaron detenido. A mí me liberaron, y los restos de mi madre los llevaron a incinerar.

Supongo que ese fue el día que decidí ser policía.

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