Decisiones Firmes

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Max había pasado las últimas semanas con su agenda completamente saturada. Entre los entrenamientos, compromisos con patrocinadores y las exigencias del campeonato de Fórmula 1, apenas tenía tiempo para descansar. Sin embargo, en cada momento libre, su mente volvía a Sergio. 

Gracias a Kelly, había logrado encontrar más fotos y trabajos recientes de Sergio. Cada imagen que veía lo dejaba más intrigado. Sergio tenía un magnetismo natural frente a la cámara, y su belleza destacaba en cada pose, cada sonrisa, cada gesto. 

Una tarde en su hotel después de una sesión de prensa agotadora, Max se sentó en su cama con su laptop abierta. Kelly, quien lo acompañaba, se había convertido en su cómplice en esta búsqueda. 

— Encontré esto ayer —dijo Kelly mientras le enviaba un enlace a través de su teléfono. 

Max lo abrió, y sus ojos se iluminaron al ver una nueva galería de fotos. En las imágenes, Sergio posaba en un jardín lleno de flores, usando ropa de maternidad que resaltaba su creciente vientre. Su sonrisa era radiante, aunque Max notó algo en sus ojos que parecía ocultar melancolía. 

— Es increíble —murmuró Max, sin apartar la vista de la pantalla. 

Kelly se sentó junto a él. 

— Definitivamente tiene talento, y parece estar bastante ocupado. He estado investigando un poco más y parece que tiene varios contratos en Londres y alrededores. 

Max suspiró, frustrado. 

— Me gustaría buscarlo ahora, pero no puedo. Apenas tengo tiempo para respirar entre una carrera y otra. 

Kelly le dio una palmada en el hombro. 

— Tendrás tu momento, Max. Mientras tanto, enfócate en tus carreras. Cuando finalmente lo encuentres, será mucho mejor que hacerlo apresuradamente. 

Max asintió, aunque su impaciencia seguía latente. 

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Mientras tanto, en Londres, Sergio estaba inmerso en su trabajo. Desde que aceptó su primer contrato de maternidad, las ofertas no habían dejado de llegar. Ahora, su rostro aparecía en revistas, catálogos y redes sociales, representando no solo la belleza de la moda, sino también la fortaleza y el orgullo de los cuerpos en estado de gestación. 

— Este conjunto te queda perfecto —dijo la estilista mientras ajustaba una túnica suave sobre el vientre de Sergio. 

Él sonrió, acomodándose en el espejo. 

— Me siento como un lienzo —bromeó, provocando risas en el equipo. 

El fotógrafo llamó a todos para iniciar la sesión. Sergio se colocó en el centro del set, rodeado de luces cálidas que simulaban un atardecer. Con movimientos gráciles, posó para cada toma, dejando que su expresión transmitiera alegría y serenidad. 

Cuando terminaron, el equipo lo aplaudió, y el fotógrafo se acercó para felicitarlo. 

— Tienes algo especial, Sergio. Captas la atención de la cámara de una manera que pocos logran. 

— Gracias —respondió con modestia, aunque en su interior se sentía orgulloso. 

George, quien había estado observando desde un rincón, se acercó con una botella de agua. 

— Otro trabajo impecable. Pronto serás el rostro de todas las campañas de maternidad. 

Sergio rió, aceptando el cumplido. 

— No sé si tanto, pero me alegra que todo esté saliendo bien. 

George lo miró con una mezcla de orgullo y preocupación. 

— ¿Has pensado más sobre... ya sabes, decirle a Max? 

La sonrisa de Sergio se desvaneció ligeramente. 

— No. Y creo que no lo haré. 

George suspiró. 

— Sergio, sabes que eventualmente tendrá que enterarse. 

— ¿Para qué? —preguntó Sergio, alzando las manos—. Tiene su vida. Su carrera. Además... —se detuvo, dudando por un momento antes de continuar—. Lo vi en unas fotos recientemente. 

George frunció el ceño. 

— ¿Fotos de Max? ¿Dónde? 

— En las redes sociales. Estaba con una chica muy guapa. Parecían... felices. 

George entendió inmediatamente a qué se refería. 

— ¿Crees que es su pareja? 

Sergio asintió, mordiéndose el labio. 

— Probablemente lo es. No tiene sentido decirle nada. No quiero interferir en su vida. 

George quería protestar, pero sabía que Sergio era terco cuando tomaba una decisión. 

— Solo espero que no te arrepientas después —dijo finalmente. 

Sergio no respondió. En el fondo, sabía que George tenía razón, pero su orgullo y su miedo a complicar las cosas lo mantenían firme en su decisión. 

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Del otro lado del océano, Max estaba sentado en la sala de espera de un aeropuerto, revisando su teléfono mientras esperaba su vuelo. Entre las notificaciones, vio una nueva foto de Kelly en Instagram. La abrió y sonrió al ver que era una selfie de ambos, tomada después de una cena reciente. 

Sin embargo, al deslizar hacia abajo, vio algunos comentarios que lo hicieron detenerse. 

"¡Pareja perfecta! 🥰"
"Max y Kelly son goals." 
"Qué guapos se ven juntos."

Max frunció el ceño, incómodo con las suposiciones. Kelly era como una hermana para él, y aunque estaba acostumbrado a los rumores, no le gustaba la idea de que alguien interpretara mal su relación. 

Le envió un mensaje a Kelly: 

Max: "¿Viste los comentarios en tu última publicación?" 
Kelly: "¿Cuál? Dame un segundo." 

(Pocos minutos después...) 

Kelly: "Ahhh, esos comentarios. Ignóralos. Sabes cómo es la gente." 
Max: "Sí, pero podrían malinterpretarlo." 
Kelly: "Relájate, Max. Nadie que te conozca de verdad pensaría eso." 

Max dejó escapar un suspiro, cerrando la conversación. Sin embargo, no podía evitar preguntarse si Sergio había visto esas fotos y qué pensaría si las interpretaba mal. 

Mientras tanto, en Londres, Sergio miraba esas mismas imágenes en su teléfono, sintiendo que el aire se le escapaba. 

— Parece tan feliz... —murmuró para sí mismo, apagando la pantalla con una mezcla de tristeza y resignación. 

Había tomado su decisión: no le diría nada a Max sobre el bebé. Y aunque esa decisión pesaba en su corazón, estaba convencido de que era lo mejor para ambos.

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Bajo las Luces de la TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora