El Silencio del Corazón

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El hospital privado donde Sergio había decidido dar a luz era tranquilo y discreto. Las habitaciones estaban diseñadas para el confort, con amplias ventanas que dejaban entrar la luz de la mañana. George estaba a su lado, sosteniendo su mano mientras Sergio respiraba profundamente, preparándose para el último esfuerzo.

- Tú puedes, Sergio -dijo George, su voz calmada y llena de aliento.

Sergio, empapado de sudor, apretó los dientes y empujó con todas sus fuerzas, siguiendo las indicaciones de la doctora. Un grito ahogado escapó de sus labios antes de que el sonido que cambiaría su vida llenara la habitación: el llanto agudo de un bebé recién nacido.

Sergio dejó caer la cabeza contra la almohada, lágrimas de alivio y emoción surcando su rostro mientras observaba cómo la enfermera limpiaba al pequeño antes de colocarlo en sus brazos.

- Es un niño, Sergio -anunció la doctora con una sonrisa-. Está completamente sano.

Cuando el bebé fue colocado en su pecho, Sergio lo miró con adoración, sus manos temblorosas acariciando la cabeza cubierta de un suave cabello oscuro.

- Hola, pequeño -susurró, su voz quebrándose por la emoción-. Bienvenido al mundo, Patricio.

George, de pie a su lado, observaba la escena con lágrimas en los ojos.

- Es hermoso, Sergio. Igual a ti.

Sergio rió suavemente, su mirada nunca alejándose de su hijo.

- Pato. Creo que le queda bien.

El bebé, aún acurrucado en su pecho, dejó escapar un pequeño gemido, como si aprobara el apodo. Sergio no podía dejar de mirarlo. Por primera vez en meses, sintió que todo había valido la pena: las dudas, los miedos, los sacrificios. Ahora tenía a su pequeño, y nada más importaba.

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Después del parto, Sergio tomó una decisión que había estado considerando durante meses. No quería que su hijo estuviera bajo el escrutinio público ni que los rumores sobre su paternidad afectaran su vida. Aunque le dolía dejar atrás todo lo que había construido como modelo, sabía que lo más importante era proteger a Pato.

Así que, tan pronto como recibió el alta médica, Sergio se retiró del ojo público.

George lo ayudó a trasladarse a una pequeña casa en una ubicación remota fuera de Londres. Desde ahí, Sergio podía disfrutar de su nueva vida como padre, lejos del bullicio y las preguntas incómodas.

- ¿Estás seguro de esto? -le preguntó George mientras descargaban las últimas cajas en la sala de estar de la casa.

Sergio, con Pato dormido en un portabebés en su pecho, asintió.

- Es lo mejor para él. No quiero que nadie lo use como un escándalo o lo exponga.

George suspiró, aunque entendía sus razones.

- Si necesitas algo, lo que sea, sabes que siempre estaré aquí.

Sergio sonrió agradecido.

- Gracias, George. No sé qué haría sin ti.

Los días que siguieron fueron tranquilos pero llenos de aprendizaje. Sergio descubrió que la maternidad no era fácil, pero cada vez que miraba a Pato, sentía que todo valía la pena.

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Mientras tanto, Max finalmente había encontrado un pequeño espacio en su apretada agenda para buscar a Sergio. Habían pasado meses desde que lo había visto por última vez, y la frustración de no saber dónde estaba se había acumulado en su interior como un peso insoportable.

- Estoy seguro de que puedo encontrarlo -dijo Max mientras revisaba una lista de contactos en su teléfono.

Kelly, sentada a su lado en el avión rumbo a Londres, arqueó una ceja.

- ¿Y si no quiere ser encontrado?

Max la miró, desconcertado.

- ¿Por qué no querría?

Kelly suspiró.

- Tal vez no tiene interés en revivir lo que sea que pasó entre ustedes.

Max apretó los labios, sin querer admitir que esa idea lo aterraba.

- No puedo dejarlo así, Kelly. Tengo que verlo, al menos para saber si está bien.

Kelly asintió, aunque sabía que Max estaba tan involucrado emocionalmente que nada de lo que dijera lo haría cambiar de opinión.

Cuando llegaron a Londres, los dos comenzaron su búsqueda. Kelly había contactado a varias agencias de modelos, pero todas le dieron respuestas vagas. Sergio había cumplido con todos sus contratos y no había renovado ninguno.

- Es como si hubiera desaparecido -dijo Kelly después de su quinto intento fallido.

Max estaba sentado junto a ella, revisando fotos antiguas en su teléfono. Una en particular llamó su atención: Sergio, sonriendo en una sesión al aire libre, con el vientre apenas visible en ese momento. Su corazón se encogió al recordar cuánto lo había impactado esa imagen.

- No puede haberse ido tan lejos -dijo Max, aunque su voz reflejaba su duda.

Kelly lo miró con compasión.

- Tal vez necesitas aceptar que no quiere ser encontrado.

Max negó con la cabeza.

- No puedo aceptar eso hasta que lo sepa por él mismo.

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Sergio, ajeno a los esfuerzos de Max, disfrutaba de una tarde tranquila en casa. Pato estaba acostado en su moisés, haciendo pequeños sonidos mientras dormía. Sergio estaba sentado en el sofá, revisando un libro de maternidad que George le había regalado.

Aunque había días en los que se sentía aislado, nunca se arrepentía de su decisión. Su vida ahora giraba completamente alrededor de Pato, y eso le daba una felicidad que nunca había experimentado antes.

- Te prometo que siempre te protegeré, pequeño -susurró mientras acariciaba la cabeza de su hijo.

Sergio había hecho su elección: su hijo sería su prioridad, y nada ni nadie cambiaría eso. Aunque parte de él seguía deseando que Max estuviera allí con ellos, había aceptado que esa no era su realidad.

Con el tiempo, pensaba, aprendería a vivir con ello.

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Bajo las Luces de la TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora