El Destino en Monza

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Monza era un lugar donde los sueños cobraban vida para muchos, pero para Sergio Pérez, era una ciudad llena de desafíos emocionales. Había aceptado regresar a su carrera de modelo con cautela, sabiendo que ahora debía proteger algo mucho más valioso: su hijo, Pato.

La agencia de modelaje que lo contrató no podría haber elegido un lugar más emblemático para su sesión de fotos. Trabajar en el icónico circuito de Monza tenía un peso simbólico, pero también un riesgo, pues Sergio sabía que el Gran Premio ocurriría esa misma semana. Con los pilotos y el mundo de la Fórmula 1 congregados allí, las posibilidades de toparse con Max Verstappen eran demasiado altas para ignorarlas. 

Sin embargo, Sergio estaba decidido a mantener un perfil bajo. Por eso, viajó con su amiga Carola, quien se encargaba de cuidar a Pato mientras él trabajaba. La pequeña familia llegó a Monza con un plan claro: Sergio realizaría su sesión de fotos, y luego regresarían al hotel sin exponerse demasiado.

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En otro lado del circuito, Max Verstappen vivía días intensos. Monza era uno de sus circuitos favoritos, y su enfoque estaba en asegurarse de que nada lo distrajera antes de la carrera. Aun así, en los momentos de calma, su mente divagaba hacia recuerdos que nunca lo habían abandonado. Ese rostro pecoso, esa sonrisa luminosa... Sergio seguía presente en su vida, aunque solo fuera en sus pensamientos. 

— ¿Por qué sigues con eso, Max? —le preguntó Kelly Piquet mientras caminaban juntos por el paddock. Ella, su mejor amiga, había estado a su lado durante todo el proceso de búsqueda. Aunque solo conocía a Sergio por las fotos que Max le había mostrado, entendía por qué era tan importante para él. 

— No puedo evitarlo, Kelly. Algo me dice que necesito encontrarlo. 

Kelly sonrió con empatía. 

— Bueno, aquí estamos en Monza, un lugar lleno de oportunidades. Tal vez el destino te ayude esta vez. 

Max asintió, pero no pudo evitar sentir una mezcla de esperanza y resignación. Habían pasado dos años desde la última vez que vio a Sergio, y aunque no había dejado de buscarlo, cada pista lo llevaba a un callejón sin salida. 

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Mientras tanto, Sergio estaba en medio de su sesión de fotos. Vestido con ropa deportiva, posaba frente a una tribuna vacía con una mirada determinada. El fotógrafo lo guiaba con precisión, capturando cada ángulo de su belleza única. 

— Increíble, Sergio. Dame otra sonrisa. Perfecto. 

Sergio seguía las instrucciones con naturalidad, pero en el fondo estaba inquieto. A pesar de que estaba completamente concentrado en su trabajo, no podía ignorar el murmullo del paddock y el rugido de los motores en la distancia. Sabía que Max estaba cerca, pero se aferraba a la esperanza de que no se cruzarían. 

Al terminar la sesión, se dirigió al área de descanso, donde Carola lo esperaba con Pato. 

— ¿Cómo estuvo? —preguntó Carola mientras arreglaba el gorro de Pato para ocultar sus rizos castaños. 

— Bien. Creo que las fotos salieron geniales, pero no puedo evitar sentirme expuesto aquí. 

Carola lo miró con preocupación. 

— Tranquilo, Sergio. Nadie sospechará nada. Pato está bien escondido, y tú te ves como siempre: increíble. 

Sergio le sonrió, pero sabía que Carola solo intentaba tranquilizarlo. No podía ignorar que estaba caminando sobre una cuerda floja. 

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Esa misma tarde, Kelly caminaba por el paddock cuando algo llamó su atención. Una figura delgada, con cabello castaño y pecas, que parecía increíblemente familiar. Se detuvo en seco, intentando procesar lo que veía. 

— ¿Podría ser él? —murmuró para sí misma. 

Siguió al hombre con discreción, tratando de confirmar si era el mismo Sergio de las fotos que Max le había mostrado. Cuando lo vio salir del área donde se había llevado a cabo una sesión de modelaje, sus sospechas se confirmaron. 

Kelly corrió de vuelta hacia Max, con el corazón acelerado por la emoción. 

— ¡Max! ¡Lo vi! 

Max, quien estaba revisando datos de la telemetría en su laptop, levantó la mirada confundido. 

— ¿De qué hablas? 

— A Sergio. Lo vi en el paddock. Estaba saliendo de una sesión de fotos. 

Max se quedó helado. 

— ¿Estás segura? 

— Por supuesto. Es idéntico a las fotos que me mostraste. Además, ¿quién más tendría esa piel perfecta y esas pecas? 

Max sintió que su corazón se aceleraba. 

— ¿Sabes dónde está ahora? 

— No, pero si está aquí, seguro vendrá a la fiesta después de la carrera. Es el lugar perfecto para encontrarse con todos. 

Max asintió, sintiendo una chispa de esperanza que no había experimentado en años. 

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Esa noche, Sergio y Carola regresaron al hotel. Mientras cenaban en la habitación, Carola no pudo evitar notar la inquietud de Sergio. 

— ¿Qué sucede? 

— Vi a Kelly Piquet hoy. Estoy seguro de que es la misma mujer con la que he visto fotos de Max. Deben estar juntos. 

Carola suspiró, ya acostumbrada a las suposiciones de Sergio. 

— ¿Y si no lo están? ¿Y si todo esto es un malentendido? 

Sergio negó con la cabeza. 

— No importa. Si realmente está con ella, significa que está feliz, y eso es suficiente para mí. 

Carola lo miró con tristeza, deseando que Sergio pudiera liberarse de esos pensamientos autodestructivos. 

— Bueno, al menos hiciste un gran trabajo hoy. Las fotos serán increíbles, y sé que esto es solo el comienzo para ti. 

Sergio sonrió débilmente, pero en el fondo, seguía sintiendo el peso de los recuerdos y las posibilidades no exploradas. 

Mientras tanto, en el otro lado de Monza, Max se preparaba para la fiesta con un solo pensamiento en mente: encontrar a Sergio y, esta vez, no dejarlo escapar.

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Bajo las Luces de la TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora