Un Encuentro Inevitable

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La música resonaba con fuerza en el salón iluminado por luces de colores, mientras risas y conversaciones llenaban el espacio. La fiesta posterior al Gran Premio de Monza era una tradición, una oportunidad para que pilotos, patrocinadores y algunos invitados especiales se relajaran después de un fin de semana agotador. Sergio Pérez, sin embargo, no compartía ese entusiasmo. 

— ¿De verdad tengo que ir? —preguntó Sergio, ajustándose la camisa mientras miraba a George con una mezcla de fastidio y resignación. 

George, impecablemente vestido y con una sonrisa que no dejaba lugar a réplica, asintió. 

— Sí, es una oportunidad increíble para hacer contactos. Además, estarás rodeado de celebridades, y eso puede abrirte muchas puertas en el mundo de la moda. 

Sergio suspiró. No podía discutir con la lógica de George, pero sabía que asistir a esa fiesta significaba exponerse, no solo profesionalmente, sino emocionalmente. Si Max estaba allí, ¿cómo manejaría verlo otra vez? 

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Max Verstappen estaba sentado en una mesa apartada, su mirada fija en la entrada del salón. Aunque había intentado relajarse, la posibilidad de que Sergio apareciera lo mantenía en vilo. Desde que Kelly le había contado sobre verlo en el paddock, cada fibra de su ser había estado concentrada en este momento. 

Cuando finalmente Sergio cruzó la puerta, Max sintió que el aire abandonaba sus pulmones. Estaba más hermoso de lo que recordaba. Las fotos no le hacían justicia. Sergio llevaba un traje negro ajustado que resaltaba su figura esbelta y su piel bronceada. Sus rizos caían con naturalidad, enmarcando su rostro pecoso y esa sonrisa cautivadora que Max había soñado tantas noches. 

Max se puso de pie casi sin darse cuenta. 

— Ahí está, Kelly —dijo, su voz cargada de emoción. 

Kelly lo miró, luego a Sergio, y sonrió. 

— Ve a hablar con él. No desperdicies esta oportunidad. 

Max dudó un momento, pero cuando vio que Sergio se acercaba a la barra, decidió que no podía esperar más. 

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Sergio trataba de mantenerse relajado mientras pedía un vaso de agua con limón. Aunque todos parecían disfrutar de la fiesta, él no podía evitar sentirse fuera de lugar. Justo cuando giró para regresar a su asiento, se encontró con esos ojos azules que había intentado olvidar durante años. 

— Sergio. 

El corazón de Sergio dio un vuelco. Max estaba frente a él, más apuesto de lo que recordaba. Llevaba un traje perfectamente ajustado, y su mirada tenía una intensidad que lo desarmó por completo. 

— Max... hola. 

El tono de Sergio era cortés, pero distante, un reflejo de las emociones encontradas que lo invadían. 

— No puedo creer que seas tú —dijo Max, dando un paso hacia él—. Te he estado buscando por años. 

Sergio frunció el ceño, confundido. 

— ¿Buscándome? ¿Por qué? 

Max soltó una risa nerviosa. 

— Porque nunca pude olvidarte. Desde aquella noche... 

Las palabras de Max hicieron que el rostro de Sergio se encendiera de rubor. Miró alrededor, sintiéndose repentinamente expuesto. 

— Max, no creo que este sea el lugar para hablar de eso. 

— Entonces, hablemos en otro lugar —insistió Max, su voz firme pero suplicante—. Por favor, Sergio, he pasado dos años preguntándome qué pasó contigo. 

Sergio lo miró con una mezcla de dolor y ternura. Había imaginado este momento tantas veces, pero nunca había creído que realmente sucedería. 

— No hay mucho que decir, Max. Tú seguiste con tu vida, y yo con la mía. 

Max negó con la cabeza. 

— No. No fue así. Sergio, te prometo que si no te busqué antes fue porque no sabía cómo encontrarte. Y cuando finalmente lo intenté, ya no estabas en ninguna parte. 

— ¿De verdad crees que eso cambia algo? —replicó Sergio, su voz más dura de lo que pretendía—. Han pasado dos años, Max. La vida sigue. 

— Pero yo no he seguido adelante —confesó Max, su tono cargado de emoción—. No puedo. 

Sergio sintió que sus defensas comenzaban a desmoronarse. 

— ¿Y Kelly? —preguntó, intentando mantener la compostura—. La he visto contigo en todas partes. 

Max frunció el ceño, claramente confundido. 

— ¿Kelly? Es mi mejor amiga, nada más. 

El alivio y la incredulidad se reflejaron brevemente en el rostro de Sergio, pero rápidamente desvió la mirada. 

— Eso no importa. Lo que sea que tú pienses, Max, ya no es relevante. 

Max dio otro paso hacia él, acortando la distancia. 

— Claro que importa. Dime que no has pensado en mí, que no has sentido lo mismo que yo durante todo este tiempo, y me iré. 

Sergio abrió la boca para responder, pero las palabras se atoraron en su garganta. ¿Cómo podía mentir cuando cada noche lo había recordado? Cuando cada rasgo de Pato le recordaba a este hombre que ahora estaba frente a él. 

Finalmente, Sergio dio un paso atrás, intentando recuperar el control. 

— No puedo hacer esto, Max. Por favor, olvídalo. 

Sin esperar respuesta, Sergio dio media vuelta y se alejó, dejando a Max con el corazón roto y más decidido que nunca a no perderlo otra vez. 

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Bajo las Luces de la TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora