𝐶𝑎𝑝í𝑡𝑢𝑙𝑜 𝟷

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La oscuridad se sumió en la habitación donde su cuerpo reposaba, la sangre se esparcía lentamente por todo el suelo, teniéndolo de rojo y dejando constancia de la feroz batalla reciente. Los ecos del llanto desesperado de una cuerva resonaban entre las paredes, un grito agudo cargado de angustia.

—¡Amo Muichiro, por favor, despierte!
¡Despierte, por favor, amo Muichiro, no me deje!

Sus alas temblaban mientras revoloteaba frenéticamente, buscando cualquier cosa que pudiera detener la hemorragia de su querido amo, su joven niño que tantas veces había perseguido y adorado.

-¡Ayuda! ¡Por favor, alguien, ayúdenos, ayúdenlo!

Las lágrimas se deslizaban de sus ojos negros, mientras al fin se posaba sobre el cuerpo inerte, decidida a quedarse a su lado, aunque la desesperanza comenzaba a invadirla.

De repente, otro cuervo apareció en la escena, observa con tristeza y un dejo de comprensión, suspirando para volar más bajo.

—Debes volar ahora —dijo con voz grave—.Él ya no está. No hay nada más que podamos hacer por él. La batalla sigue, y necesitamos más refuerzos. Si no te mueves, su sacrificio no tendrá sentido.

El tono firme y sombrío logró atravesar el dolor de la cuerva, que lo miró con odio y pena, queriendo resistirse a abandonar a su niño. Sin embargo, comprendió que debía obedecer.

Con un último vistazo lleno de dolor, alzó el vuelo, siguiendo a su compañero, las lágrimas aún cayendo mientras se alejaba.

El silencio cubrió la estancia como un manto pesado. El cuerpo del joven, sin vida, yacía allí, testimonio de una historia llena de tragedia y lucha. Entonces, unos pasos elegantes rompieron la quietud. Tacones resonaron sobre el piso manchado de sangre, y una figura femenina de cabello blanco y ojos dorados ardientes se acercó, su piel pálida resaltando bajo la tenue luz. Sostenía una sombrilla y su rostro mostraba una expresión de lástima.

-Catorce años... -susurró, arrodillándose junto al cuerpo del niño—. Una vida tan corta y tan marcada por el dolor, Muichiro Tokito. Puedo sentir el pesar de aquellos que te amaron resonando a través de ti. Ya no queda mucho tiempo...

Sus ojos se alzaron al techo, que crujía y temblaba con amenaza de derrumbe.
Cerró los ojos por un instante y sonrió suavemente, como si encontrara consuelo en un pensamiento fugaz. Luego, se levantó de nuevo, la sombrilla entre sus manos.

—Yoriichi, no hay día en el que no me arrepienta de todo el daño que causé. Hoy, por fin podré ser libre... ¿Quizás puedas perdonarme?

Susurré mientras cerraba los ojos con tranquilidad. Corté levemente mi dedo y observé cómo una gota de sangre se deslizaba hasta caer sobre la frente del niño.

—Lamento lo que estoy a punto de hacer, Tokito... pero aún no es tu momento. Vive un poco más, sé feliz con los que amas. Es lo que tu familia habría querido.

Hablé con voz suave mientras una ola de lazos dorados comenzaba a emanar de la herida abierta, llenando el lugar con un resplandor luminoso.

—Arte de sangre demoniaco.

Sacrificio Carmesí..Vital de Renacimiento...

En ese instante, la habitación estalló en un mar de lazos dorados que envolvía el cuerpo del pelinegro. Sus heridas empezaron a sanar poco a poco, y en cuestión de minutos, su cuerpo volvió a su estado normal, con su corazón latiendo de nuevo.

—Muichiro, es hora de despertar... No puedo quedarme aquí, pero te pido gracias. Gracias por liberarme...

Sonreí mientras daba media vuelta y me alejaba con la cabeza baja. El lugar comenzó a derrumbarse a mi alrededor, pero mi arte demoniaco seguía protegiendo al niño al que había devuelto la vida.

—Muzan, puedo sentir tu rabia... Caerás, y me iré al igual que tú, me asegurare de que pagues todos tus pecados en el infierno..

 Caerás, y me iré al igual que tú, me asegurare de que pagues todos tus pecados en el infierno

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La lucha contra Muzan se había extendido, y cada segundo se sentía eterno. Mis pulmones ardían de cansancio, y mi cuerpo apenas respondía, moviéndose solo por inercia, guiado por un instinto de supervivencia y por el peso de cumplir con mi misión. El dolor en mi pecho se mezclaba con la rabia, una mezcla amargamente familiar que me recordaba cuántos de mis seres queridos habían caído en este combate sin fin. Mientras luchaba, sentía cómo Muzan me absorbía lentamente, su carne corrupta envolviéndome y ahogándome. A pesar de mis esfuerzos, no había indicios de que realmente pudiera morir.

Mi corazón latía tan despacio que me costaba distinguir la realidad de la ilusión. Todo a mi alrededor era un caos hasta que, de repente, lo vi.

Muzan se acercaba, sus labios se movían en un monólogo sin sentido que mi mente apenas registraba. Las voces, las luces, todo se mezclaba en un torbellino de confusión.

—Tanjiro... Tanjiro... Tanjiro...

Levanté la vista, sabiendo que debía escapar, que debía liberarme antes de que Muzan lograra utilizarme como una herramienta en su cruel juego. Pero mi cuerpo se negaba a responder. Estaba atrapado, paralizado, incapaz de moverme... hasta que un destello dorado cortó la carne retorcida que me tenía atrapado.

—Detente. Tú eres quien heredará mi voluntad. Tienes todo lo que necesitas. Nadie puede detenerte ahora.

El calor recorrió mi cuerpo, y sentí cómo los lazos dorados luchaban por separarme de Muzan. Una voz familiar y dulce me sacó de mi letargo.

—Onii-chan... regresemos.

¿Nezuco?

Unas manos temblorosas tomaron las mías, transmitiendo un calor reconfortante, y un suspiro suave me envolvió, elevándome poco a poco.

—¡No puedes! ¡Vuelve aquí, maldita sea!

Pero las voces se desvanecieron mientras cruzaba la luz cálida. Mis ojos se abrieron lentamente y vi a Nezuko llorando sobre mi pecho, su rostro empapado de lágrimas. Los míos también se llenaron de humedad, incapaz de decir una palabra, simplemente disfrutando del abrazo que tanto había deseado.

Todo había terminado.

𝘜𝘯 𝘔𝘪𝘭𝘢𝘨𝘳𝘰 𝘊𝘢𝘳𝘮𝘦𝘴í / 𝘛𝘢𝘯𝘔𝘶𝘪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora