Capítulo 27

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Roderick.
La ciudad se extendía frente a mí, un mar de luces que titilaban bajo la negrura del cielo. Podía sentir el peso del día en mis hombros, cada músculo de mi cuerpo pidiendo descanso. Pero sabía que no lo encontraría. No mientras Athena estuviera allí, con las sombras acechandola.

Y menos mientras Dorian continuara mirándome como si me hubiera condenado.

Sus pasos firmes resonaron tras de mí. No necesitaba girarme para saber que era él. La tensión en el aire cambió, un filo que cortaba el silencio entre nosotros. Me quedé quieto, observando la ciudad, mientras él cerraba la puerta con un clic que sonó más fuerte de lo necesario.

-Roderick, hemos trabajado juntos por años. -La voz de Dorian era como un cuchillo, afilado y preciso-. Y puedo decir que tú actitud ha cambiado.

Me giré, manteniendo una expresión neutral. Sabía que este momento llegaría, pero enfrentarlo era otra cosa.

-¿A qué te refieres? -pregunté, como si no supiera exactamente a dónde quería llegar.

Dorian cruzó los brazos, sus ojos taladrándome con una intensidad que podría haber intimidado a cualquiera. Pero no a mi.

-No finjas-dijo, su tono aún más frío-. Te estás involucrando con Athena más de lo que deberías estar en tú posición.

La ira comenzaba a burbujear en mi interior, pero la mantuve a raya. No era el momento para perder el control.

-Athena es importante para todos nosotros, Dorian.

Su sonrisa fue más un destello de amenaza que una muestra de humor.

-Sé lo que sientes por ella.

Las palabras golpearon con la fuerza de un puñetazo. No porque fueran una sorpresa, sino porque las dijo en voz alta, como si quisiera usar mi propio secreto contra mí. Mi corazón se aceleró, pero no aparté la mirada.

-¿Y qué si lo estoy? -respondí, mi voz más baja, pero cargada de desafío-. Athena merece algo más que ser una pieza en este juego. Ella merece ser feliz.

Dorian avanzó un paso, su figura proyectando una apariencia aún más imponente bajo la tenue luz de la oficina.

-¿Y crees que tú puedes dársela? -Su voz era letalmente tranquila-. No eres más que un hombre atrapado en las mismas circunstancias que yo.

El veneno en sus palabras habría sido suficiente para desanimar a cualquiera, pero no a mí. Me acerqué, acortando la distancia entre nosotros.

-Al menos yo no me escondo detrás de las palabras-repliqué, dejando que cada palabra se incrustara profundamente-. Tú hablas de protegerla, de mantenerla a salvo, pero dime, ¿cuánto de eso es realmente por ella y cuánto es por ti?

Vi cómo la máscara de Dorian vacilaba, solo un instante, pero fue suficiente. Era un hombre de control absoluto, pero incluso él tenía grietas. Y en ese momento, una de ellas quedó expuesta.

-Athena no es solo alguien a quien quiero proteger -dijo finalmente, su voz casi un susurro, pero con un peso inquebrantable-. Es la única luz en todo este maldito caos. Y no voy a perderla.

El silencio se hizo más profundo entre nosotros. Su confesión me golpeó en el pecho con fuerza. Porque, a pesar de todo, sabía que sus palabras eran ciertas. Athena significaba todo para él, tanto como para mí. Pero eso no hacía mis sentimientos menos válidos, ni mi determinación menos fuerte.

-Sé que tú siempre serás su primera elección -dije, mi tono más suave-. Pero eso no cambia lo que siento. Y no voy a dejar de cuidarla, aunque eso signifique estar en las sombras.

El rubí del Emperador [+18] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora