3. Los Dragones de Hierro

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—No debería ni importarte —espeta Devon, enfadada.

—Devon... —le reclama Sam.

Yo continuo tirada sobre la cómoda cama de nuestro cuarto, mientras observo el techo con la mirada perdida. Robby fué un idiota, pero por alguna razón me sigo sintiendo mal yo. ¿Debí hablarle así? ¿Se lo merecía? ¿Fuí muy dura?

—¿Qué? Es verdad, Robby es un idiota.

—Sigue siendo nuestro compañero y amigo —Sam me mira— ¿Verdad, Marina?

—Eso no le da derecho a que la haya tratado como la trató —Devon se cruza de brazos, manteniendo su posición. Yo suspiro, algo cansada de la pelea.

—Creo que iré a tomar aire libre —me pongo de pie, arreglando mí pelo rápidamente y volteo a ver a mis amigas, ellas me miran con pena— Lo que haya dicho Robby no tiene importancia, no hay que olvidar la razón principal por la que estamos aquí. Y sí, duele, pero lo superaré. Robby tendrá que hacerlo también.

—El torneo, claro —Devon asiente, comprendiendo— Marina tiene razón, no más distracciones.

Les sonrío y me coloco mí sudadera gris antes de salir del cuarto de hotel.

Quizás pensar a solas me haga bien.

. . .

Luego de trotar un poco, perderme en las calles de Barcelona y que probablemente un Taxi me haya cobrado de más. Regreso al hotel justo a tiempo para prepararme e ir a la excursión en grupo. Lo bueno es que he recuperado mí ánimo, así que cuando nos informan que los capitanes debemos permanecer todos en un mismo grupo, no me desagrada tanto.

Me siento linda, me he puesto lo más colorido que tengo. Incluso un moño en mi pelo oscuro. No quiero demostrar debilidad, pero tampoco rudeza. Solo quiero ser... yo. Ah y el color celeste destaca en mi top de mangas largas. Debo representar a mí nombre después de todo.

Me uno al grupo de capitanes, saludando a un par. Llego a la conclusión de que entre tanta gente ruda, peleando entre sí, ser amable no viene mal al ambiente.
Inevitablemente, Robby y yo quedamos codo a codo de nuevo, pero es lo que se espera. Somos un equipo después de todo, y yo sé ser profesional. Pese a nuestra pelea.

—Bien todos sonrían y digan ¡Barcelona!
—indica el fotógrafo, inspirado. Sonrío por lo gracioso de la situación.

—¡Barcelona! —coreamos entre todos mientras nos toman las fotos. Creo que fuí la única que lo dijo animada.

—Más fuerte, otra vez —pide el fotógrafo.

—¡Baaarcelonaaa!

Mientras nos toman más fotos, me distraigo mirando a los demás. Veo a Tory junto a su co-capitan asiático al lado, ella y Robby se echan miradas.

—Tú, el alto de atrás —dice el fotógrafo, cansado, todos volteamos a ver al joven de rasgos eslavos que está en el fondo, probablemente el menos emocionado de estar aquí. —Sonríe un poco, muestra más emoción.

Lo miro un momento, notando en pocos segundos como no quiere sonreír, como le es tan difícil. ¿Por qué a una persona tan joven le sería tan difícil sonreír?
El mundo del karate es duro, lo sé a primera mano. No puedo evitar sentir empatía por el pobre.

Dejo de mirarlo cuando Tory se va del grupo, y Robby la mira como un tonto que no sabe como pedir disculpas por ser un novio idiota.

—Por las barbas del señor Miyagi, síguela —empujo a Robby ligeramente, con obviedad.

El me mira confundido y termina por seguirla, a una especie de acuario o algo así. Ya era hora.

. . .

El Corazón De Una Bestia | Axel Kovacevic (Cobra Kai)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora