23. Viejo odioso

30 6 0
                                    

Hace 3 años y medio atrás...

El sol comenzaba a descender sobre el paddock, tiñendo todo con tonos dorados mientras los equipos recogían los últimos detalles de la jornada. Las luces de los garajes empezaban a encenderse, lanzando destellos sobre las carrocerías brillantes de los monoplazas. Sergio estaba en el garaje de Racing Point, concentrado en los datos que su ingeniero le mostraba en una tableta. La jornada había sido tranquila, sin mayores sobresaltos, lo que le permitía disfrutar de esos pequeños momentos de rutina.

Sin embargo, la voz familiar y algo burlona de Carlos Sainz rompió la concentración de Sergio.

—¡Checo! —gritó desde lejos mientras avanzaba hacia él con una sonrisa cómplice.

Detrás de Carlos, Max Verstappen caminaba con las manos en los bolsillos con una expresión neutral.

—¿Qué tal? —dijo Carlos al llegar, colocando una mano sobre el hombro de Sergio con familiaridad. Luego, giró hacia Max—. Le estaba diciendo a Max que debería probar el café de tu equipo. Es sorprendentemente bueno para ser de paddock.

Sergio sonrió, dejando a un lado la tableta. 

—Es porque lo traemos de México. No se lo prestamos a cualquiera, eh. —Se volvió hacia Max con una leve inclinación de rostro, haciendo que hiciera contacto visual brevemente con él.— ¿Quieres probar?

Max lo miró durante un segundo, como si evaluara la propuesta, y luego asintió.

—Claro. Si tú lo dice, es porque debe de ser bueno.

Sergio lo guió hacia una mesa improvisada cerca del garaje, donde una cafetera vieja, algunas tazas y un pequeño bote de azúcar descansaban en un rincón. El olor del café recién hecho llenaba el aire, mezclándose con el característico aroma de la gasolina y el metal caliente.

Mientras servía el café, Max lo observaba con atención. Había algo casi hipnótico en la forma en que Sergio manejaba incluso las tareas más pequeñas. Sus movimientos eran metódicos pero no forzados, como si cada acción tuviera un propósito definido.

—¿Lo tomas con azúcar? —preguntó el chico de pecas, levantando la mirada para encontrarse con los ojos azul profundo de Max.

El neerlandés notó el brillo cálido en los ojos oscuros de Sergio y se encontró respondiendo antes de pensarlo demasiado.

—Negro está bien.

Sergio asintió y le pasó la taza, rozando sus dedos  brevemente en el proceso. Había sido un gesto insignificante, un accidente.

—¿Y? —preguntó Sergio mientras Max daba un sorbo—. ¿Es tan bueno como Carlos decía?

Max frunció el ceño en un gesto exagerado de evaluación, y Sergio se encontró esperando su respuesta más de lo que esperaba.

—Está decente. Podría acostumbrarme a esto.

Sergio se rió, sacudiendo la cabeza mientras miraba a Carlos, quien observaba la interacción con una sonrisa divertida.

—"Decente", dice. Es un cumplido viniendo de ti, ¿no?

Max dejó escapar una pequeña sonrisa, más genuina de lo que solía mostrar.

—No doy cumplidos fácilmente, así que sí, considéralo uno.

La conversación fluyó con sorprendente naturalidad, pues no habían pasado muchos días desde que habían sido presentados por Carlos. Sin embargo, Max y Sergio parecían haberse aislado en una burbuja propia, un espacio compartido en el que las palabras fluían sin esfuerzo.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: 16 hours ago ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El diario del asiento 33B |CHESTAPPEN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora