Meses más tarde...
Idilio. El idilio más maravilloso en el que ella habría podido vivir siempre. Nada de miedo, nada de dolor. Eso había sido su vida matrimonial desde ese mes de mayo en que se casó con Abel, y mucho más, después de saber el sexo de sus bebés. El año y su embarazo habían transcurrido con serenidad por fin, nada de sobresaltos, persecuciones y miedo. Solo una dulce rutina en que Paulina se sintió tan a gusto que en más de una ocasión le había pedido a Abel que la pellizcara y saber si eso era un sueño, si de un momento a otro despertaría de regreso en Belmira, siendo esa niña lastimada y sola que nadie quería; o la mujer callada y rota de Don Matías que tenía que ver negado su amor.
Pero no. No era un sueño. Era libre, era feliz, era suya y compartía con una familia y amigos maravillosos que no la dejaban sola.
Se sentó sobre la cama tomando el joyero/caja musical que su esposo le diera, y sacó los pendientes para ponerse. Se había dado un baño para preparase e ir con su tía de compras, mientras Abel y los niños no estaban. El parto estaba próximo a arribar según los cálculos de la doctora, al haber programado la cesárea para el 21 de noviembre, y faltaban unas cuantas cosas por comprar para Eloísa y Daniel. Y eso que habría podido ir antes, de no ser por lo estricto y cuidadoso que era su esposo con ella, de cuidarse por el embarazo.
Mas intenso que unas ganas de ir al baño en un paseo, ni moverse la dejaba, cumpliendo sus caprichos, pero también cuidándola como si fuese de porcelana; y es que teniendo los mismos síntomas que ella durante todo el embarazo, quería que todo saliera bien y la aguantada de nauseas, sueño en el trabajo y antojos no fuesen padecidos en vano.
Hoy por fin podría escapársele mientras el laboraba en el colegio.
—¿Pao?
Miró hacia la puerta entornada.
—Termino de arreglarme, tía—le gritó, tras ajustar el topo del arete.
Otra que ni respirar la dejaba.
Se asomó.
—Yo ya estoy lista para salir. ¿Qué te falta?
Con mucha dificultad consiguió levantarse de la cama, ajustando su vestido materno.
Sus rizos recogidos de forma descomplicada hacia atrás.
—Solo poner la cartera en el bolso, y podemos irnos.
Y rezar que sus piernas hinchadas le aguantaran la caminata por la ciudad.
Ismenia, que no parecía estar segura de que ella saliera en ese estado, la miró de forma dudosa.
—¿De verdad crees seguro que salgamos? Pao, estás a días de la cesárea. ¿No será riesgoso?
Puso todo en el bolso pequeño y se miró una última vez en el espejo.
—María Isabel me anunció que faltaba un poco más para estar a término, que los bebés no se adelantarían. Yo necesito hacer estas compras—la miró—faltan pañales, uno de los teteros, mudas de ropa. Quiero que todo sea perfecto, tía.
—Cosas que Abel y yo te podemos comprar. Va a salir perfecto todo, te lo prometo.
Ella solo miró las dos cunitas una junto a la otra y cerca de la cama, rozando la madera, y con el corazón brincándole de añoranza.
Faltaba tan poco y a la vez se veía tan lejano.
—Sé que Abel correría de mil amores en busca de lo que necesito, y tú también. Me lo han mostrado en estos meses que hasta la quinta porra han ido buscando un asadero de pollo a las 2 de la mañana para traerme uno de mis antojos—Ismenia rió—pero, Nana... nunca tuve la posibilidad de hacer esto por Emilia y Jerónimo. Estar tan holgada en dinero que con solo chasquear los dedos podría complacerlos tanto a ellos como a estos dos tesoros que vienen en camino—se rozó el vientre—quiero hacerlo. Quiero esta distracción, quiero hacer lo que toda madre y emocionarse con estas cosas.
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ENTRE LA CRUZ Y EL CORAZÓN (COMPLETA)
RomanceNoche. Oscura y silenciosa noche. Sin saber si con el favor de ese Dios que ella no conoce, o guiada por el diablo... Paulina se ha valido de ella para huir de su casita de campo en Belmira, Antioquia con sus dos pequeños de seis y diez años, lejos...