Capítulo 31: Promesas Bajo la Luna

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El ambiente era tranquilo, con el murmullo de las olas como única banda sonora. Karime había apoyado su cabeza en el hombro de Gala mientras ambas miraban el horizonte. La luna iluminaba la playa con una luz plateada, y el viento traía consigo un fresco aroma a sal.

Karime rompió el silencio después de un rato, girando su rostro para mirar a Gala de cerca.

—¿Qué pasa por tu cabeza, Gala? —preguntó suavemente, rozando su nariz contra la de ella.

Gala tardó un momento en responder. Su mirada seguía fija en el océano, pero su mente estaba inmersa en pensamientos más profundos. Finalmente, giró hacia Karime, sus ojos oscuros brillando con una intensidad que hizo que Karime contuviera la respiración.

—Estaba pensando en cómo llegamos aquí. Todo esto… tú, yo… —respondió Gala, su voz baja pero cargada de emoción.

Karime sonrió, aunque había algo en el tono de Gala que la hizo preguntarse si había más detrás de esas palabras.

—¿Y qué piensas? —insistió Karime, tomando la mano de Gala y entrelazando sus dedos con los de ella.

Gala suspiró, apoyando su frente contra la de Karime.

—Que nunca pensé que me permitiría algo así. Siempre he tenido todo bajo control, Karime. Mi vida, mi carrera, mis decisiones… Pero contigo es diferente. Contigo siento que no tengo que controlar nada, y eso… eso me asusta un poco.

Karime soltó una pequeña risa, acariciando el dorso de la mano de Gala con el pulgar.

—Lo sé, Montes. Y créeme, no espero que cambies quién eres. Solo quiero que sepas que puedes contar conmigo, incluso cuando sientas que no puedes soltar el control.

Gala la miró, sus labios curvándose en una sonrisa genuina.

—Eres increíble, ¿lo sabes?

—Lo escucho seguido, pero me gusta más cuando tú lo dices —bromeó Karime, robándole un beso rápido.

El ambiente ligero que Karime había creado las hizo reír. Esa era una de las cosas que más le gustaban a Gala: la manera en que Karime podía aligerar incluso los momentos más tensos.

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El Baile de las Promesas

Más tarde, después de un rato en la terraza, Karime se levantó de su silla y extendió la mano hacia Gala, sonriendo de una manera que siempre lograba desarmarla.

—¿Qué haces? —preguntó Gala, mirándola con una ceja arqueada.

—Te invito a bailar —respondió Karime, con un tono que no dejaba lugar a discusiones.

—No hay música.

—No la necesitamos.

Gala negó con la cabeza, pero no pudo evitar tomar la mano de Karime y dejarse guiar hacia un espacio despejado en la terraza. Karime la tomó por la cintura y comenzó a moverse lentamente, tarareando una melodía improvisada mientras ambas se balanceaban bajo la luz de la luna.

—Esto es ridículo —dijo Gala, aunque su tono era más divertido que serio.

—Es romántico, Montes. Aprende a disfrutarlo.

El movimiento lento y las risas suaves pronto dieron paso a una conexión más profunda. Karime dejó de tararear, y ambas se miraron fijamente, sus cuerpos cada vez más cerca. Gala deslizó sus brazos alrededor del cuello de Karime, mientras esta la sostenía firmemente por la cintura.

—Prométeme algo —dijo Gala en un susurro, su voz casi llevada por el viento.

—Lo que quieras —respondió Karime, sin apartar su mirada de los ojos de Gala.

—Prométeme que esto será real. Que no será algo que se pierda cuando volvamos a casa, cuando la rutina nos alcance.

Karime apretó ligeramente su agarre, acercando aún más a Gala.

—Te lo prometo, Gala. Esto es real, tan real como tú y yo.

Gala sintió que su pecho se llenaba de una calidez que no había experimentado en mucho tiempo. Inclinó su cabeza hacia adelante, y sus labios se encontraron en un beso lento, profundo, y lleno de promesas silenciosas.

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Después de bailar, regresaron al interior de la casa, pero ninguna de las dos estaba lista para dormir. Se recostaron en el sofá, con Gala apoyada contra el pecho de Karime mientras esta acariciaba suavemente su cabello.

—¿Sabes? —dijo Karime, rompiendo el silencio—. Esto es todo lo que necesito.

—¿Qué cosa? —preguntó Gala, levantando ligeramente la cabeza para mirarla.

—Tú. Un lugar tranquilo. Y la certeza de que estamos bien.

Gala no respondió de inmediato. En lugar de eso, se acurrucó más contra Karime, dejando que las palabras de esta calaran profundamente en su corazón.

—Yo también lo necesito —murmuró finalmente, cerrando los ojos mientras sentía cómo la respiración de Karime se acompasaba con la suya.

La noche transcurrió entre murmullos y caricias. Ninguna de las dos mencionó el día siguiente, ni lo que las esperaba al regresar a casa. En ese momento, solo existían ellas, el murmullo del mar, y las promesas que ambas se habían hecho bajo la luz de la luna.



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