Carla todavía no tenía claro cómo había acabado allí. Bueno, sí lo sabía, pero no acababa de creérselo. Había pasado de estar detrás de una cámara, editando fotos hasta las tantas de la madrugada, a estar plantada frente a una clase llena de caras jóvenes que la miraban esperando que dijera algo inteligente. Algo que realmente valiera la pena. Pero, ¿cómo iba a enseñarles a otros si a veces ni siquiera tenía claro lo que hacía? Esa pregunta se la repetía una y otra vez, como si al final fuera a encontrar la respuesta entre las paredes blancas del aula.
Por suerte, o por casualidad, nadie pareció darse cuenta de lo nerviosa que estaba en esos primeros días. Bueno, nadie excepto ella misma. Carla hacía listas mentales de todo lo que quería mejorar: hablar más claro, controlar los nervios, no derramar el café en la sala de profesores... Era un desastre en potencia, pero intentaba tomárselo con humor.
Por otro lado, estaba Victoria. En realidad, todos la conocían como Viki, y Carla entendió rápido por qué. Viki era de esas personas que parecía saber lo que hacía en todo momento. Cuando entraba en la sala de profesores, lo hacía como si ya supiera exactamente dónde estaba cada cosa y cada persona. No era una persona que pasara desapercibida. A Carla le daba un poco de envidia, pero también la admiraba.
Viki llevaba un año en el instituto y, aunque desde fuera parecía que lo tenía todo controlado, la verdad era que el año había sido duro. Ser profesora no era algo que hubiera planeado hacer, pero después de todo lo que había pasado en su vida, necesitaba estabilidad. Lo del divorcio todavía era un tema complicado, pero no dejaba que nadie lo notara. Había aprendido a tragar el nudo de la garganta y seguir adelante. Era algo que, sin saberlo, Carla iba a aprender de ella.
El primer día que Carla y Viki se cruzaron fue en la sala de profesores. Carla estaba sentada en una esquina, repasando su horario como si fuera un examen final. Cuando Viki entró con su taza de café, ni siquiera la miró al principio. Estaba acostumbrada a ver caras nuevas cada curso.
—Hola, ¿tú debes de ser la nueva? —preguntó Viki, dejando la taza sobre la mesa.
Carla levantó la mirada, intentando no parecer tan perdida como se sentía.
—Sí... Carla. —Respondió mientras se levantaba torpemente, sujetando la carpeta que llevaba como si fuera un salvavidas.
—Encantada. Yo soy Victoria, pero todos me llaman Viki. Si necesitas algo, aquí estoy.Fue un intercambio corto, sin mucho misterio. Pero para Carla, esas palabras fueron suficientes para sentir un poco menos de presión. Y para Viki, bueno... Carla le recordó a cuando ella misma había empezado. Tal vez por eso decidió ayudarla a encajar.
Con el paso de las semanas, las dos comenzaron a coincidir más. No es que hablaran mucho, pero había algo en el silencio compartido que resultaba cómodo. Mientras tanto, Carla se esforzaba por mejorar, aunque todavía se le veía nerviosa al entrar al aula. Viki, en cambio, parecía tenerlo todo controlado, pero de vez en cuando sus ojos se quedaban mirando al vacío, como si su mente estuviera en otro lugar.
Y así, entre horarios caóticos, charlas rápidas en la sala de profesores y días de lluvia tras los ventanales, ambas empezaron a construir algo. Sin planearlo. Sin darse cuenta del todo.
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Entre Líneas
Ficção AdolescenteCarla y Victoria nunca imaginaron que sus caminos cruzados en el instituto se convertirían en una conexión tan intensa como compleja. Una fotógrafa apasionada y una ilustradora que renació tras un divorcio se encuentran enseñando arte a nuevas gener...