Capitulo XXII

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Narrador: Madeline

Elizabeth y yo terminamos caminando hacia el castillo, pero en lugar de entrar, ella giró hacia los terrenos que llevaban a Hogsmeade.

—¿A dónde vamos? —pregunté, intentando mantener el ritmo de sus pasos rápidos.

—A divertirnos, Dupont. Necesitas relajarte —dijo, como si fuera lo más obvio del mundo.

—¿Relajarme? —repetí, alzando una ceja—. ¿Después de que medio Hogwarts cree que tengo algo con tu hermano?

Ella se detuvo, girándose hacia mí con una sonrisa socarrona. —Exactamente. ¿Qué mejor manera de lidiar con los chismes que ignorarlos?

No estaba segura de si eso tenía sentido, pero su confianza era contagiosa. Además, después de lo que había pasado en clase, una distracción no me vendría mal.

Cuando llegamos a Hogsmeade, Elizabeth me llevó directamente a Zonko. El lugar estaba lleno de estudiantes que exploraban los estantes de artículos de broma, pero Elizabeth parecía tener un objetivo claro.

—¿Qué hacemos aquí? —pregunté, mirando las cajas de caramelos explosivos y bombones vomitivos con cautela.

—Confía en mí —respondió, seleccionando un par de objetos y pagando rápidamente.

Cuando salimos, le seguí hasta un rincón más tranquilo del pueblo. Allí sacó de su bolsa un pequeño frasco lleno de un líquido burbujeante.

—¿Qué es eso? —pregunté, aunque ya tenía un mal presentimiento.

—Poción de cambio de voz —dijo con una sonrisa traviesa—. Perfecta para devolverle el favor a Emily Fletcher.

—¿Devolverle el favor? —repetí, sintiéndome cada vez más nerviosa.

Elizabeth rodó los ojos. —No seas tan aburrida, Dupont. No vamos a hacerle nada malo. Solo un pequeño susto.

Antes de que pudiera responder, ella ya había añadido unas gotas del líquido a una carta que sacó de su túnica. La carta, según me explicó, haría que Emily escuchara la voz más ridícula e irritante imaginable cada vez que alguien le hablara durante las próximas 24 horas.

Aunque al principio dudé, pronto me encontré riendo con Elizabeth mientras planeábamos nuestra "venganza".

Después de Zonko, Elizabeth sugirió que fuéramos a Las Tres Escobas. Nos sentamos en una mesa cerca de la ventana, con dos cervezas de mantequilla humeantes frente a nosotras.

—¿Siempre eres así? —pregunté, rompiendo el silencio.

—¿Así cómo? —respondió, alzando una ceja.

—Intimidante, pero… divertida —admití, dándome cuenta de que empezaba a gustarme su compañía.

Elizabeth se rió. —Supongo que ser una Riddle viene con ciertas expectativas. Pero no siempre soy tan terrible, ¿sabes? Solo cuando alguien se lo merece.

—¿Y yo me lo merezco? —bromeé, sorbiendo mi bebida.

Ella me miró por un momento antes de sonreír. —Todavía no he decidido. Pero creo que me caes bien, Dupont.

—Gracias, supongo —dije, rodando los ojos, aunque no pude evitar sonreír.

Pasamos el resto de la tarde entre risas y conversaciones. A pesar de mi inicial desconfianza, Elizabeth resultó ser alguien con quien era fácil hablar, incluso con su actitud de "diablo en persona".

Cuando finalmente regresamos al castillo, sentí que, por primera vez desde que comenzó el chisme, había algo bueno que rescatar de todo esto: una inesperada amistad con Elizabeth Riddle.

Do like poles also attract? / Matheo RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora