Capítulo 30

7 1 0
                                    

Athena.
Despertar en este lugar era como despertar en una pesadilla vestida de lujo. Cada rincón de la mansión de Giovanni Rossi estaba diseñado para impresionar, pero en lugar de maravillarme, me hacía sentir atrapada, como si cada pieza de este mundo brillara solo para hacerme recordar lo pequeña que soy en comparación con su magnitud.

Me encontraba sentada frente a él, en una silla de terciopelo rojo, observando cómo Giovanni se movía con la gracia de un hombre acostumbrado a obtener todo lo que deseaba. Sus palabras eran como un hilo de seda que se enredaba lentamente a mi alrededor, cautivándome sin que yo pudiera evitarlo. Cada movimiento suyo parecía un paso más hacia un destino que no estaba segura de querer alcanzar, pero que, al mismo tiempo, se sentía inevitable.

-Athena -comenzó, su voz suave, pero cargada de una autoridad que no podía ignorar-. Sé lo que piensas. Sé que tus lealtades están divididas, que el poder que Dorian te ofrece parece la única vía posible, pero lo que él no puede darte es libertad.

Su mirada fija en la mía era penetrante, como si pudiera ver directamente en mi alma, reconocer mis inseguridades, mis deseos más profundos. Me estaba evaluando, analizándome con una precisión inquietante.

Giovanni dio un paso hacia mí, acercándose lo suficiente para que su aliento acariciara mi rostro. La distancia entre nosotros se reducía a tal punto que podía escuchar su respiración, tranquila y controlada. No era un hombre que se apresurara, sino uno que sabía que todo lo que deseaba le llegaría en el momento justo, como un cazador paciente.

-Imagina esto, Athena -prosiguió, su tono bajo, persuasivo-. El mundo a tus pies. No más sombras, no más limitaciones. Yo te ofrezco el poder de decidir tu propio destino. Juntos, podríamos derrocar a Dorian, tomar el control del submundo y gobernar, no desde las sombras, sino con el poder absoluto. Tú y yo. Los reyes de este nuevo orden.

Mis manos se apretaron en puños en mi regazo, la tensión recorriendo mi cuerpo. Su propuesta era tentadora, más de lo que me atrevía a admitir. ¿Quién no querría tenerlo todo? El poder, la influencia, la libertad de decidir sin nadie que te dicte lo que hacer. Giovanni me estaba ofreciendo una vida donde yo no sería una pieza en el juego de otro. Sería la jugadora.

Pero, en lo profundo de mi ser, una voz me susurraba que aceptarlo significaría una traición. A Dorian. A todo lo que había compartido con él, a las promesas que aún no habíamos cumplido, a lo que él había hecho por mí. Si aceptaba esta oferta, estaría cruzando una línea de no retorno.

Giovanni parecía saber lo que pasaba por mi mente, y su sonrisa era como un destello de satisfacción.

-Te ofrezco el poder, Athena -continuó, acercándose aún más-. Una vida sin miedos, sin dudas, sin ataduras. Dorian te ha mantenido bajo control, usándote como una pieza en su juego. Yo no quiero eso. Yo quiero que seas mi igual. Que tomemos este mundo juntos, que seas mucho más que lo que él te ha permitido ser.

Mi corazón latía con fuerza, y cada palabra que Giovanni pronunciaba me envolvía un poco más. El aire se sentía pesado, como si el futuro de mi vida estuviera colgando de un hilo tan fino como la mirada que compartíamos. Podía sentir la tensión entre nosotros, como si cada palabra fuera una promesa, pero también una amenaza, y yo no sabía si quería aceptar o huir de ella.

Giovanni se inclinó aún más cerca, su aliento cálido sobre mi piel. La tentación era inmensa, y por un instante, me sentí como si no tuviera el control de mis propios pensamientos. El poder, la libertad, la posibilidad de ser algo más grande que una sombra al lado de Dorian me seducía. Me atraía como un imán.

Pero, mientras sentía esa atracción, otra parte de mí se rebelaba. ¿Qué sería de mí si aceptaba esta oferta? ¿Qué sería de todo lo que había construido junto a Dorian?

El rubí del Emperador [+18] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora