Capítulo 32

9 2 0
                                    

Dorian.
El peso de la situación me aplastaba cada vez más, como una presión constante sobre mi pecho. El hecho de que Athena estuviera en manos de Giovanni me hacía sentir como si todo lo que había construido, todo lo que había luchado por mantener, estuviera a punto de desmoronarse. Mis manos se apretaron sobre la mesa de madera oscura frente a mí, mientras observaba a Antonio, Roderick y Neva, esperando respuestas, alguna pista, algo que pudiera indicarme cómo llegar hasta ella.

Roderick, había estado investigando durante días, tratando de rastrear el paradero de Athena, mientras Antonio había estado buscando aliados que pudieran ofrecernos información sobre la mafia italiana. Sin embargo, los minutos se sentían como horas, y la ansiedad que me corroía desde adentro me impedía pensar claramente. Sabía que debía estar concentrado, pero mi mente no podía evitar dar vueltas sobre los mismos pensamientos.

¿Le estoy fallando?, me pregunté. ¿Por qué no fui más rápido? ¿Por qué no pude haberla protegido mejor?

El sonido de la puerta se abrió y Neva entró sin previo aviso, sus ojos brillando con una determinación fría. Pero incluso ella, con su usual calma, parecía notar la tensión que flotaba en el aire.

-Dorian -dijo, con voz baja, pero firme-. Tenemos algo.

Me levanté de golpe, mis pies golpeando el suelo con fuerza. Cada músculo de mi cuerpo estaba tenso, alerta, esperando la mínima señal, el más pequeño fragmento de información que pudiera cambiar el curso de esta pesadilla.

-¿Dónde está? -pregunté, con una voz que apenas reconocí como mía. Estaba rasposa, cargada de frustración y miedo. El control se me escapaba, y eso solo aumentaba mi impotencia.

Neva no dijo nada al principio, pero al ver la desesperación en mi rostro, suspiró y entregó una carpeta con varios papeles dentro.

-La ubicación es confirmada -dijo ella-. Giovanni la tiene en una de sus propiedades más protegidas, en el norte de la ciudad. Una mansión aislada, cerca de la costa. Nadie entra sin su permiso.

El dolor en mi pecho se intensificó, como si algo estuviera destrozando mi interior. Giovanni. El mismo hombre que había sido una sombra siempre, ahora lo tenía todo. Athena estaba en sus manos, y yo no podía dejar de pensar en lo que podría estar haciendo con ella. ¿La estaba presionando? ¿La estaba manipulando? Mi corazón latía desbocado solo con la idea de que, por un momento, ella pudiera estar reconsiderando sus lealtades.

Antonio, que hasta ahora había permanecido en silencio, habló con la voz grave que lo caracterizaba.

-¿Qué vamos a hacer, Dorian? Sabemos dónde está, pero el sitio está fuertemente custodiado. Giovanni no es estúpido. Tiene sus propias medidas de seguridad.

Estaba escuchando, pero mi mente estaba lejos. No pude evitar que las imágenes de Athena, atrapada en ese lugar, invadieran mis pensamientos. La había fallado, la había dejado en manos de alguien más cuando lo único que quería era protegerla, y ahora ella estaba a merced de Giovanni.

Roderick notó mi silenciosa lucha interna, y me miró fijamente, con una mirada cargada de comprensión. Sabía lo que significaba Athena para mí, lo que sentía, aunque yo nunca lo hubiese verbalizado completamente.

-Dorian, no es tu culpa -dijo él, como si leyera mis pensamientos-. Sabemos lo que has hecho por ella. Sabemos cuánto has arriesgado. Giovanni está jugando un juego sucio, pero no tienes que hacerlo solo. Vamos a ir por ella. Juntos.

Las palabras de Roderick me tocaron, aunque mi mente seguía nublada. Yo sabía lo que debía hacer: ir a por Athena, arriesgar todo para traerla de vuelta. Pero la verdad era que tenía miedo. Miedo de no ser suficiente. Miedo de que, al final, lo que Giovanni ofrecía fuera algo que ella realmente quisiera.

El rubí del Emperador [+18] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora