Al otro día, al final de sus clases, Haein salió del edificio de Diseño de Modas, ajustándose la bufanda al cuello. El día seguía siendo frío, y aunque la nieve había cesado, el aire helado todavía mordía suavemente sus mejillas. Mientras caminaba hacia la salida, se detuvo en seco al ver una figura familiar apoyada contra un poste de luz.
Yeonjun estaba allí, esperándola con la misma despreocupada confianza que parecía ser su marca personal. Llevaba una chaqueta negra y jeans holgados, con su mochila al hombro. Al verla, sonrió y se enderezó.
—Puntual como un reloj —dijo él, cruzando la pequeña distancia que los separaba.
—No sabía que había una hora exacta para esto —respondió Haein, intentando mantener la compostura. Su corazón latía más rápido de lo que quería admitir.
—No la había, pero aquí estás. —Yeonjun arqueó una ceja, como si eso confirmara su punto. Luego hizo un gesto hacia la calle—. ¿Lista?
Haein lo miró con sospecha.
—¿Para qué, exactamente?
—Nuestra cita, por supuesto. Prometí que sería interesante. —Yeonjun comenzó a caminar, obligándola a seguirlo.
—¿No se supone que al menos me darías una pista de adónde vamos?
—Eso arruinaría la sorpresa —él le lanzó una sonrisa despreocupada por encima del hombro.
Haein suspiró, resignada, mientras lo seguía. A medida que avanzaban por el campus, más estudiantes los observaban. No era raro, considerando que Yeonjun era una figura bien conocida, pero Haein no pudo evitar sentir las miradas fijas en ellos.
Después de unos minutos, llegaron al estacionamiento, donde un elegante sedán negro los esperaba. Yeonjun abrió la puerta del copiloto para Haein, quien lo miró con incredulidad.
—¿Esto es tuyo?
—No te sorprendas aún —él sonrió misteriosamente antes de indicarle que subiera.
Haein suspiró y entró al auto, sintiendo una mezcla de curiosidad y nerviosismo. Mientras Yeonjun conducía, él no dio más detalles sobre su destino, y las respuestas vagas solo aumentaban su intriga.
Después de unos quince minutos, el auto se detuvo frente a un edificio moderno con grandes ventanales que dejaban ver un interior lleno de movimiento. Haein frunció el ceño mientras leía el letrero iluminado en la entrada: Centro Nacional de Entrenamiento Deportivo.
—¿Qué estamos haciendo aquí? —preguntó, mirando a Yeonjun con incredulidad.
Él apagó el motor y se giró hacia ella con una sonrisa.
—Confía en mí. Esto no es un entrenamiento cualquiera —salió del auto, rodeó el vehículo y abrió su puerta.
Haein bajó, todavía confundida. Mientras caminaban hacia el edificio, ella no podía dejar de pensar en lo extraño de todo aquello.
Una vez dentro, el aire cálido del gimnasio los envolvió. La vista era impresionante: el lugar estaba lleno de equipos de alta tecnología, con atletas practicando diferentes deportes. Sin embargo, lo que más llamó su atención fue la gran pista de esgrima al fondo.
Yeonjun la guió hacia allí, quitándose la chaqueta mientras lo hacía. Al llegar, se detuvo y la miró con una mezcla de diversión y expectación.
—¿Has probado esgrima alguna vez? —preguntó, señalando las espadas que colgaban en la pared.
Haein lo miró como si estuviera loco.
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Forty One Winks.
RomanceEn el vibrante campus de la Universidad de Corea, dos mundos opuestos se encuentran. Kang Haein, una talentosa estudiante de Diseño de Modas, lucha por abrirse camino en un entorno competitivo mientras navega las presiones creativas y personales. Po...