CAPITULO 1

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Primavera de 2015

—¿En serio tenemos que ir, papá? —dije recostándome en el asiento del copiloto con desgana. 

—Como no dejes de quejarte, mañana no sales. ¿Entendido? Date cuenta, Leah, esta es una gran oportunidad para la empresa y para tu futuro... 

Mi padre siempre hablaba de mi futuro, como si estuviera escrito de antemano. Sabía que se preocupaba por mí y agradecía su interés, pero no podía evitar sentir que intentaba moldearme a su imagen y semejanza. Como si cada paso en mi vida formara parte de un plan suyo. 

Tenía quince años y, a veces, me preguntaba si era necesario cargar con todo esto tan pronto. No solo insistía en llevarme a sus cenas de negocios importantes, sino que esperaba que absorbiera todo sobre decisiones, responsabilidades, y firmeza, como si fuera parte de mi entrenamiento para algún día dirigir su empresa. Pero, ese día, lo único que quería era quedarme en casa. Estaba agotada después de una semana larga en el instituto, me ardía el estómago y no tenía ninguna gana de socializar. 

Por desgracia, mi madre no estaba en casa para abogar por mí. Sin ella para suavizar las cosas, no había escapatoria. Esa noche, además, tenía un rol claro: ser la traductora. Las personas con las que cenaríamos eran bielorrusas, y mi padre confiaba en que mi conocimiento de idiomas ayudara a que todo fluyera mejor. 

—Así te mantendrás ocupada y aprenderás algo —solía decir él con un tono que no admitía réplica. 

Mientras me preparaba a regañadientes, no dejaba de criticarme. 

—¿No podías arreglarte un poco más? —recriminó, mirándome de arriba abajo con desaprobación. 

—Es solo una cena de negocios, papá, no un desfile de moda —respondí, tratando de no sonar molesta. 

Al final, elegí un conjunto sencillo: unos vaqueros de pierna de campana y una camiseta blanca de manga larga con botones. Me maquillé un poco, me recogí el pelo en una coleta baja y añadí una chaqueta ligera por si hacía frío. Era un look práctico, aunque sabía que no era lo que mi padre esperaba. 

Cinco minutos después, llegamos a nuestro destino. Cuando el coche se detuvo frente a la entrada, sentí las manos sudorosas. No entendía por qué estaba tan nerviosa. 

—¿Hasta qué hora estaremos aquí? —pregunté, más para romper el silencio que otra cosa. 

—No empieces, ¿sí? —dijo él, fulminándome con la mirada. 

Suspiré y miré por la ventana. Frente a nosotros había una enorme mansión con muros blancos y ventanales que parecían no tener fin. 

—Vaya... —murmuré, impresionada. 

—No hagas comentarios innecesarios —me advirtió mi padre. 

Entramos tras ser recibidos por una mujer de mediana edad. Caminamos por un jardín impecable, con flores perfectamente cuidadas y una fuente central. Al entrar a la casa, nos saludó un hombre alto y algo calvo, con ojos verdes que contrastaban con su seriedad. 

Después de un rato de charla de negocios en un despacho elegantemente decorado, pasamos al comedor. Allí nos esperaba una mesa moderna rodeada de enormes ventanales que daban al jardín. 

—Tengo que buscar a mi hijo. Leah, tiene tu edad —dijo el anfitrión antes de salir. 

¿Un hijo de mi edad? Genial, pensé. Esto solo iba a ponerse más incómodo. 

Unos minutos después, el hombre regresó con un chico alto, de cabello oscuro y ojos cálidos. Su rostro reflejaba algo de curiosidad. 

—Luke —se presentó él con una sonrisa mientras me tendía la mano—. Y tú debes ser Leah. 

—Sí, Leah —respondí, estrechándole la mano, sintiéndome un poco nerviosa sin saber por qué. 

Nos sentamos juntos durante la cena. Mientras los adultos hablaban de negocios, él y yo intercambiamos miradas de aburrimiento hasta que nuestros padres se retiraron al despacho para continuar su conversación. 

Luke me miró con una sonrisa aliviada. 

—Por fin. ¿No te cansa tener que fingir ser tan educada todo el tiempo? 

Me sorprendió su comentario, pero solté una risa. 

—Demasiado. Llevo toda la noche tratando de parecer seria, y no sabes lo difícil que me resulta. 

—Se nota —dijo, riendo conmigo—. Yo también estoy harto. Mi padre siempre me arrastra a estas cosas, como si fuera lo único que importa. 

—¿En serio? Creía que solo mi padre era así —respondí con una sonrisa—. Él siempre insiste en que aproveche estas oportunidades porque son "buenas para mi futuro". 

Luke rodó los ojos. 

—Eso dicen, pero la verdad es que estas cenas no son más que una excusa para presumir. Lo peor es que esperan que actuemos como si nos interesara. 

Asentí, sintiéndome un poco más relajada con él. 

—A veces siento que mi vida está bajo un microscopio. Mi papá quiere que sea como él, pero yo solo quiero descubrir quién soy. 

—Te entiendo. Mi padre también espera que siga sus pasos, pero no quiero ser una copia de él. Quiero hacer las cosas a mi manera. 

—Exacto. Es como si no pudiéramos ser nosotros mismos sin decepcionarlos. 

Luke asintió, pensativo. 

—Supongo que hay que encontrar un equilibrio. Ser nosotros mismos, pero sin alejarnos de ellos del todo. 

—Sí —dije con una pequeña sonrisa—. No es fácil, pero supongo que vale la pena intentarlo. 

Luke levantó su vaso de agua en un gesto de brindis. 

—Por nosotros. Por encontrar nuestro propio camino y no volvernos locos. 

—Por eso —respondí, chocando mi vaso con el suyo. 

Reímos juntos, y por primera vez en toda la noche, sentí que no estaba tan sola...

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⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

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