LA DIOSA OLVIDADA

PROLOGO

Su frente sudaba por el calor abrazador de la gran hoguera que alumbraba el circulo de piedra. La noche en el bosque estaba fría y nublada pero allí parecía ser el mismo infierno. El cuerpo le temblaba por el miedo, y como no hacerlo cuando una docena de hombres están masacrando brutalmente alguien frente a ti. La oscuridad, a pesar del fulgor del fuego era profunda, sin embargo lo que no le dejaba ver con claridad los rostros de los maleantes eran las negras capuchas que llevaban. Uno de los hombres, el mas alto, arrastro a su victima hacia el pedestal en el centro del circulo. El joven muchacho atado de pies y manos, con heridas sangrantes en la cabeza y magulladuras por el cuerpo ya estaba completamente entregado a su destino. O eso creía ella, quien lo observaba todo desde las tinieblas.

"La Diosa es buena". Recordó de repente, la frase que su abuela solía decir a menudo con su mirada perdida. Sin embargo cuando la Diosa apareció se dio cuenta de que su abuela nunca había tenido razón. La imponente figura femenina flotaba en frente de ella y la miró directo a su alma cuando ordeno decapitar al muchacho, quien aparentaba tener no mas de 20 años. Su sangre se helo por completo en cuanto vio el cuchillo. El viento soplo repentinamente y las campanas clavadas en los postes cercanos sonaron con estrepito.

Fue brutal, la hoja afila rasgando la piel, cortando el hueso, la sangre bombeada saliendo roja y brillante salpicándolo todo. El cuerpo del chico cayó sobre el pedestal aun con sangre brotando a borbotones por la herida recién abierta. La cabeza rodo por la izquierda con los ojos en blanco hasta llegar a sus pies. La piel del cadáver palidecía a la misma velocidad que la sangre se deslizaba por los costados del mármol.

Su garganta se sintió tan apretada de repente, el aire ya no podía pasar a través de ella. Cinco litros de sangre frente a ella se escurrían con rapidez hasta llegar a tocar sus pies descalzos y empapar los pelos de la cabeza de su dueño. El fluido carmín aún estaba tibio.

Lo último que pudo vislumbrar fue la mirada de la Diosa y las sombras de sus doce seguidores parados detrás de ella. Porque era la siguiente, la estaban buscando... Pronto iban a llegar.