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Cuando niño, lloró muchas veces frente a muchas personas porque era débil y quería protección; porque no sabía defenderse o por miedo. Nunca le sirvió. Simplemente, a nadie le importó lo suficiente como para ayudarlo. Así que simplemente trasladó sus lágrimas a las noches oscuras donde poco o nada lograba desfogar su tristeza.

Pero había cruzado un límite al que siempre le rehuyó. Ni siquiera lo quiso, pero se estrelló contra él.

Se limpió con rapidez las pocas lágrimas que habían caído de sus ojos porque no iba a dañar todo el trabajo de Seungmin.
Tampoco podía ser tan patético.

Caminó lejos de Chan, los del salón y de la fiesta, del barullo y de la alegría nada contagiosa por ese compromiso.
Se movió entre el pasto y las flores, temblando por el frío y la angustia que bullía en su pecho.

En su cabaza se repetía: Está bien. Es mejor terminar ahora.
Porque así ese enamoramiento no crecería; lo sepultaría tan al fondo que se olvidaría de que alguna vez existió. Y estaría bien.

Los tacones eran difíciles de manejar en el camino adoquinado, pero no le importó cuando solo quería regresar a casa de sus padres, a su cama, esa que no tenía el aroma de Chan impregnado en las sábanas. Aunque ya se había acostumbrado a él tanto que no sabía si podría dormir sin sentirlo.

—Bueno, los cuentos de hadas también tienen finales tristes
—murmuró bajito para sí mismo—. Los Hermanos Grimm son expertos y yo podría ser el personaje de alguno de esos cuentos.

-Hyunjin, por favor, aguarda — pidió Chan a pocos metros, siguiéndolo.

—Vete ya. Terminamos, lo que sea que hayamos tenido - refunfuñó, apretando el paso.

Chan resopló fuerte, pero decididamente alcanzó a
hyunjin m, lo tomó por el brazo y lo llevó hacia su auto. Un Maserati negro que aguardaba en el amplio parqueadero trontal.

-Chan, detente —pidió, siguiéndole difícilmente el paso.

Se movieron cubiertos por la espesura de los árboles y la oscuridad que los volvía invisibles. Al llegar al auto, Chan le abrió la puerta del copiloto—. ¿Qué diablos quieres?

-Sube. Necesitamos hablar.

—No quiero. Ya no quiero... oírte ni-

-Hyunjin-gruñó con los dientes apretados, usando su voz de mando que, en un omega común, hubiese causado una respuesta sumisa inmediata.

Hyunjin frunció el entrecejo.

—No me gruñas como si fueras un perro — regañó dándole un golpe en la nariz con los dedos—. Y deja de esparcir tus apestosas feromonas. Voy a vomitar.

Lentamente, el cuerpo de Chan se deshizo de la tensión y apartó el aroma amargo de sus feromonas. El descontrol de su cuerpo era algo que notoriamente probaba estando cerca de Hyunjin. Pasó su diestra por su cabello, tironeando ligeramente de un par de mechones.

Sin embargo, no esperó la buena voluntad de Hyunjin para acompañarlo, solo lo subió al auto para luego arrancar lejos del lugar.

—Por si lo olvidaste, genio, eres el prometido. ¿Crees que no notarán que te fuiste?

—No importa.

Solo aceleró. El auto serpenteó por las calles, ignorando semáforos en rojo y a los transeúntes.

El estómago de Hyunjin se revolvió en cada curva, y tuvo que sujetarse muy fuerte del asiento. Cuando finalmente llegaron a la casa de Bang, se juró no volver a subirse en un auto que alcanzaras los ciento veinte kilómetros en un abrir y cerrar de ojos.

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⏰ Última actualización: 21 hours ago ⏰

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A Bed of Thorn and Roses 「Chanjin 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora