3. La vida en el Limite

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Narrador omnisciente

La sala de entrenamiento estaba sumida en silencio, solo interrumpido por el eco de las botas de Franco mientras cruzaba el espacio, con una mirada seria fija en Elena. Ella lo esperaba al centro, su postura firme, su expresión determinada. Este era el día que había estado esperando.

"¿Lista para esto?" preguntó Franco, su tono neutral, aunque una ligera sonrisa jugaba en las comisuras de sus labios.

"Siempre lo estoy," respondió Elena, flexionando los dedos mientras ajustaba su posición de combate.

Franco no perdió tiempo. Atacó con rapidez, lanzando un gancho derecho dirigido a su costado. Pero Elena no era la misma de antes. Bloqueó el golpe con su antebrazo, desviándolo hacia un lado, y respondió con una patada baja que él esquivó con facilidad.

"Mejor. Pero aún te falta precisión," comentó mientras se movía en un círculo alrededor de ella.

Elena no dejó que la provocación la distrajera. Atacó con una combinación de golpes, rápidos y calculados, forzándolo a retroceder por primera vez. Franco bloqueaba y desviaba con una destreza impresionante, pero ella podía notar que sus movimientos ya no tenían el control absoluto de antes.

"No subestimes a tu oponente, Franco," dijo con una sonrisa contenida.

Franco contraatacó, lanzando un rápido barrido que buscaba derribarla. Pero Elena lo anticipó. Saltó hacia atrás y, en el mismo movimiento, giró sobre sí misma para lanzar un codazo que casi lo golpea en la mandíbula. Él se agachó, pero no lo suficiente para evitar que ella lo empujara con el hombro, haciéndolo tambalear.

La tensión en la sala creció. Ambos estaban cubiertos de sudor, sus respiraciones pesadas llenaban el aire. Franco intentó un golpe directo, pero Elena atrapó su brazo, usándolo como palanca para girarlo y derribarlo al suelo.

"Eso no fue suerte," dijo Elena, jadeando, mientras lo inmovilizaba con su rodilla presionando su pecho.

Franco levantó la mirada, sus ojos encontrándose con los de ella. Por un momento, pareció analizarla, buscando algún rastro de duda o debilidad. Pero no encontró nada.

"No, no lo fue," admitió finalmente, sonriendo apenas. "Lo hiciste bien, Elena. Muy bien."

Ella se apartó, ofreciéndole una mano para ayudarlo a levantarse. Franco la tomó, poniéndose de pie con un leve gruñido. "Creo que estás lista para lo que venga."

Elena lo miró, con una mezcla de orgullo y gratitud. "Siempre lo estuve. Solo necesitaba que tú lo vieras también."

Franco rió entre dientes y se sacudió el polvo de los pantalones. "Bien, Elena. Pero la próxima vez, no creas que te dejaré ganar."

"¿Quién dijo que me dejaste?" replicó ella, y ambos rieron brevemente antes de salir del entrenamiento, el respeto mutuo marcando un nuevo punto en su relación.

"¿Quién dijo que me dejaste?" replicó ella, y ambos rieron brevemente antes de salir del entrenamiento, el respeto mutuo marcando un nuevo punto en su relación

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El lado oscuro del corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora