La miré. Su cuerpo aún temblaba ligeramente entre mis brazos, su respiración apenas comenzaba a calmarse, pero yo no podía detenerme. Bianca me había llevado a un lugar del que no quería regresar, uno donde no había control, donde mi deseo por ella superaba todo. La necesitaba de nuevo, de todas las formas posibles, y no iba a esperar.
Con ella aún en mis brazos, comencé a caminar hacia el arroyo que corría no muy lejos. Las luces del día brillaban a través de los árboles, reflejándose en el agua cristalina, pero sabía que para Bianca, el agua no tenía esa serenidad. Su fobia al agua profunda siempre la había mantenido alejada, pero yo no iba a permitir que eso nos detuviera.
—¿Lucas? ¿A dónde me llevas? —preguntó, su voz suave, pero con un leve tono de preocupación.
—Confía en mí, Bianca. —Le sonreí mientras seguía avanzando, y aunque intentó moverse, la sujeté con más firmeza—. Te prometo que te va a encantar.
La tensión en su cuerpo aumentó cuando sus ojos se posaron en el agua.
—Lucas, no... no puedo. El agua... ya sabes que... —comenzó, pero antes de que pudiera terminar, usé uno de mis poderes.
Mi mirada se encontró con la suya, y una suave oleada de energía fluyó de mí hacia ella. No fue intrusivo, solo un pequeño ajuste, un susurro a su mente que le hizo olvidar su miedo. Bianca parpadeó un par de veces, y su respiración comenzó a relajarse.
—Eso es, ángel. —Le susurré, besando su frente mientras la llevaba al agua—. No hay nada que temer. Estoy contigo.
Entré al arroyo, el agua fría envolviendo mi piel mientras la sujetaba firmemente contra mí. Bianca me miró, confundida al principio, pero luego su expresión cambió. Sus ojos brillaban con una mezcla de deseo y confianza que me hizo sonreír.
—Lucas... esto es... diferente.
—¿Diferente? —murmuré, inclinándome para besarla suavemente en los labios—. Déjame mostrarte cuánto puedo hacerte sentir.
La cargué aún más cerca de mi cuerpo y dejé que el agua nos envolviera. Nos sumergí lentamente, hasta que el líquido cristalino nos alcanzó la cintura. Mis labios encontraron los suyos nuevamente, esta vez con más urgencia, mi lengua explorando cada rincón de su boca mientras sus manos se aferraban a mis hombros.
—Lucas... —jadeó contra mis labios, su voz quebrada por la mezcla de deseo y sorpresa.
—No puedo tener suficiente de ti, Bianca. —Mi voz era grave, cargada de una sinceridad que no pude ocultar—. Siempre quiero más.
Mis manos se deslizaron por su cuerpo, explorando cada curva, y con un movimiento rápido, la levanté, alineándola conmigo. Mi dureza encontró su centro, y la sensación de su cuerpo nuevamente me hizo gruñir de puro deseo.
—Eres mía, Bianca. —murmuré, mirándola a los ojos mientras la bajaba lentamente sobre mí, llenándola por completo.
Ella soltó un gemido ahogado, su cabeza cayendo hacia atrás mientras sus uñas se clavaban en mi piel.
—¡Lucas! —gritó, su voz resonando entre los árboles.
Comencé a moverme, lento al principio, pero la urgencia pronto me superó. Mis embestidas se volvieron más rápidas, más intensas, el agua salpicando a nuestro alrededor mientras nuestros cuerpos se unían una y otra vez.
—Eso es, ángel. —Gruñí, mi voz ronca mientras sentía cómo su cuerpo se tensaba a mi alrededor—. Dame todo, Bianca. Quiero escuchar cada gemido.
—No puedo... es demasiado... —jadeó, pero su cuerpo decía lo contrario. Sus piernas se apretaron con más fuerza alrededor de mi cintura, y sus gemidos se hicieron más altos, más incontrolables.
—Claro que puedes, Bianca. —Sonreí, inclinándome para besar su cuello, dejando pequeños mordiscos que arrancaron más sonidos de su boca—. Eres perfecta para mí. Solo para mí.
Cada vez que me adentraba en ella, cada vez que sentía cómo respondía a mí, mi deseo por ella crecía. No había límite, no había saciedad. Bianca era mi obsesión, mi adicción, y no había nada que pudiera detenerme.
—Lucas... ¡me voy a...! —gritó, su cuerpo temblando violentamente mientras alcanzaba el clímax.
La sensación de su cuerpo contrayéndose alrededor del mío fue suficiente para llevarme al borde, pero no me detuve. Incluso cuando sentí mi liberación llenarla, mi cuerpo no se detuvo. Mi deseo por ella era insaciable, como un fuego que no podía extinguirse.
—Eres mía, Bianca. —Susurré contra su piel, mi voz ronca mientras continuaba moviéndome dentro de ella, arrancándole más gemidos, más gritos—. Ahora y siempre.
El agua se movía con nosotros, cada embestida enviando ondas a nuestro alrededor. Mis manos seguían explorándola, marcándola como mía, mientras sus gemidos se mezclaban con los míos.
Cuando finalmente nuestros cuerpos se detuvieron, Bianca colapsó contra mí, con la respiración desordenada y el rostro escondido en mi cuello. La sostuve firmemente, mi mano acariciando su espalda mientras tratábamos de recuperar el aliento.
Pero incluso entonces, sabía que no sería suficiente. Bianca era mía, completamente mía, y nunca dejaría de desearla.
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La mujer del diablo
FantasíaUn pequeño pueblo donde la fe y la devoción son fundamentales, Bianca es la hija de pastores, marcada por su pureza y dedicación a la iglesia. Sin embargo, su vida da un giro inesperado cuando conoce a Lucas, un misterioso y seductor hombre que en r...