La miré. Su cuerpo aún temblaba ligeramente entre mis brazos, su respiración apenas comenzaba a calmarse, pero yo no podía detenerme. Bianca me había llevado a un lugar del que no quería regresar, uno donde no había control, donde mi deseo por ella superaba todo. La necesitaba de nuevo, de todas las formas posibles, y no iba a esperar.
Con Bianca aún en mis brazos, salí del arroyo lentamente. Sentirla ajustándose a mí con cada paso que daba solo aumentaba mi necesidad, mi deseo de tenerla una y otra vez.
Llegué a la orilla, donde una gran roca formaba una esquina natural cerca del agua, perfecta para lo que quería. La sostuve con fuerza mientras la colocaba allí, su espalda apoyada contra la piedra, su cuerpo aún unido al mío.
Ella jadeó al sentirme moverse dentro de ella con el cambio de posición, y sus manos se aferraron a mis hombros como si necesitara algo sólido para no desmoronarse. Su respiración entrecortada y sus labios entreabiertos eran suficientes para hacerme perder la poca paciencia que me quedaba.
—No tienes idea de lo hermosa que te ves así. —Mi voz era baja, apenas un susurro que cargaba toda la intensidad que sentía por ella.
Mis manos se deslizaron por sus muslos, abriéndolos un poco más mientras comenzaba a moverme nuevamente, más profundo, más intenso. Cada embestida arrancaba un gemido de su garganta, sonidos que parecían creados solo para mí.
—Lucas... —murmuró mi nombre, su tono tan cargado de deseo que sentí que podía estallar solo con eso.
—Dilo otra vez. —Le ordené, inclinándome para besar su cuello, dejando marcas suaves con mis dientes mientras mi lengua acariciaba su piel.
Ella obedeció, jadeando mi nombre entre gemidos mientras su cuerpo respondía al mío, cada movimiento sincronizado como si hubiéramos nacido para esto.
Mis manos volvieron a su cintura, guiando su cuerpo al ritmo que marcaba, uno que no daba tregua. Cada embestida era una afirmación de mi control, de mi obsesión por ella. Sus gemidos se hicieron más fuertes, su espalda arqueándose mientras mis labios descendían hasta su pecho, dejándome llevar por la necesidad de marcar cada parte de ella.
—Eres... irresistible, Bianca. —Murmuré contra su piel antes de atrapar uno de sus pezones con mi boca, succionándolo suavemente mientras mi lengua jugueteaba con él.
Su grito resonó en el bosque, y sus uñas se clavaron en mi espalda, arrastrándome aún más cerca de ella. No podía detenerme, no quería detenerme.
El agua goteaba de nuestros cuerpos, pero la calidez que compartíamos era lo único que sentía. Su cuerpo temblaba con cada movimiento, y cada vez que la llenaba por completo, su respiración se detenía un instante antes de liberar un gemido que me volvía loco.
—Más... Lucas, por favor... —murmuró, su voz cargada de desesperación y deseo.
No necesitaba que me lo pidiera dos veces. Mi ritmo aumentó, cada embestida más fuerte, más profunda, mientras mis manos volvían a su cabello, enredándose en él para atraerla a un beso que era todo menos suave. Mi lengua encontró la suya, y el sabor de sus gemidos era tan embriagador como el calor de su cuerpo.
Su cabeza cayó hacia atrás mientras el clímax la alcanzaba nuevamente, su cuerpo tensándose a mi alrededor de una manera que me hizo gruñir de placer. Sentí cómo su cuerpo temblaba contra el mío, pero no me detuve.
Mis labios regresaron a su cuello, dejando un rastro de besos húmedos mientras continuaba tomándola, mientras mi cuerpo exigía más de ella, más de su calor, más de la sensación de tenerla completamente para mí.
Cuando finalmente llegué al límite, mi propio clímax me sacudió con una intensidad que nunca antes había sentido. Mis movimientos se volvieron erráticos, y mis manos la sujetaron con más fuerza, aferrándola a mí mientras sentía cómo me vaciaba dentro de ella una vez más.
Ambos nos quedamos inmóviles por un momento, nuestras respiraciones desordenadas llenando el aire alrededor. Su cuerpo seguía temblando suavemente, y el mío tampoco había recuperado del todo el control.
La miré, su rostro sonrojado, su pecho subiendo y bajando rápidamente, y senti una ola de algo más que deseo. Algo que no estaba listo para nombrar, pero que me impulsaba a seguir tomándola, una y otra vez.
Sabía que esto no era el final. Con Bianca, nunca lo sería.
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La mujer del diablo
FantasyUn pequeño pueblo donde la fe y la devoción son fundamentales, Bianca es la hija de pastores, marcada por su pureza y dedicación a la iglesia. Sin embargo, su vida da un giro inesperado cuando conoce a Lucas, un misterioso y seductor hombre que en r...