Tras lo sucedido con mi mejor amigo y mi hermana, y después de compartirlo con mis hermanos mayores, una inquietud empezó a arder dentro de mí. Sentía que no bastaba con las explicaciones vagas o con los silencios de quienes que me rodeaban; necesitaba respuestas. Por eso, decidí buscar por mí misma, explorar más allá de lo visible y adentrarme en el vasto y desconocido mundo de Internet, un terreno que prometía respuestas, pero también misterios aún mayores.
Navegando entre relatos, testimonios y teorías, encontré un refugio inesperado.
Había otros, como yo, que se sentían incomprendidos. Personas que veían y experimentaban cosas que otros no podían o no querían comprender. Aquella conexión, aunque virtual, me brindó algo que no encontraba en mi entorno: resonancia. Sin embargo no era suficiente, sentía que mi mente, curiosa y hambrienta necesitaba más que conversaciones comunes o explicaciones triviales.Desde siempre, me había sentido atraída por la inexplicable. Las pirámides de Egipto, su construcción casi imposible; El Arca, el diluvio universal; el tiempo y la edad de la tierra... eran enigmas que el razonamiento humano apenas podía rozar. Me fascinaban las preguntas sin respuestas las historias que desafían la lógica. En esos momentos de contemplación, encontraba cobijo en las músicas de Beethoven. Era como si cada nota tejera un mundo aparte, uno donde las respuestas parecían estar al alcance, aunque inalcanzables para la mayoría.
Por otro lado mi entorno ... me parecía vacío. Las personas a mi alrededor eran tan básicas, tan predecibles, que sentía que no había lugar para mí. Yo no quería encajar en el molde, quería romperlo. Pero, pesar de mi curiosidad y mi ansia de conocimiento, mi realidad era de aislamiento. Las limitaciones sociales me empujaron a una soledad donde los compañeros de vida no aportaban más que compañía, una compañía que, aunque vacía acepté por costumbre.
Fue en medio de esta búsqueda que descubrí una fuente inesperada de fascinación: La Biblia. No la leía como otros lo hacían, como un simple libro sagrado o una serie de reglas impuestas. para mí, era un archivo de vivencias, una obra llena de códigos y secretos esperando ser descifrados. Me sumergí en sus páginas, no como una creyente fervorosa, si no como una exploradora. Cada pasaje, cada historia, me transportaba. Podía revivir los momentos descritos, sentirlos como si fueran míos.
Al estudiarla, encontré misterios que parecían incomprensibles para la mente común. La Biblia se convirtió en un mapa del universo, lo visible y lo invisible. Sin embargo, aunque conocía los nombres de Jesús, El Espíritu Santo y el de Dios; no los conocía realmente, leía sus historias, pero no entendía del todo lo que representaban. Como si los estudiara desde afuera de una ventana, sin cruzar el umbral, como si los estudiara sin dejar que sus significados profundos tocaran mi espíritu.
Poco a poco, me di cuenta que no buscaba únicamente respuestas. En ese entonces no lo sabía, pero este viaje hacia lo desconocido no sólo estaba expandiendo mi mente. Estaba despertando algo más profundo en mí, un llamado que no podía entender..
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Mi Verdad
SpiritualEn este libro revelador y profundo, la autora Elsa Grant comparte sus vivencias más extraordinarias en el mundo de lo sobrenatural. Desde encuentros con lo divino hasta enfrentamientos con fuerzas del lado oscuro, estas experiencias personales desdi...