🔥Capítulo 50🔥

80 7 1
                                    

El silencio del infierno era un eco perfecto de mi mente en ese momento

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El silencio del infierno era un eco perfecto de mi mente en ese momento. Los demonios se mantenían al margen, sabiendo que mi humor no admitía interrupciones. Mis pasos resonaban como un tambor grave mientras recorría los pasillos de piedra negra, las llamas que iluminaban este reino crepitaban con una intensidad que reflejaba mi furia contenida.

Bianca.

El simple pensamiento de ella era un bálsamo y un tormento al mismo tiempo. La manera en que su cuerpo temblaba bajo el mío, cómo sus labios susurraban mi nombre, cómo su respiración entrecortada llenaba cada rincón de mi ser. Pero ahora, esos recuerdos eran ensombrecidos por la imagen de otro humano cerca de ella, alguien que había cruzado una línea que jamás debería haber sido tocada.

Un humano. Insignificante, débil. Pero había osado acercarse a Bianca, hablar con ella, intentar invadir lo que era mío. Las palabras del demonio seguían resonando en mi cabeza, alimentando un fuego que ardía cada vez con más fuerza.

Caminé hasta el gran espejo oscuro que usaba para observar el mundo mortal. Su superficie parecía líquida, ondulando ligeramente cuando pasé mi mano sobre ella. Inmediatamente, la imagen de Bianca apareció frente a mí.

Estaba en su habitación, sentada en la cama, riendo con ese humano. Mi mandíbula se tensó al instante. Su risa, su sonrisa, sus ojos brillantes... todo lo que yo reclamaba como mío, lo estaba compartiendo con otro.

—Disfruta este momento, humano. —Murmuré con frialdad, mis dedos apretándose en el borde del espejo—. Porque será el último que tengas con ella.

La observé por unos minutos más, cada detalle grabándose en mi mente. Su expresión relajada, la forma en que movía las manos al hablar, la manera en que se inclinaba hacia él como si su presencia fuera inofensiva.

No era solo ira lo que sentía. Había algo más profundo, algo más oscuro que se retorcía en mi interior. No era simplemente deseo de posesión, era una necesidad primitiva de recordarle que era mía. Solo mía.

Cerré la mano en un puño, y la imagen en el espejo se desvaneció al instante. Mi respiración era lenta, controlada, pero el fuego en mi interior seguía ardiendo.

Esta noche no sería como las demás. Esta noche, Bianca entendería exactamente quién estaba detrás de cada susurro que la hacía estremecer, quién estaba en cada sombra que la envolvía, quién controlaba cada parte de su ser.

—Prepárate, Bianca. —Murmuré con una sonrisa oscura mientras mis ojos brillaban con un rojo intenso—. Esta noche sabrás a quién le perteneces.

Volví a mi trono, donde las llamas me rodearon como un manto. Mi mente comenzó a trabajar, calculando cada paso, cada movimiento. Esto no era solo un juego de deseo, era una afirmación de poder. No solo para ella, sino para cualquiera que osara interponerse entre nosotros.

Había algo en la forma en que Bianca trataba de aferrarse a su mundo humano, como si pudiera evitar la realidad de quién era yo y lo que representaba en su vida. Pero esta noche, se lo recordaría. Ella no era una simple humana más. Bianca era mía desde el momento en que puse mis ojos en ella, y nadie, ni siquiera un humano insignificante, podría cambiar eso.

Cuando llegó la noche en el mundo mortal, me levanté de mi trono, las llamas a mi alrededor intensificándose. Cerré los ojos un momento, sintiendo la conexión que tenía con Bianca. Mi esencia estaba marcada en ella, aunque aún no lo comprendiera del todo.

Un demonio menor apareció en las sombras, inclinándose profundamente antes de hablar.

—Majestad, ¿ordenará algo más?

—Nada por ahora. —Mi tono era frío, definitivo. Este era un asunto que quería manejar personalmente.

La figura del demonio desapareció rápidamente, y sin más demora, dejé el infierno atrás, atravesando las barreras que me separaban del mundo mortal. La sensación del aire nocturno en mi piel era distinta a las llamas de mi reino, pero no menos poderosa.

Estaba cerca. Podía sentirla. Podía escuchar el ritmo de su corazón, lento y constante, completamente ajena a lo que estaba a punto de suceder.

Me moví con sigilo, mis pasos apenas un murmullo en la oscuridad. No había prisa. La anticipación era casi tan placentera como el momento mismo. Sabía exactamente cómo hacer que Bianca recordara quién era yo, y que no había lugar para nadie más en su vida.

Esta noche no solo sería un recordatorio para ella, sino también una advertencia para cualquiera que tuviera la osadía de intentar interponerse entre nosotros.

Bianca era mía. Y esta noche, se lo demostraría como solo el diablo sabe hacerlo.

La mujer del diabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora