Anthony
Paulina me miró con una leve sonrisa, aunque sus ojos reflejaban una mezcla de cansancio y algo que no lograba descifrar del todo. Habíamos pasado la mañana trabajando, y aunque las palabras entre nosotros habían sido escasas al final, sentía que habíamos cruzado un pequeño puente hacia algo más... algo diferente.
Cuando se acercó para despedirse, no lo vi venir. Paulina se inclinó ligeramente hacia mí y, con una suavidad inesperada, dejó un beso rápido en mi mejilla. El gesto fue tan sencillo, tan natural, que por un segundo me quedé paralizado. Sentí su calor desvanecerse al mismo tiempo que el suave perfume que llevaba, una mezcla de lavanda y algo terrenal que me dejó aturdido.
Mis pensamientos quedaron en blanco mientras la veía alejarse. ¿Qué acababa de suceder? Me quedé ahí, observando cómo se apartaba con paso firme, como si ese pequeño gesto no hubiera significado nada para ella. Pero para mí... Dios, era diferente. Mi mejilla aún sentía el rastro de su contacto.
Estaba absorto en esos pensamientos cuando escuché una risa ligera detrás de mí. Beatrice se acercó con esa energía suya que parecía estar siempre a punto de estallar.
—No irás a dejarla marchar así de fácil, ¿verdad? —preguntó, divertida, cruzándose de brazos y observándome con una ceja levantada—. No esperaba que Anthony Bridgerton, de todos los hombres, se rindiera tan fácilmente.
Giré mi cabeza hacia ella, pestañeando como si acabara de despertar de un sueño. ¿Rendirme? Esa palabra resonó en mi cabeza. Me quedé inmóvil por un instante, todavía sintiendo ese beso en mi mejilla, intentando descifrar lo que debía hacer.
—Tienes razón —murmuré, más para mí mismo que para ella, sintiendo cómo una chispa de determinación se encendía dentro de mí.
Antes de pensarlo demasiado, empecé a caminar con pasos rápidos, casi tropezando con los guantes que había dejado sobre un barril cercano. Cuando la vi más adelante, me impulsé hacia ella sin dudarlo.
—¡Paulina! —grité su nombre, con más intensidad de la que había planeado.
Ella se giró, sorprendida, sus ojos buscándome con una mezcla de confusión y preocupación. Al llegar a su lado, me detuve, intentando recuperar el aliento y, al mismo tiempo, encontrar las palabras adecuadas.
—Paulina, escucha... —comencé, sintiendo que las palabras se atropellaban unas a otras en mi mente—. Sé que tienes mucho en tus manos, que todo esto —hice un gesto hacia los campos— es tu vida y tu responsabilidad. Pero... ¿qué te parece si hago que Dominic tenga todo lo que necesite esta noche, y así puedas venir conmigo?
Paulina parpadeó, completamente desconcertada. Claramente no entendía lo que estaba sugiriendo, y, en realidad, no la culpaba. Yo mismo no estaba seguro de a qué me estaba refiriendo exactamente, solo sabía que no quería dejar que se alejara tan fácilmente.
—¿Qué? —preguntó ella, frunciendo el ceño—. ¿Qué estás diciendo, Anthony?
Antes de que pudiera elaborar una respuesta coherente, Beatrice se acercó corriendo, con una gran sonrisa en su rostro y un entusiasmo palpable en su voz.
—Vamos, Paulina —intervino ella, casi saltando de la emoción—. Él tiene razón. Dominic puede encargarse de todo por una noche. Tómate un descanso, Paulina. No pierdas esta oportunidad.
Paulina miraba entre los dos, claramente desconcertada por la repentina insistencia de ambos. Pude ver cómo sus hombros se tensaban, su mente trabajando rápidamente para procesar lo que le estábamos pidiendo. Pero había algo en su expresión que me hacía pensar que estaba considerando la idea, por muy absurda que sonara.
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Paulina (Anthony Bridgerton)
Hayran KurguPaulina, una prostituta que lucha por cuidar a su hermana enferma en los suburbios londinenses, encuentra en Anthony un noble cuya vida está llena de privilegios y expectativas. Su primer encuentro en un club clandestino desafiará los mundos de ambo...