Diana

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Nota del autor:
Esta ejercicio literario es dedicado a Wendy y a Carmen Elena; de quienes no se nada hace años, y aún recuerdo todos los días. En la tierra o en el cielo, en el reencuentro o en el silencio... Esto es para ellas.
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Caminar.

Tío Jorge fue claro desde el amanecer: el recorrido no sería nada fácil; como cualquier sendero silvestre, tan mágico como imponente, desafiante hasta para los más enérgicos y apasionados.

Después de ver casi todos los matices verdes en un solo compendio de color, y disfrutar los susurros y caricias de la naturaleza que uno puede casi saborear (no sólo oler); era fácil tener la sensación que llegar a casa del Doctor Alan, sería un brusco acuatizaje en el quieto lago de la realidad, más que una meta cumplida.

El túnel de eucalipto nos da la bienvenida; al fondo de aquella bravía escena de quietud, la imagen del Doctor Alan resplandecía como el centro de un primer plano, como si fuera él mismo la puerta del bohío. Viste de blanco como siempre; por eso sé que es él, aunque mi vista de corto alcance no distinga sus rasgos más detallados.

Nos acercamos cada vez más, y ya puedo distinguir otros colores que se mezclan con las sombras difusas bajo aquel bohío... Estoy casi seguro que somos los últimos de la cofradía en llegar. A simple vista se ve demasiada gente.

Me pregunto si Diana ya llegó al pueblo. ¿La veré una vez más aunque sea hoy?

Ahora no sólo soy capaz de ver la silueta de los presentes, quienes refugiados a la sombra celebran otro primer domingo de mes; ahora también los escucho, aunque no sé de qué están hablando. Un vallenato va ahogando las "voces" cantarinas del silencio del sendero.

Es mi segundo "primer-domingo" con ellos, desde que accidentalmente entre al grupo, con complicidad del tío Jorge. Hoy habrá paella, un tipo de arroz especial muy consumido en nuestra familia. El artista de las hornillas será el tío Jorge, porque sólo un chef puede sustituir a otro chef. Gino estaría orgulloso de él.

- Descuida, Nacho. De regreso nos iremos en la camioneta amarilla de Josejuán -Dijo mi tío, como sí de una buena noticia se tratara-

<<Es una pena>> pensé.

(Me gusta el camino).

Anfitrión.

- ¡Coco frío! Porque sólo a un amigo se le regala un coco... Uno para ti, y otro para el Nené -Dijo Alan al recibirnos-

- Es un honor, hermano Alan.

- Eres bienvenido, hermano Jorge. -Respondió-. ¿Y tú cómo vas, campeón? ¿Qué tal el camino?

- El mejor de todos. -Respondí- ¡Tiene usted una hermosa finca, Doctor Alan!

- No, no... Más Doctor será usted, jovencito. Aquí no hay títulos. Aquí soy el tío Alan para todos. -Y sonrió exageradamente mientras me abrazaba con un solo brazo, y con la mano dominante procuraba sacar fuego de mi cabello-

De pronto, el Doctor subió la voz y anunció a todos que el tío Jorge había llegado, y con él lo mejor del momento. El arroz. ¡Todo un acontecimiento!

La algarabía fue inmediata. Pero el precio de la fama es muy alto, y cuando el tío Jorge me presentó otros hermanos no conocidos, todos querían ser mis amigos a la fuerza.

¿Dónde rayos está Diana? Ella suele evitar que el protocolo de presentación y tertulia sea demasiado extenuante para mí. Me conoce demasiado.

Gracias a Dios no pasó más de media hora. Fue sobrecogedor, pero sé que lo hacen por cariño.

Cuentos que La Naranja no leyó Where stories live. Discover now