-Capítulo 7- El Peso de lo Oculto

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Los recuerdos de mi infancia son un rompecabezas incompleto, piezas dispersas que siento que mi mente decidió esconder para protegerme, para mantenerme cuerda. Mi hermana mayor, Melanie tenía unos 16 o 17 años, era la única que compartía conmigo ese " llamado especial" como solíamos llamarlo. Pero a diferencia de mí, ella abrazaba su fe como un escudo. Oraba por todos, incansablemente, y muchos la tildábamos de extremista. Ahora entiendo que quizás ella simplemente veía cosas que nosotros no podíamos.

Melanie tenía un líder espiritual que frecuentaba nuestra casa. Era un hombre peculiar, su mirada parecía atravesarte, como si pudiera descifrar cada secreto cargaba sin siquiera decir una palabra. Aquella primera vez que oro por mi, algo extraño ocurrió. No puedo explicarlo del todo, pero me invadió una risa frenética, incontrolable. Era como si algo dentro de mí se burlara de él, o quizás de su poder.

Mi padre, siempre escéptico, no pudo ocultar el miedo. Lo recuerdo mirándome con una mezcla de pánico y desconcierto, como si no reconociera a la niña frente a él. Mi padre entre susurros tensos, le decía a mi Madre:
_ Esto no es normal.. algo raro está pasando, ves como se ríe!

El líder espiritual, sin embargo, permanecía sereno. Mientras ponía sus manos sobre mí, sentí algo indescriptible, como si dos fuerzas invisibles lucharan en mi interior. Años después, reflexionando, me pregunto si aquello fue una liberación o una revelación de algo más oscuro que siempre había estado ahí.

Melanie confiaba ciegamente en él, y él en Dios. Una vez, nos contó que había tenido un sueño con nuestra madre. en el sueño Dios le reveló que ella asistía a brujos. No porque fuera una de ellos, si no porque buscaba protegerse de quienes, según ella, querían hacerle daño. Él fue claro:

_ Si vuelves a acudir a esas prácticas, la muerte estará esperándola.

Ese mensaje quedó grabado en nuestras mentes como un eco. Mi Madre, aunque no lo admitiera, parecía entender que algo en su vida debía cambiar.

Otra experiencia inolvidable fue la de mi cuñada. Cuando el oro por ella, el ambiente se tornó denso, pesado, como si el aire se hubiera vuelto tangible. Mientras todo cerrábamos los ojos, obedeciendo sus instrucciones, sentimos algo correr a nuestro alrededor, risas agudas que no eran humanas salían de mi cuñada.

_No abran los ojos, dijo firmemente _. Los ojos son las ventanas del alma, si lo hacen podrían invitar a lo que estamos expulsando.

Cuando todo terminó, escuchamos pasos como estruendos en las escaleras. Algo había salido, algo que ya no pertenecía a este mundo.

Melanie, siempre fue firme en su fe, también tuvo sus propios enfrentamientos con lo desconocido.
Una vecina nuestra, Elis, llegó un día a nuestra casa obligada por otra amiga.
Elis, estaba diferente, su rostro cambiado de forma, como si no pudiera contener lo que llevaba dentro. Melanie oro por ella, y en ese momento, pudo ver cómo su vista cambió, narra que Elis después de qué oraron por ella, le indicó que quizás esa fuerza dentro de ella la había adquirido por una pulsera que recibió de su novio que practicaba el ocultismo.

Desde entonces, la Casa no volvió a sentirse igual. No por el suceso ocurrido con Elis, si no por los ecos de esas experiencias que quedaron impregnados, las paredes como si cada oración, cada liberación, hubiera dejado un rastro Indeleble. Mi Hermana, decía que esa lucha espiritual era constante, pero que el bien siempre prevalecerá.

A veces me pregunto: ¿ realmente ganó el bien, simplemente el mal nos dio un respiro?

Mi VerdadWhere stories live. Discover now