Capítulo 14: Fuego en la Sangre

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El amanecer cubría Rocadragón con un brillo suave y cálido, pero la fortaleza permanecía impregnada de tensiones y anhelos. Los meses desde la coronación de Aegon y la trágica pérdida de la pequeña Visenya habían transformado el castillo en un lugar de duelo silencioso y planes secretos. Sin embargo, dentro de sus muros de piedra, había un rayo de esperanza: Lucenya embarazada de cinco meses, y el futuro que llevaba dentro.

Lucenya estaba sentada junto al fuego, descansando en un sillón tapizado mientras observaba el movimiento de las llamas. Una mano descansaba instintivamente sobre su vientre. Desde que supo que estaba embarazada, no había un momento en que no sintiera esa conexión profunda y vibrante con el bebé que crecía en su interior.

-¿Se ha movido hoy? -La voz de Lucerys interrumpió sus pensamientos. El joven príncipe entró apresuradamente, con los ojos llenos de entusiasmo.

Lucenya sonrió al verlo. Desde el día en que había anunciado su embarazo, Lucerys no se había separado de ella. Era su sombra, su protector y, más que nada, el futuro tío más dedicado que se pudiera imaginar.

-No aún, Luke -respondió con ternura, extendiendo una mano hacia él-. Pero tienes tiempo para esperar.

Lucerys corrió hacia ella y se arrodilló junto a su sillón. Colocó las manos sobre su vientre con un cuidado casi reverente. Durante unos momentos, permaneció en silencio, concentrado, como si intentara comunicarse con el bebé directamente.

-¿Crees que sabe que estoy aquí? -preguntó en voz baja, como si hablar más alto pudiera romper la magia del momento.

Lucenya acarició su cabello oscuro, su gesto lleno de afecto. -Lo sabe. Siempre estás aquí, hablándole, cuidándome. Estoy segura de que ya te reconoce.

Lucerys levantó la vista, sus ojos brillantes. -Entonces, cuando nazca, voy a ser su favorito.

Lucenya rió suavemente. -Eso no lo dudo.

Jacaerys entró en la habitación en ese momento, llevando una bandeja con frutas y pan fresco. Observó la escena con una sonrisa antes de acercarse.

-¿Ya estás robándome el puesto de favorito, Luke? -bromeó mientras colocaba la bandeja sobre la mesa.

-No tengo que robar nada -replicó Lucerys, con una sonrisa orgullosa-. Ya lo soy.

Lucenya rió, disfrutando de la calidez de ambos hombres en su vida. Jacaerys se inclinó para besar su frente antes de sentarse junto a ella.

-¿Cómo te sientes? -preguntó, tomando su mano entre las suyas.

-Cansada, pero feliz -respondió ella, sinceramente-. Con ustedes dos cuidándome, no puedo pedir más.

Lucerys se levantó de un salto, su rostro repentinamente serio. -Voy a traer más almohadas. Dijiste que estabas cansada.

Lucenya intentó detenerlo, pero Lucerys ya había salido de la habitación. Jacaerys rió, sacudiendo la cabeza.

-Ese chico realmente te adora.

-Siempre hemos sido cercanos -admitió Lucenya, mirando hacia la puerta por donde había salido su hermano menor-. Desde que éramos niños, me seguía a todas partes. Siempre decía que yo era su segunda madre.

Jacaerys se inclinó hacia ella, acariciando su mejilla. -Bueno, parece que está practicando para ser un buen tío.

Lucenya asintió, pero en su interior sentía algo más profundo. La relación con Lucerys no era solo una de cariño fraternal; era una conexión de almas, como una madre con su hijo, un vínculo que había crecido con los años y que ahora, con el bebé, parecía más fuerte que nunca.

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