Capítulo uno

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—Por el resultado del juicio, el comité de magos la declara...

—¡Culpable! —replicó Marietta con falsa sorpresa.

—Inocente, Fortescue; inocente.

—Sí, sí, ahorremos las formalidades y... ¿Inocente?

Marietta estaba perpleja, pero el sonido de las cadenas mágicas cayendo de sus muñecas y sus tobillos, liberándola  de sus ataduras confirmó el descabellado veredicto. Parpadea varias veces, incrédula mientras es empujada por una bruja regordeta vestida de rosa a la salida. Allí, ve a su mejor amigo.

Comenzó a caminar por su cuenta para salir del ministerio. Debió suponer que era demasiado bueno para ser cierto, aunque esa realidad la golpeó como un baldazo de agua fría cuando vió a un anciano alto, barbudo y con anteojos en forma de media luna delante suyo. Sus túnicas eran largas hasta los tobillos, y usaba un ridículo sombrero a juego. Era Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore.

—Albus. 

—Marietta.

Marietta apretó los dientes.

—Fuiste vos.

Dumbledore alzó una ceja, pero su sonrisa característica de abuelo permaneció en su rostro.

—¡Por vos estoy en libertad, metiste mano en el juicio, hijo de mil!

—Oh, querida Marietta; no sé entender bien tu forma de hablar, pero no creo que sea una mala noticia —dijo, alzando las manos con falsa inocencia.

Marietta apretó los dientes.

—Vos no hacés las cosas gratis. Siempre querés algo a cambio.

—Me atrapaste. 

Dumbledore no parece afligido de admitirlo. Marietta tampoco ve vergüenza, ira ni suficiencia en su rostro. De hecho, el anciano no parece haberse sentido tocado en lo absoluto, y eso la enfurecía.

—¿Y?

—Quiero que dé clases en Hogwarts.

Marietta parpadeó varias veces.

—No. Hay algo más. Hay algo que no me estás diciendo. 

No podía ser lo único que quisiese. Marietta había soñado con enseñar en Hogwarts desde que era una niña. Ser la figura de autoridad y apoyo dentro de la clase, y Albus lo sabía. Tenía que haber un truco escondido.

—Le darás clases a Harry.

Marietta se quedó helada, pero lo disimuló bastante.

—¿Harry cuánto?

Dumbledore soltó una risita.

—Harry. Harry Potter.

—No lo voy a hacer.

—Supongo que...

—No lo voy a hacer. Enciérreme en Azkaban si eso le agrada. No pienso darle clases al hijo de ese imbécil malcriado.

—Si no lo haces, quizás logre que Severus sea encerrado contigo.

¿Acaso su vida no podía ser más una mierda? ¿Por qué debía elegir entre condenar a su mejor amigo y enseñarle al hijo del bully más brutal de su juventud? Marietta odiaba a James Potter, y no era algo infundamentado. Por culpa de ese idiota le faltaba un brazo, tenía talasofobia y ansiedad social. No era justo, pero, ¿Cuándo algo era justo para ella? Se dijo, y asintió, caminando sin mirar a Dumbledore.

—Lo veo allí el primero de septiembre, director Dumbledore.

Alcanzó a ver por el rabillo del ojo la sonrisa de gloria del anciano antes de desaparecer en efímeras llamas verdes.

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⏰ Última actualización: 6 days ago ⏰

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Mary Fortescue y el hijo de PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora