Extra gemelos

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Narrado por Jaxon

Elara estaba en la recta final del embarazo, y cada día que pasaba, mi ansiedad crecía. Sabía que el nacimiento de nuestros gemelos sería un momento único, pero no podía evitar preocuparme por cómo se sentiría ella durante el parto.

Esa mañana, Herodes y yo estábamos en la sala jugando con su colección de autos cuando escuché la voz de Elara desde la habitación.

—¡Jaxon! Creo que es el momento —gritó con una mezcla de emoción y nerviosismo.

Tomé a Herodes en brazos y corrí hacia ella. Al entrar, vi cómo trataba de respirar profundamente mientras una mano descansaba sobre su vientre redondeado.

—¡Mami! —exclamó Herodes, con sus enormes ojos azules brillando de emoción—. ¿Ya vienen mis hermanitos?

—Sí, amor. Parece que sí —respondió Elara con una sonrisa cansada, acariciando la mejilla de nuestro pequeño.

Sin perder tiempo, la llevé al hospital. Herodes, sentado en el asiento trasero, no dejaba de hablar sobre cómo cuidaría a los bebés y les enseñaría a jugar con sus autos favoritos.

Al llegar, los médicos se hicieron cargo rápidamente. Aunque quería estar a su lado todo el tiempo, tuvieron que pedirme que esperara afuera mientras la preparaban. Herodes se quedó a mi lado, inquieto pero emocionado.

—¿Mami va a estar bien? —preguntó, tomando mi mano con fuerza.

—Claro que sí, campeón. Tu mami es la mujer más fuerte que conozco —le respondí, abrazándolo.

Después de lo que parecieron horas, una enfermera vino a buscarme.

—Señor Holder, puede pasar.

Tomé a Herodes de la mano y entramos juntos. Elara estaba recostada en la cama, exhausta pero con una sonrisa radiante. En sus brazos, sostenía a una pequeña bebé con mejillas rosadas y ojos que apenas comenzaban a abrirse.

—Savannah Holder Martínez —susurró Elara, mirándola con amor infinito.

Mi corazón se detuvo cuando una enfermera se acercó con el segundo bebé, envuelto en una manta azul. Lo colocó cuidadosamente en mis brazos.

—Y aquí está Ares Holder Martínez —dijo la enfermera con una sonrisa.

Sostener a nuestro hijo por primera vez fue un momento indescriptible. Sentí que el mundo entero cabía en mis brazos. Miré a Elara, maravillado por la fuerza y el amor que irradiaba.

—Lo hicimos, mami. Ahora nuestra familia está completa —le dije, inclinándome para besarla en la frente.

Herodes, que hasta ese momento había estado callado, se acercó al borde de la cama con una curiosidad desbordante.

—¿Ellos son mis hermanitos? —preguntó, señalando primero a Savannah y luego a Ares.

—Sí, amor. ¿Quieres cargarlos? —le preguntó Elara con dulzura.

Asintió emocionado, y con cuidado, le coloqué a Savannah en los brazos. Su mirada se iluminó al ver a su hermana por primera vez.

—Es tan pequeñita... Pero es bonita, como mami —dijo, antes de mirar a Ares—. ¿Y él?

—Es fuerte, como tú y papá —le expliqué, sonriendo.

Herodes levantó la vista hacia mí, con una seriedad que me tomó por sorpresa.

—Voy a cuidarlos siempre, papi. Te lo prometo.

—Lo sé, campeón. Serás el mejor hermano mayor que puedan tener —le respondí, sintiéndome más orgulloso que nunca.

Esa noche, mientras Elara descansaba con los gemelos en sus brazos y Herodes se quedó dormido junto a ella, supe que mi vida había alcanzado una felicidad que nunca habría imaginado. Nuestra familia estaba completa, y no podía esperar a ver qué nuevas aventuras nos esperaban juntos

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