Perfecto. Todo perfecto. Ahora tenían que preocuparse de un barco y de una posible persecución.
¡Como si Satoru no tuviera ya bastantes cosas de las que preocuparse!
Ni siquiera podía recordar la última vez que tuvieron que huir rápidamente de algún lugar. Los años fieros de piratería habían acabado para el capitán. Al menos aquellos que implicaran una batalla naval porque Satoru sabía que esa tripulación todavía sabía cómo sembrar el caos en tierra.
Era cuestión de tiempo que atracaran en otro puerto. Para restablecer suministros o para arrasar con todo, eso ya dependía del capitán. Pero el hombre se comportaba como un fantasma, yendo de un lado a otro como una sombra y quedándose de pie con un semblante pensativo. Como si quisiera maldecir de verdad a todo el mundo.
El cuchillo de Satoru volvía a estar a buen recaudo. En su sitio. El chico jamás pensó que el capitán ignoraría esa tan esperada conversación: Satoru podría matarlo mientras dormía. Al parecer no era importante. Satoru no era una amenaza. Eres un chico listo, le había dicho el hombre. Si acababa con la vida del capitán, algún otro de esos apestosos piratas, su segundo al mando tal vez, tomaría el poder. Y no sería benevolente con el pequeño tripulante de ojos azules.
Satoru lo sabía. El capitán lo sabía. Todos lo sabían.
Aún así, el chico sentía una extraña sensación combinada con su alivio. No quería que el capitán le castigara por tener el arma tan cerca, pero, ¿ya está? ¿Eso era todo lo que merecía ser discutido con Satoru? ¿Tan... insignificante era el muchacho para ese maldito pirata?
Y, por supuesto, estaba el pequeño detalle de que les estaban persiguiendo. Muy seguramente. Algo que tenía a todo el mundo consternado. Al capitán sobre todo. Le exigía a Satoru que utilizara sus Seis Ojos cada pocas horas y los dolores de cabeza incrementaban en fuerza cada día. Por no mencionar que toda la situación había reducido su tiempo con Suguru.
La sirena se había convertido en su único respiro y así lo había decidido Satoru. O tal vez sí estaba cayendo en sus garras más pronto que tarde y el chico le estaba facilitando el trabajo. Por el momento, no importaba.
Suguru no era idiota y notaba el cambio. También le preguntaba por ello, lo que enfurruñó a Satoru la primera vez. Su enfado desapareció al darse cuenta de la genuina curiosidad del hombre mitad pez.
Lo cierto era que su, posiblemente, última despedida con Toji le había dejado más tocado de lo que reconocería jamás. Ese herrero mujeriego no merecía sus lágrimas, pero su falta de interés por mantener a Satoru a su lado hizo ver al chico que estaba solo, condenadamente solo.
Esa línea de pensamiento no era una novedad, pero por un tiempo, por un instante, Satoru pensó que tenía algo a lo que agarrarse. Algo que esperar y que le diera sentido a su vida, que le diera motivación. Un amante que le esperaba en el mismo puerto.
Pero ese amante lo único que esperaba era poder marcharse del agujero en el que estaba metido y Satoru no tenía fuerzas suficientes para odiarle. Sólo le envidiaba a más no poder.
Por eso y pese a lo difícil que pudiera sonar, Satoru quería que Suguru fuera su amigo. Sí, eso es.
¡Él, Satoru de la isla Gojo, bendecido con el poder de un Dios, necesitando anclarse a otro ser vivo para mantenerse cuerdo!
Pero no pretendía engañar a nadie ni ser engañado, Suguru deseaba su cuerpo y lo cierto era que la atracción que Satoru sentía por la sirena no se desvanecía. Al contrario. Muchas más noches de las que el chico podía contar, sus pensamientos acababan regresando a esos brazos, a esos ojos, a esa boca y a esa lengua. Se retorcía en su cama y sólo conseguía quedarse dormido tras largos ratos de placer con unos dedos entre sus piernas. Una mañana se levantó con una pequeña molestia en su muñeca derecha y saber el por qué le tuvo sonrojado todo el día.
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La noche tiene escamas
FanficSatoru tiene una rutina que mantiene a rajatabla. Todo lo normal que puede ser tu rutina si tienes un poder especial y acabas secuestrado por un puñado de piratas, claro. Pero Satoru lo tiene asimilado. De verdad que sí. Sólo tiene que utilizar su p...