Llevaba poco más de un día en Argentina, mi mamá me estaba volviendo loca, preguntando y preguntando, papá intentaba calmarla, pero no era fácil.
Lo más difícil de vivir de nuevo en casa, y la principal razón por la cual me fui, fue el hecho de que ellos están pasando un mal momento, peleas todos los días, por cualquier cosa.
Pero no se separaban, era lo peor.
Supongo que se habían acostumbrado a estar juntos, era difícil estar ahí.
No tuve mejor opción que visitar a mi abuela, les dije a mis papás que la cuidaria por unos días, ellos aceptaron sin mucho más.
Llegue a la casa donde pasé la mayor parte de mi infancia, la nostalgia inundó mi mente, sobre todo al caminar por el corredor y ver las fotos enmarcadas.
Mi mamá de pequeña, tíos, tías y primos, yo y hasta fotos de un pequeño Franco risueño y algo chimuelo.
Pase a la habitación de invitados, deje mi mochila sobre la cama y comencé a caminar, habían cosas que incluso perduraban desde mi infancia.
La casa se encontraba en silencio, mire por la ventana, el gran patio y las ectarias pertenecientes a mi abuela. Un establo a pocos metros, un par de gallinas correteando por ahí, todo era tal y como lo recordaba.
—Abuela, ¿como estas?
Baje a la sala, ella estaba sentada sobre el sillón individual, frente a la tele, viendo una novela vieja.
Tal y como la recoraba.
Pero más viejita, su pelo, ahora débil y gris, lleno de canas, sus arrugas y manos temblorosos, se veía tan indefensa ahora, no como cuando yo era niña.
Me acerque a ella y toque su hombro, ella aparto la mirada de su novela y me miro por unos instantes, al principio confundida, aunque luego me regalo una pequeña y amable sonrisa.
—¿Quien sos?
Una mueca apareció en mi rostro, pero la disimule.
—Abuela, soy Sam, ¿Samirah?— nada —tu Sammy— decidi no insistir —olvídalo, voy a limpiar un poco.
Acaricie su hombro y ella siguió viendo la tele, mientras yo pasaba una franela por los muebles de madera, viejos y llenos de más cosas viejas, escuchaba lo que estaba reproduciendo la tele.
Su novela se vio interrumpida por el noticiero, la oí quedarse y me reí, siempre hacia lo mismo.
—Ooh, Franquito, esta tan grande, y ahora esta en la tele, que niño.
Me gire hacia ella al escucharla, una noticia sobre Franco apareció en la pantalla, mostrando su foto.
Fue sorprendente para mí que ella lo recordará, casi no recordaba a nadie.
—Recuerdo cuando Franco era un niño, era tan energético y no podía apoyar la cola en la silla por mucho tiempo.
Solte una risa ante su comentario.
—Míralo, esta tan grande pero sigue igual, sus ojos igual de brillosos y su sonrisa igual de pícara.
Mientras ella hablaba, yo seguía limpiando. Me agache a un lado de la mesita ratona que había a su lado, limpiando el polvillo sobre este.
—Franco siempre estuvo enamorado de mi nieta ¿sabes?
—Se oye muy adorable.
—Quizás Franco es algo infantil, siempre su boca hablo antes de que su cabeza piense y razone, pero no quita el hecho de que este enamorado.
—Hacia todo lo posible por hacerla feliz, la hacia reír, la acompañaba a donde ella quiera.
Ante sus palabras hice una mueca, aparte mi vista sintiendo mis ojos picar, las lágrimas amenazaban con salir.
—¿Y crees que eso siga igual?— temí en preguntar.
Para mi muy y diría maldita suerte, en el noticiero estaban hablando sobre el supuesto rumor de una Infidelidad por parte de Franco, mostrando una foto mía y de él.
Luego de mi pregunta, ella busco en el cajón de su mesita y saco un libro con fotos, abrió específicamente en una foto, también mía y de Franco, más chiquitos, más inocentes, pero no menos enamorados.
—Mira esta foto, los ojos de Franco sobre Sam.
Hice caso, preste atención a la foto, yo sonriendo a la cámara, feliz de mostrar una manualidad que había hecho, luego mi vista pasó a Franco, no miraba a la cámara, sino a mi, sus ojos brillantes y su sonrisa sincera.
—Y mira ahí.
Apunto a la tele, esa foto era de mi intragram, donde con Franco festejabamos mi cumpleaños en un avión, yendo hacia uno de los GP, mi cumple había coincido con la semana de carrera.
Pero Franco organizo una pequeña reunión y me sorprendió con una torta y regalos sobre el avión.
Nuevamente mire aquella foto, los mismos niños, ahora ya más grandes.
Yo mirando a la cámara, con la torta en mis manos y sonriendo, pero Franco nuevamente me miraba a mi.
—Hay cosas que no cambian, y lo que siente Franquito por mi nieta, eso es más grande que cualquier otra cosa.
—Hacele caso a una vieja como yo— soltó una risa.
No había caído en cuenta lo mucho que me llegaron sus palabras, hasta que sentí una lágrima bajar por mi cachete. La seque rápidamente y me pare.
—Debo irme, lo siento abuela, prometo visitarte pronto— dije acariciando sus manos —pero llamare a Maria para que te cuide y limpie un poco.
—Oh, maría es una chica tan dulce, y ella si limpia la casa como a mi me gusta, no como mi hija Sussy, ag, esa mujer deja todos los estropajos socios sobre la mesada, que mujer del mal.
Oía sus quejas y solte una risa, ella no cambiaba.
Cuando llego la mujer que solía quedarse con mi abuela, la salude y le di un par de indicaciones, finalmente volví al aeropuerto, necesitaba ver a Franco, lo extrañaba.
Ensendi la pantalla del avión, mi suerte fue tanta que al momento de estar sobre el cielo, la carrera de Las Vegas ya había empezado, suspire y supe que ya no podría llegar antes, así que mire la carrera desde la pantalla.
A Franco no le fue nada bien, de hecho terminó solo dos puestos arriba del último lugar, no fue su mejor carrera, y al verlo salir del monoplaza, no se lo notaba muy bien.
En las notas también pude distinguir una actitud muy decaida de su parte, algo raro en el.
Solo una hora más y ya estaría con el, pienso arreglar las cosas.
Espero.
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la mujer de mi vida | Franco Colapinto
Hayran Kurgu-gracias por permitirme ser la mujer del proceso y acompañarte en la historia que estas creando. -no sos la mujer del proceso Sammi, sos la mujer que estuvo desde el segundo uno; la que estuvo en las buenas y malas, mereces ser parte de todo lo que...