El peso de la verdad
NADIA
El cielo estaba cargado de nubes grises que amenazaban con romperse en cualquier momento. Un frío cortante recorría el aire, complementando la atmósfera solemne del cementerio militar. Las hileras de soldados formados alrededor del ataúd de Christian mantenían una postura rígida, sus uniformes impecables, botas lustradas y fusiles perfectamente alineados en el hombro. Frente a ellos, el féretro, cubierto con la bandera nacional, descansaba sobre una plataforma elevada, flanqueada por coronas de flores blancas y amarillas.
Los pasos marcados de los soldados resonaban en el pavimento, siguiendo el protocolo con una precisión impecable. El jefe del escuadrón, con su sable al costado, dirigía cada movimiento con autoridad. Las órdenes se transmitían en un susurro casi inaudible, y cada hombre y mujer bajo su mando ejecutaba los movimientos con sincronización perfecta.
Yo, Nadia, permanecía junto a Alexa y Verónica, ambas impecablemente vestidas para la ocasión. Alexa llevaba un vestido negro ajustado con mangas largas de encaje, una abertura en la pierna derecha y tacones de aguja que resonaban con cada paso que daba. Su cabello castaño estaba recogido en un moño pulido, y sus labios llevaban un sutil tono carmín. Verónica, siempre imponente, optó por un traje pantalón negro con una blusa de satén gris oscuro, sus tacones apenas visibles bajo el dobladillo. Su cabello rizado cayendo por sus hombros. Yo había elegido un vestido negro de seda con mangas transparentes bordadas, un escote en V que delineaba mi clavícula y un cinturón fino de cuero que destacaba mi cintura. Mis botines negros de tacón alto eran una declaración de mi carácter, y mi cabello largo y oscuro caía como un velo tras mi espalda.
El capellán inició el servicio, su voz profunda resonando mientras recitaba las palabras tradicionales de despedida. La bandera que cubría el ataúd fue lentamente doblada por dos soldados con guantes blancos, cada pliegue ejecutado con meticulosa precisión. Finalmente, la bandera quedó en un triángulo perfecto y fue entregada al oficial al mando, quien la sostendría hasta el final de la ceremonia.
Cuando las trompetas comenzaron a sonar el Toque de Silencio, un escalofrío recorrió a los presentes. Su sonido melancólico llenó el aire, elevándose sobre el murmullo del viento. Los soldados levantaron sus rifles al unísono, formando tres filas para el tradicional Saludo de Honor.
—¡Apunten! —La voz del oficial rompió el silencio.
Los fusiles se alzaron.
—¡Fuego!
El primer disparo resonó como un eco entre los árboles.
—¡Apunten! ¡Fuego!
El segundo disparo fue más penetrante, como si atravesara no solo el aire, sino también los secretos enterrados con Christian.
—¡Apunten! ¡Fuego!
El último disparo marcó el cierre de un capítulo.
El ataúd comenzó a descender lentamente, y fue entonces cuando la vi: Kristal. Una mujer alta y esbelta, con el cabello rubio recogido en un moño bajo, vestida con un abrigo negro que ocultaba su figura. Estaba de pie junto a dos niños, una niña de unos cuatro años y un niño apenas un poco mayor. Los niños se aferraban a ella, sus miradas llenas de un miedo y una tristeza que reconocí al instante.
Cuando las trompetas tocaron las últimas notas, Kristal avanzó hacia mí, dejando tras de sí a los niños. Sus pasos eran decididos, pero en sus ojos podía ver una mezcla de alivio y furia.
—Eres Nadia, ¿verdad? —dijo con una voz suave, pero cargada de una fuerza que no esperaba.
—¿Quién pregunta? —respondí, manteniendo mi tono frío y mi postura firme.
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VENGANZA DESEADA [#1 MUJERES INFERNALES: SAGA]
RomanceNadia James es una mujer cuya valentía no se puede encasillar en simples palabras. Es vengativa, egocéntrica, narcisista, malcriada y caprichosa, sí, pero ¿quién no lo sería después de todo lo que ha soportado? Las cicatrices invisibles de su pasado...