Capítulo III

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Dos de ellos saben con seguridad que la hacen feliz, era cuestión de tiempo o nació para hacerlo. El otro, no tanto. La conoce desde ya un tiempo considerable, la quiere, sí. Pero ¿la hace feliz?, ¿es ella feliz con él? Es muy diferente acostumbrarse que disfrutar de la compañía del otro. Aclarar sus dudas con su hermano le parece algo vergonzoso. Él, el apodado seductor. Él, el ídolo de su hermano cuando eran pequeños. Él, ¿preguntarle a Jared que tiene problemas de confianza con una chica? No, nunca.

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— Deberías variar de chicas ¿no crees?

— ¿Variar?

— Escucha, no tengo mucho tiempo—sonaba agitado, a pesar de estar conversando por teléfono podía percibir la falta de energía de su hermano—. Lo que quiero decir es que te han involucrado con rubias, especialmente las modelos.

— ¿Y eso qué?—preguntó ligeramente irritado. Le había llamado porque ya no encontraba una satisfacción con las mujeres y él le recriminaba por ser un amante de las blondas. Aún no le daba la respuesta que quería— No entiendo lo que dices.

— Digo que dejes a un lado ese prototipo de mujer, tal vez tu subconsciente se aburrió de ellas y tú no lo admites—se escuchó una campana que anunciaba el retorno de los actores al set de filmación—. Tengo que colgar, adiós y piensa en lo que te dije.

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Ella apareció en el momento justo y cuando lo hizo, no hubo una fuerte atracción magnética entre ellos que haría que no quisieran separarse, no lo cautivó su sonrisa ni la manera como se veía, aunque si hay algo que hizo que le diera curiosidad, fueron su alborotado, ondulado cabello negro y los imperceptibles lunares que tenía en el rostro. Ella no era rubia, no era una modelo. No era el "prototipo" de mujer que él ideó, era todo lo contrario. Quizás, a eso se refería su hermano cuando le propuso variar.

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Estaba ella recostada en una tumbona, cerca del balcón del edificio donde trabajaba, dibujando distraídamente en su bloc con la tenue luz del sol de la tarde cayendo sobre su cara. Lejos, unos inquietos ojos celestes observaban discretamente a una mujer de cabello ondulado que reposaba tranquilamente en la hora del almuerzo. 

Acababa de llegar a los estudios donde grabarían la película, su apariencia era muy diferente a lo que era antes: estaba irreconocible tanto su rostro y su cuerpo estaban demacrados. La mujer del cabello negro se revolvió incómoda en la tumbona, sintió que alguien la miraba y buscando al que lo hacía, lo encontró y lo reconoció. Dejó su bloc, se levantó del mueble y fue hacia él.

— Mucho gusto Señor Leto— extendió su mano para que él la estreche—. Estaba esperándolo.

Él, incrédulo por lo que ella acababa de hacer, accedió con vacilación a estrechar su mano, para que no se dejase ver el estado de shock en el que estaba encarnó a su personaje.

— Espera— la miró con inquietud llevándose una mano al pecho—. ¿Linda, trabajas aquí?— preguntó, con las manos en las huesudas caderas que acompañó con el toque coqueto, característico de Rayon, batiendo sus pestañas alegremente como el travesti que estaba dando vida.

Jared pensó cuán ridículo podría estar en ese instante.

De camino al estudio, se preguntaba en cómo la gente lo vería actuando como un aficionado sin siquiera haber leído el guión. Pero llegar y verla fue una realidad diferente.

«Nadie se pregunta cómo me veo ni porqué me vestí anticipadamente para el rodaje. Al diablo, fue ridículamente innecesaria la subestimación que hice sobre mi actitud». 

— ¿Disculpe?

— Oh, corazón—suspiró de una forma exagerada—. ¡No te hagas rollos!—el pecho de él se agitó, se sentía tan cansado a pesar de que sólo se había expresado como Rayon. 

Después de que ella tomara cierta confianza con el hombre que hacía de mujer, respondió:

— Soy una de las ayudantes de Kurt & Bart— notó que él se encontraba aún en el cuerpo del personaje, pero qué tenía que hacer para que él dejara esa expresión estúpida y coqueta en su rostro. No lo sabía. Después de que ella dijera eso, Rayon no dijo nada más. Por unos breves pero intensos segundos la incomodidad fue visible en ellos. Presa de los impulsos, como pocas veces, hizo lo primero que se le vino a la mente: lo cogió fuerte del brazo y caminó aferrada a él mientras le decía—: Vayamos a su camerino.

Un «Vayamos entonces» de él, y la chica que antes había observado con total curiosidad, ahora lo llevaba a su camerino para anotar sus medidas. Si ella todavía seguía en el proceso de filmación, entonces podría invitarle algo; hasta entonces, Rayon ayudaría sí o sí en su, quizás, futura relación.

Cuánto tiempo se conocieron, cuánto tiempo se atrajeron. Cada mañana en la que ella tocaba la puerta de la casa rodante que hacía de camerino. Cada vez que él abría, gustoso, la puerta. Los vigorizantes días de trabajo que les tomó aprender la rutina. Él pensaba cómo sería su relación con ella fuera del plano laboral, lo pensaba cada vez que la miraba y aspiraba discretamente ese perfume frutal que desprendía de su piel. Pero ya no tendría que pensarlo. Para alimentar más su indecisión sobre hacerlo o no, el rodaje de la película se acabaría en una semana.  

NOTA: Kurt & Bart son los que realmente colaboraron en Dallas Buyers Club. Mi obsesión de saber pequeños detalles junto a esa manía de que todo tiene que salir BIEN, son los culpables que me sepa casi todo sobre la producción de la película :( 

Gracias.

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