Capítulo 34

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Athena.
La tensión de la guerra no dejaba de acecharme, y aunque mis pensamientos se centraban en la batalla por venir, mi mente seguía volviendo una y otra vez a la conversación con Dorian. Sentía el peso de todo lo que había sucedido, pero también una fuerza dentro de mí que me decía que podía más, que no era solo un peón en esta lucha. Estaba decidida a luchar, a ser parte de esta guerra, no solo por Dorian, sino por mí misma.

Mientras caminaba por el pasillo hacia el área donde se preparaban las armas, encontré a Matías. Estaba de pie junto a una mesa, revisando varias piezas de equipo, su mirada concentrada, pero su presencia era reconfortante de alguna forma. Siempre había sentido que podía confiar en él, a pesar de ser uno de los más nuevos en el equipo.

Me acerqué a él, y sin pensarlo demasiado, comencé a hablar, como si algo en su calma me permitiera abrirme.

-Matías, ¿alguna vez te has sentido atrapado por algo que no puedes cambiar? -mi voz salió más suave de lo que esperaba.

Matías levantó la mirada, notando la seriedad en mi tono. Parecía que había algo más detrás de mi pregunta, algo que me atormentaba. Se apartó de la mesa, haciéndome un gesto para que tomara asiento.

-¿Qué es lo que te está molestando, Athena? -preguntó con una calma que era más reconfortante que cualquier otra cosa.

Me senté, mirando hacia el suelo por un momento, antes de mirar directamente a sus ojos. Tomé una respiración profunda antes de hablar, las palabras fluyendo como si por fin hubiera llegado el momento de contar algo que había mantenido en silencio tanto tiempo.

-Mi padre... -empecé, y sentí que mi garganta se apretaba al recordar. -Siempre me dijo que era igual a mi madre. Me acusaba de ser como ella, de traicionarlo. Me decía que yo era la razón por la que ella nos dejó, que me abandonó igual que ella lo hizo con él. Y en mi niñez, cuando cometía errores o no era lo que él esperaba, me castigaba, me maltrataba. Lo hacía porque pensaba que me merecía lo mismo que mi madre.

Matías no dijo nada al principio, solo me miró con una comprensión silenciosa, pero sus ojos se suavizaron, como si entendiera más de lo que yo estaba dispuesta a admitir.

-Eso debe haber sido muy difícil, Athena -dijo finalmente, su voz baja. -No sé por qué, pero lo que me dices me recuerda a algo que me contó mi esposa.

Me sorprendí, no esperaba que él compartiera algo tan personal.

-¿Tu esposa? -pregunté, curiosa, pero también un poco cautelosa.

Matías asintió lentamente, su expresión un poco más distante, como si estuviera reviviendo algo doloroso.

-Antes de que estuviéramos juntos, su ex esposo la maltrataba también. Era un hombre cruel, y ella vivió muchas veces creyendo que no tenía escapatoria. Pero un día, después de una pelea, logró escapar y nunca más volvió a él. Fue entonces cuando la conocí. Yo estaba trabajando en una operación cerca de su ciudad, y ella fue una de las personas que me ayudó a conseguir información. Nunca supe lo difícil que fue para ella hasta que, con el tiempo, empezó a contarme cosas. Todo lo que sufrió lo entiendo ahora, pero entonces, lo único que quería era asegurarme de que estuviera a salvo.

La historia de Matías me hizo pensar en la mía propia, en las similitudes que había entre nuestros pasados, aunque él no lo sabía. La idea de su esposa huyendo del maltrato, encontrando una forma de escapar, me recordó a mi propia lucha, a cómo había tenido que aprender a sobrevivir por mi cuenta después de la partida de mi madre. No podía evitar preguntarme si había algo más que nos conectaba en nuestras historias.

-Es... curioso -dije, sin pensarlo mucho-. A veces siento que, de alguna forma, estamos destinados a encontrarnos con personas que nos entienden sin necesidad de palabras.

El rubí del Emperador [+18] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora