Athena.
La tensión en la habitación era palpable, pero cuando Neva salió, dejando la puerta entreabierta, el sonido de la vida fuera de esta habitación parecía desvanecerse. Nos quedamos en silencio, los dos, mirándonos con una intensidad que no se podía negar.El peso del mundo seguía cayendo sobre mis hombros, pero en ese momento, con Dorian frente a mí, el aire se sentía diferente. No había más máscaras, no había juegos. Solo nosotros, con nuestras decisiones y nuestro destino por delante.
Dorian se acercó lentamente, su mirada fija en mí, como si estuviera buscando algo, algo que ya no sabía si había perdido o si estaba esperando encontrar. Mi respiración se volvió más pesada, no de miedo, sino de esa mezcla de emociones que me había estado persiguiendo todo este tiempo.
-Athena... -su voz salió baja, casi un susurro, pero cargada con todo lo que no había dicho antes. Sus ojos brillaban con una intensidad que nunca había notado hasta ahora, como si quisiera decirme algo, pero las palabras se le escaparan.
Me acerqué un paso, sintiendo cómo cada segundo que pasaba entre nosotros se llenaba de un significado que no podía negar.
-Dorian... -dije suavemente, sin saber cómo poner en palabras lo que sentía. ¿Qué podíamos decir en medio de todo esto? ¿Qué tenía sentido?
Él respiró hondo, su cuerpo tenso, pero su mirada se suavizó.
-No sé si esto va a salir bien. No sé qué va a pasar con todo esto... con nosotros. -Dijo, su voz temblando levemente, como si esa duda le hiciera perder la firmeza que siempre mostraba. Sus manos se apretaron, y pude ver cómo luchaba con algo mucho más grande que las estrategias o la guerra misma.
Lo miré fijamente, con la sensación de que cada palabra de esa conversación podría marcar un cambio irreversible, un punto de no retorno. Pero no me aparté. No esta vez.
-Tú me has mostrado lo que es luchar, Dorian. -Dije, manteniendo el tono firme, aunque mi corazón palpitaba en mi pecho con fuerza. -Tú me has enseñado que no soy solo una prisionera, que tengo poder. Pero también me has mostrado que no estamos solos en esto. Que no importa lo que pase, vamos a estar juntos, de alguna manera. Y eso... eso es lo que me da fuerza.
Él dejó escapar una pequeña risa amarga, pero su mirada se suavizó aún más.
-No te prometí que esto sería fácil. Ni que saldríamos ilesos. Pero lo que sí te prometí fue que no te dejaría caer. -Su voz estaba más baja ahora, y sus ojos parecían buscar algo en mí, algo que yo no sabía si podría dar.
Me acerqué más, hasta que apenas quedaban unos centímetros entre nosotros. Cerré los ojos por un segundo, como si necesitara reunir todo mi valor para dar el siguiente paso.
-Lo sé, Dorian. -Lo miré a los ojos, viendo en ellos algo que rara vez había visto tan claro: vulnerabilidad, miedo y... amor. -Pero yo también te prometí algo. Que no importa lo que pase, voy a luchar. No solo por ti, sino por mí misma. Porque lo que sea que venga, lo enfrentaremos juntos.
La habitación quedó en silencio, como si todo el universo hubiera quedado suspendido en ese instante. La guerra seguía allá afuera, y cada decisión que tomáramos podría ser la última. Pero en ese segundo, todo lo que importaba era que estábamos juntos, que estábamos dispuestos a enfrentar lo que sea que viniera.
Dorian no dijo nada más, pero sus manos, que habían estado tensas, ahora se relajaron, y me abrazó con una fuerza que nunca había conocido en él. Un abrazo que no solo era de protección, sino de comprensión, como si ambos supiéramos que, aunque todo lo demás estuviera en juego, esta conexión era lo único que realmente importaba.
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El rubí del Emperador [+18]
Romance-¡Lang lebe der Kaiser! -clamaron, sus voces reverberando como un decreto inquebrantable de poder. Athena Harrison llevaba cuatro años sobreviviendo en el club nocturno Heaven's, un lugar donde los sueños morían y las almas eran consumidas. Había ol...