Capítulo 84 | Consecuencias

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Nil

Mireia llevaba cuatro días en mi casa. No era una novedad compartir el tiempo con ella, tampoco estar con ella cuando me necesitaba. Lo que hacía que mi corazón latiese con vigor era el hecho de que quisiera que fuera yo quien estuviese allí.

Cuando fuimos a reconocer el cuerpo, Mireia se derrumbó de nuevo. Fue como si lo reviviera todo otra vez. Contarle a su madre que había muerto y en esas circunstancias, con un disparo en la sien, también fue devastador. No se esperaba que hubiera sido víctima de un tiroteo de bandas. Dolió ver cómo se venía abajo después de todos los logros que había conseguido en los últimos meses. Las amigas de Mireia se mostraron muy cercanas a ella cuando supieron de la noticia.

Lucía y yo nos encargamos de avisar a la funeraria y todo eso. Al velatorio no vino mucha gente, apenas unos familiares, varios amigos y uno o dos vecinos de Mireia y su madre. Neus se pasó sobre las nueve de la noche y trajo dos bolsas de comida rápida para que tomásemos algo. Tras darle las condolencias, me hizo una señal disimulada para que fuese con ella afuera.

—¿Has hablado con Ciro?

—Muy poco. Fue por teléfono. Por la empresa no ha aparecido y en la granja no lo ven desde ayer noche. Me contó lo ocurrido, lo de sus padres y el accidente. También que Mireia lleva días sin aparecer por casa. Le dije que estaba contigo.

—¿Algo más? —le pregunté al ver que no proseguía.

Negó con la cabeza.

—Está fatal, nunca lo había visto así.

—Yo tampoco —susurré cabizbajo—. ¿Cuándo has hablado con él?

—Esta tarde. Hace un par de horas. Quizás alguno debería pasarse por su casa... Aunque entiendo que querrá estar solo, pero no está bien.

—Sí, díselo a Mateo.

Neus asintió, no obstante, antes de irse, me dijo:

—Cuida de Mireia.

Afirmé, solemne.

El entierro fue el lunes por la mañana. Luego de pasar la noche en el velatorio con su madre, empecé a cavilar a toda pastilla. Ciro había mandado desde primera hora de la tarde al Ciber para que vigilara la zona. Algunos de mis hombres, aunque resentidos, habían estado haciendo guardia. Poco o nada se sabía de Ciro, de sus próximos pasos. Estaba en una especie de shock emocional.

La tarde de después del funeral obligué a Mireia a ver una película para distraerse y al final los dos nos quedamos dormidos en el sofá. Cuando nos despertamos le sugerí ir a hacer la compra juntos, así podría elegir lo que quisiera. La ayudó a desconectar y le sentó bien. Me sentí feliz de verla mejor.

—¿Quién eres y qué has hecho con Nil? —inquirió, un poco risueña, cuando le dije de ir juntos al supermercado.

—Sólo lo hago para que no te quedes aquí sola. No te flipes —bromeé y me llevé un puñetazo en el hombro.

Me hice el dolido y ella me empujó.

—Eres idiota.

Sonreí como un bobo y la cogí de la mano para que alegrase más la cara.

—Pues este idiota te lleva al supermercado. ¿Vamos?

Ella asintió y fuimos a por el coche. La miré una vez dentro y le susurré:

—Me apetecen muchos unas pizzas caseras.

Logré sacarle una sonrisa.

—Espero que te acuerdes de cómo se hacían porque las harás tú.

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⏰ Última actualización: 3 days ago ⏰

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