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Kyle estaba ajustando la camiseta cuando el timbre sonó, sacándolo de sus pensamientos. Había pasado los últimos minutos tratando de despejar su mente con una ducha caliente, pero el nerviosismo que sentía al esperar a Stan seguía ahí, instalado como un peso en su pecho. Se pasó una mano rápida por los rizos todavía húmedos y caminó hacia la puerta, asegurándose de estar presentable.

Cuando la abrió, se encontró con Stan, quien estaba de pie con las manos en los bolsillos, balanceándose levemente sobre sus talones. Apenas lo vio, Stan sonrió ampliamente, como un niño que acababa de ver algo que le encantaba.

—Hola, Kyle —saludó Stan, su tono más suave de lo habitual, como si temiera romper el momento.

Kyle lo observó por un instante antes de responder, un poco más relajado al ver la expresión casi infantil de Stan.

—Hola, Stan. —Se hizo a un lado y dejó que pasara, cerrando la puerta detrás de él.

Stan entró y, sin poder evitarlo, sus ojos se posaron de nuevo en el cabello húmedo de Kyle, los rizos anaranjados cayendo desordenadamente sobre su frente y cuello. Era un detalle simple, pero algo en esa imagen lo tenía completamente cautivado. Sin darse cuenta, dejó escapar una risa nerviosa.

—¿Qué? —preguntó Kyle, alzando una ceja, notando su reacción.

—Nada, es solo... —Stan se pasó una mano por el cabello, intentando encontrar las palabras correctas—. Te queda bien ese look relajado.

Kyle sintió un ligero rubor subir por sus mejillas y desvió la mirada.

—Deja de decir cosas raras y ven, vamos a la sala. —Le hizo un gesto con la cabeza para que lo siguiera.

La casa estaba tranquila, y el ambiente se llenó con el sonido de sus pasos. Llegaron a la sala, donde Kyle se sentó en el sofá, cruzando las piernas bajo él, mientras Stan se quedaba de pie un momento, como si no supiera exactamente qué hacer. Finalmente, decidió sentarse a su lado, manteniendo una pequeña distancia pero claramente incómodo.

El silencio entre ellos era denso, pero no incómodo del todo. Más bien, estaba cargado de todas las cosas que Stan quería decir y que aún no encontraba el valor para expresar. Kyle lo miró de reojo, notando la tensión en su postura.

—¿Todo bien? —preguntó finalmente, rompiendo el hielo.

Stan tragó saliva y asintió, aunque sus manos nerviosas en sus rodillas lo delataban.

—Sí... bueno, no. Quiero decir, estoy bien, pero... —Dejó escapar un suspiro, frotándose la nuca—. Quería disculparme por todo lo que pasó. Por cómo te hice sentir. No quería que... que pensaras que no me importas.

Kyle lo observó en silencio, sus ojos buscando alguna señal de sinceridad. Finalmente, su expresión se suavizó.

—Lo sé, Stan. Solo... no sé si entiendo bien lo que quieres de mí.

Stan levantó la mirada, encontrándose con los ojos de Kyle. Había algo en ellos que lo hacía sentir vulnerable, pero también decidido.

—Quiero... —empezó, pero sus palabras se atascaron en su garganta. Tragó saliva y bajó la mirada—. Quiero arreglar las cosas. Quiero que todo sea como antes... o mejor.

Kyle parpadeó, sorprendido por la honestidad en su tono. Antes de que pudiera responder, Stan continuó, ahora más seguro.

—Y sé que no puedo pedirte que confíes en mí de inmediato, pero quiero intentarlo. No quiero que esto termine entre nosotros.

El corazón de Kyle dio un vuelco ante esas palabras. Asintió lentamente, dejando que las palabras calaran en su mente.

—Está bien, Stan —dijo finalmente, su voz baja pero clara—. Pero tienes que ser sincero conmigo. No quiero más juegos.

"AMIGO" styleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora