Bariloche [2]

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El segundo día en Bariloche empezó como una película de aventuras, solo que con menos glamour y más incertidumbre. Después de la reprimenda de Mori, muchos de los estudiantes decidieron tomarse las cosas con más calma, al menos por un rato. Sin embargo, la promesa de diversión era demasiado tentadora, y el ambiente seguía tenso, lleno de bromas, desconfianza y algún que otro cruce de miradas.

El desayuno en el hotel había sido una especie de caos organizado. Todos los de humanidades y economía estaban regados por mesas, algunos al borde de la insubordinación, otros como si todo fuera una gran broma. Mientras los chicos debatían sobre a qué actividad se sumarían, o si deberían intentar escapar a un centro de esquí cercano, Dazai y Chuuya se encontraban en una esquina, riendo entre dientes mientras intercambiaban algunas bromas.

— Y ahora, ¿qué hacemos, peluca? — dijo Dazai, tomando su taza de café con una mano, mientras la otra jugueteaba con su cuchara.

— Nada, dejame en paz, ¿sí? — respondió Chuuya, mirando al frente como si estuviera esperando que algo interesante ocurriera. Su actitud mostraba una mezcla de desdén y resignación, pero eso no evitaba que, por dentro, tuviera un par de ideas locas para hacer que el día fuera aún más caótico.

Mientras tanto, por otro lado del salón, Ranpo y Kunikida estaban conversando con Sigma y Koyo. Ranpo, siempre tan relajado, miraba la variedad de panes y pasteles en el buffet con una expresión que denotaba una mezcla de desinterés y satisfacción.

— ¡¿Ustedes también van a esquiar?! — exclamó Ranpo, sorprendiendo a todos los que se encontraban cerca. — Yo quiero ver cómo se caen, en serio, no puedo esperar.

Kunikida, al ver el tono exageradamente entusiasta de Ranpo, le dirigió una mirada seria.

— Ranpo, lo que necesitamos aquí es ser responsables. Este viaje es para que podamos descansar, no para hacer desastres.

— Pero si lo importante no es descansar, ¡es divertirse! — replicó Ranpo con su clásica sonrisa traviesa, tomando una galleta de un plato cercano y sin siquiera mirar si alguien lo miraba de reojo.

Sigma, que hasta el momento se había mantenido en un segundo plano, observó la interacción de los otros con cierto interés. Sabía que, para muchos de esos chicos, las reglas no eran más que una sugerencia vaga. Sin embargo, a pesar de su habitual timidez, se sintió un poco más cómodo estando allí con sus compañeros, compartiendo bromas y comentarios sobre los planes para el día.

— Bueno, lo de esquiar suena bien, pero... no sé si soy muy bueno con esos deportes de invierno — dijo Sigma, mientras tomaba un poco de su jugo de naranja. Parecía tranquilo, pero su rostro reflejaba una ligera preocupación por no destacar demasiado o hacer el ridículo.

Koyo, por su parte, estaba más concentrada en escuchar las conversaciones de los demás. Aunque era extrovertida en muchos aspectos, prefería escuchar antes de hablar. Cuando vio a Chuuya y Dazai al fondo, no pudo evitar una sonrisa. Había algo en la manera en que se llevaban que le resultaba divertido.

— Oye, Chuuya... ¿te molesta que Dazai te esté haciendo la vida imposible? — le preguntó Koyo de forma directa. Sabía que a veces Chuuya no disfrutaba mucho del comportamiento de su compañero, pero también conocía las dinámicas de su amistad.

Chuuya, mirando de reojo a Dazai, se encogió de hombros. — Ya me acostumbré. El problema es que nunca sabe cuándo parar.—

Antes de que la conversación continuara, alguien más se acercó a la mesa, interrumpiendo el pequeño círculo. Yosano, con su sonrisa brillante y su energía desbordante, se unió a la charla.

— ¡Ay, chicos! ¿Qué tal el desayuno? Yo estuve probando un poco de todo... pero no sé si debo repetir, ¿eh? Mori me dijo que no sobrepasara los límites hoy — comentó Yosano, mirando a todos con una actitud relajada pero a la vez traviesa.

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⏰ Última actualización: 6 days ago ⏰

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